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'Trans'

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YAMIL DARWICH

El 16 de noviembre del 2019, se abrió el debate en la CDMX, sobre el derecho de los niños a cambiar nombre e identidad de género y el diputado morenista, Temístocles Villanueva, comentó que "tienen derecho a la identidad y, por tanto, cuando se requiera, debe existir un proceso administrativo para que puedan generar el cambio en su acta de nacimiento".

La ignorancia le evitó dimensionar que "el derecho implica obligaciones" y los niños no tienen responsabilidades civiles. Desde luego que, oculta entre la ignorancia, se encuentra la inmoralidad politiquera.

Al preguntarle a Claudia Sheinbaum, sugirió revisar la iniciativa con la Comisión de Derechos Humanos local, comentando que el tema "trans" está reconocido en la nueva Constitución de la capital, pero en el terreno de los derechos de la infancia era importante consultar a más organizaciones.

Luego de mostrar mesura -recuerde que promovió el "derecho de los niños a usar faldas"- reorientó su postura a favor del libertinaje en el manejo a la transexualidad de menores, hecho que sentencia al niño a vivir con incongruencia humana entre sexo e identidad de género.

Ya desde 1966, la Cámara de Diputados definió su postura política sobre la transexualidad, plagada de inexactitudes y confusión en terminología. ¿Será ignorancia o mala fe?

En julio 2020, cuando la mayoría rechazó la desnaturalizada propuesta, se "congeló la llamada Ley para las Infancias Trans" y ahora, los grupos lésbicos, retoman la lucha buscando la aprobación, contrariando el principio democrático del derecho de las mayorías, apoyados por la izquierda ansiosa de sumar preferencias.

La pregunta sin respuesta: ¿Qué motiva a la izquierda política a violentar los derechos de los niños?

Es evidente que los menores no tienen criterio -por edad- para definir lo bueno y deseable para ellos mismos y que, en tales casos, son los padres -biológicos o adoptantes- quienes intentan satisfacer sus caprichosos deseos, orientando el destino de los menores, abusados en su desarrollo psicosexual. También olvidan aquello de "mi derecho termina donde empieza el tuyo".

Otra pregunta: ¿Hasta dónde es lícito y moral manipular a los grupos minoritarios, apoyando sus caprichos para ganar su voto? En el caso, moralidad y legalidad se contraponen, transformándose en una contradicción intelectual.

La respuesta científica la da el Colegio Americano de Pediatría, que firmemente desaprueba el abuso infantil cometido con la transexualidad de los menores -incapacitados para consentir- y entrega ocho afirmaciones contundentes:

Primera: la sexualidad humana es un rasgo binario, biológico y objetivo -todos nacemos con un sexo genético determinado, XX o XY-.

Segunda: nadie nace con género -identidad sexual-.

Tercera: todo ser humano nace con sexo biológico... Nadie nace con la conciencia de sí mismo como hombre o mujer -imponerles un género diferente al biológico es abuso sexual y, probablemente, deseos injustificados de los padres o adoptantes-.

Cuarto: cuando un niño y/o una niña, biológicamente sanos, creen que son lo contrario a su sexo biológico, se produce un problema psicológico -confusión generada por los adultos y sus propios deseos-.

Quinto: la pubertad no es una enfermedad, pero el bloqueo de las hormonas de la pubescencia puede ser muy peligroso -tratamiento médico común en los protocolos de procedimiento para el cambio de identidad sexual-; la marca cromosómica, a la fecha, es inamovible y va más allá de los aviesos propósitos de los mayores-

Sexto: el 98% de los varones y el 86% de las mujeres que durante la infancia confunden su género, finalmente aceptan su sexo biológico tras pasar por la pubertad -a pesar de las influencias en contrario-

Séptimo: la utilización de las hormonas sexuales como la testosterona y los estrógenos del sexo opuesto conllevan riesgos peligrosos para la salud -violación flagrante contra los derechos a la salud-.

Octavo: las tasas de suicidio son veinte veces mayores en los adultos que usan hormonas del sexo opuesto y/o se someten a una cirugía de cambio de sexo -reflejo de infelicidad-.

Noveno: condicionar la educación de los niños haciéndoles creer que la suplantación del sexo biológico mediante cirugías y productos químicos es algo normal y saludable, es abuso infantil -desapercibido por los maliciosos legisladores-, violentando los criterios de derechos a vida y salud.

Los principios sociológicos, al alterarlos por desvirtualizar a la "unidad estructural y funcional" -la familia-, son grave irresponsabilidad de aquellos que atentan contra ella y, quizá, factor importante para continuar transformando el sentido histórico de la sociedad.

Las decisiones de personas con influencia -diputados y senadores que dictan leyes- generan confusión en las mentalidades de las nuevas generaciones. Pienso que en muchos de ellos, sus propuestas van más allá de sus capacidades intelectuales por falta de conocimiento... ¿O lo saben y actúan de mala fe?

Desde luego que los politiqueros no son responsables de su ignorancia, pero sí aquellos que los eligieron. Triste nuestra realidad... ¿Verdad?

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Escrito en: Diálogo sexo, derecho, derechos, niños

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