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SORBOS DE CAFÉ

La resbaladilla

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La resbaladilla

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MARCO LUKE

Era una mañana nublada, sin embargo, una pequeña línea de luz alcanzó a colarse entre las persianas, suficiente para tibiar los párpados del niño y obligarlo a entreabrirlos para evadir el resplandor amarillento necio por entrar a sus pupilas.

Reaccionó en cuanto se percató del día encerrado con un círculo rojo en el calendario colgado en la pared.

«¡Hoy es el día!» gritó emocionado, arrojando las cobijas hacia el suelo y tropezando mientras se colocaba sus pantuflas, intentando a toda prisa llegar a la recámara de su madre.

La mañana era fría, y toda intención del sol que comenzaba a calentar las calles húmedas, fue coartada por los nubarrones grises cayendo de golpe sobre los techos.

«¡Mamá! ¡Despierta!» Sacudió con fuerza a la autora de sus días.

Ella, con resignación amorosa, se levantó, y previniendo la impaciencia habitual de su hijo, se vistió con la ropa que ya había preparado un día anterior, se aseó como de costumbre y después de un desayuno rápido, se dirigieron a la apertura del nuevo parque infantil.

Se veía poca gente por las calles, saturadas del chiflido del viento.

«Qué tontería inaugurar un parque en este otoño tan helado» Pensó la madre para sí misma sin quitarle la ilusión a su hijo.

Llegaron a su destino y aunque el parque estaba abierto, no había ni un alma.

«¿Dónde están todos?» Cuestionó el infante decepcionado por la falta de amiguitos con quien jugar.

No se trataba de un parque nuevo en realidad, sino de una remodelación de uno muy antiguo. Y efectivamente, habían cambiado muchos juegos, colocado nuevas áreas verdes donde se evaporaba el frio y un piso de adoquín daba un toque pueblerino.

Sólo había uno que no habían quitado. Se trataba de una resbaladilla que ni siquiera gozaba de algo de pintura nueva., doblada de uno de los escalones y sin una pata al final de esta. Tal como recordaba la madre de aquel niño.

No recordaba hacía cuánto tiempo no pisaba ese parque hasta que vio la resbaladilla. «¡Claro!» pensó. Vino a su mente aquel recuerdo que pensaba había sido una pesadilla, en donde ella, al pie del final de ese tobogán, la sangre de un pequeño pintaba la filosa lámina salida por un tornillo mal puesto y que había degollado al menor.

Recordó a un hombre que se le acercó y le dijo: «El siguiente en deslizarse, también morirá»

Desde entonces, aquel lugar había permanecido cerrado hasta hoy, pero al parecer, la ausencia de la gente demostraba la poca empatía con la reinauguración.

«Mejor vámonos» Dijo ella y estiró su mano buscando la de su hijo. Pero en lugar de sentir su mano escuchó aterrada a lo lejos la voz inocente

«¡Mira cómo me resbalo mami!»

«¡Noooo!» Se desgarró en un grito y corrió para alcanzarlo, pero fue en vano.

Cuando llegó al final de la resbaladilla, el niño también lo había hecho... sano y salvo.

«No te asustes mami. Yo no le tengo miedo a lo mismo que tú»

Escrito en: Sorbos de café parque, aquel, final, mañana

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