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Siempre hay alguien más afortunado que...

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VANESSA BARDÁN PUENTE

Algunos hombres, prefieren llevar a la mujer al lado, como trofeo para destacar su papel de macho alfa en la manada.

Cuando Melania conoció a Trump en los años noventa, en Nueva York, ella, tenía 27 años y una carrera como modelo totalmente estancada.

Atractiva, joven, buen escote, piernas largas y cintura de avispa, lo único que le interesó de ella fue que era guapa, que salía bien en las fotos, que es muy sumisa, discreta, introvertida, tranquila y que con ella tuvo todo el sexo que quiso.

Así, se convirtió en la esposa perfecta, una mujer florero, de sonrisa forzada y fugaz, de la cual no se esperan muchas palabras. Para la modelo eslovena, la moda es su fuerte y envía mensajes a través de su atuendo. Cuando está molesta con Trump, por ejemplo, suele vestirse con ropa masculina y se recoge el pelo, pues sabe que eso no le gusta al mandatario.

En ella, todo lo que se luce le cae bien, con el dinero ha adquirido la clase y elegancia que no tenía cuando posaba desnuda. De Melania Trump se podría hacer un cuento de hadas: "De Eslovenia a la Casa Blanca", o una novela psicológica de tono angustioso, ya que ha de ser complicado ser la primera dama más picuda y al mismo tiempo la más infeliz de la tierra, con hijastros que no la soportan, un pasado poco elegante, con una agenda llena de cosas que se nota que no quiere hacer, siempre tiene que andar súper arreglada, ocupa el lugar de edecán en casa blanca y lo peor: su marido es un patán, el hombre más odiado del mundo, un cartucho de dinamita lleno de trastornos de personalidad, no la quiere, le hace desplantes, parece que no hay comunicación entre ellos, parece que se murió el amor. ¿Muro? ¡Muro el que hay entre ellos dos!

Pobre Melania, pocas veces son vistos compartiendo expresiones de cariño y las sonrisas ocasionales no siempre parecen genuinas, duermen en camas separadas y a menudo ocupan habitaciones distintas en el mismo edificio. Trump nunca la ha visto como una esposa, por eso, no ha ahorrado humillaciones hacia ella en público, la deja atrás, no la protege de la lluvia y casi siempre se muestra distante, incluso en su contrato prenupcial se estableció que debería regresar a su figura en quince días después del parto. La primera dama de EU es como una esfinge, esa es la razón por la que su carrera como modelo iba al fracaso, le cuesta trabajo sonreír y mostrar emociones, no le gusta hablar de política, ni comentar la última noticia del Washington Post.

Está relegada a llevar la casa, servir el té y dejar bien a su marido, le molesta que su hijastra asuma un rol protagónico y se meta en actividades que, normalmente, asumen las esposas de los mandatarios, los medios describen a Melania como una "esposa de exhibición" o una "modelo insípida", mientras que tratan a Ivanka como "una madre trabajadora e inteligente" o "el verdadero poder en la Casa Blanca", su relación se asemeja a una guerra fría: "Cordial, pero no cercana". Melania, es una madre incondicional atrapada en un matrimonio infeliz por el bien de su hijo Barron, el niño al que solía dar masajes de caviar tras el baño, cuando era un bebé. Unos la ven como una víctima más de un presidente machista, cruel y misógino e incluso hacen chistes del tipo "Free Melania" (Liberen a Melania)

Otros la consideran una mujer rica, despreocupada de la realidad y encerrada en su castillo de marfil. Lo terrible, es que en pleno siglo XXI todavía existen mujeres que creen que su deber es acompañar a su pareja hasta el fin del mundo, venerarlo como si fuese un dios y vivir siempre arrojada a sus pies.

El tipo de pareja que tenemos es proporcional al amor que nos tenemos. Hoy en día existen campañas en el mundo entero, para que esa situación cambie y las mujeres dejen ese rol de sumisión, para tener un mejor protagonismo en el ámbito personal y profesional. Todo el mundo tiene un precio y estas mujeres también, la sumisión en la mujer tendrá que ver con la escala de valores que posea sobre sí misma y el rol de subordinada que adopte ante su pareja, a nivel inconsciente existe mucho enfado, hostilidad, rencor y negativismo acumulados. Cuando estás haciendo cosas que no cubren tu verdadera necesidad, la sensación es de vacío e insatisfacción permanente.

Las mujeres sumisas han aprendido a dejar de lado sus necesidades y deseos, a priorizar lo de los demás sobre lo suyo propio y son capaces de soportar situaciones de estrés, incluso de humillación o abusos que otras personas no soportarían, es un comportamiento autodestructivo, que se mueve entre los pensamientos de no merecer nada positivo, de autodevaluación, una gran inseguridad y miedo al abandono. Una persona que diluye su vida en favor de otros diría: "Valoro más tu confort sobre el mío; valoro más tu paz mental que la mía propia, por lo que debo vivir una vida que no es la que quisiera".

Las mejores relaciones transitan entre límites claros que ambos establecen y respetan, hay ciertas transgresiones que no deberíamos dejar pasar por alto con tanta facilidad, no al menos sin hablar de lo ocurrido y buscar una manera sana de reparar lo que se ha roto. ¿Cuáles son las cosas que no estás en disposición de aceptar dentro de tu relación?

Escrito en: CARIÑOTERAPIA siempre, mujer, mujeres, ella

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