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Cuidemos lo que comemos

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IGNACIO ESPINOZA GODOY

Los efectos que ha dejado la pandemia de Covid-19 en el planeta entero no sólo han sido en los aspectos sanitario y económico, sino que sus repercusiones han ido más allá, pues basta observar que las medidas de confinamiento necesario han hecho mella en nuestros hábitos alimenticios, en el ámbito de la nutrición, ya que el hecho de que dispongamos en ocasiones de más tiempo dentro del hogar ha derivado en que abusemos del consumo de ciertos productos "chatarra" que no sólo nos han servido para saciar el hambre por la ansiedad, sino que nos han perjudicado en nuestro metabolismo y lo cual se refleja en nuestro aspecto físico.

¿A qué me refiero? Claro que todos lo sabemos: a la acumulación de tejido adiposo en sitios como el abdomen y al aumento en los niveles de glucosa, más de la que precisa nuestro organismo para funcionar adecuadamente, de tal manera que el exceso en la ingesta de calorías ahora nos lo está cobrando el cuerpo a través de algunas imperfecciones en diversos aspectos de nuestra apariencia física, con el incremento de masa corporal y el consecuente aumento de peso que, aunque no nos agrade, ahí está para recordarnos cómo nos hemos excedido en el consumo de alimentos que poco nos nutren y sí, en cambio, mucho nos afectan.

Tal vez muchos se preguntarán qué se puede hacer para evitar caer en la tentación de comer esos antojitos que mucho nos llaman la atención, como es el caso de las frituras de harina a las que acostumbramos bañar en salsa picante, acompañadas de un refresco de cola y que comemos hasta decir basta, una vez que el cuerpo protesta por ese exceso y que a veces deriva en una congestión que buscamos aliviar con el tradicional polvito llamado sal de uvas o un Alka Seltzer, que nos ayudan a mitigar esos malestares.

En alguna ocasión, un buen amigo médico me comentó que ese tipo de "chucherías" no son tan dañinas si se consumen de vez en cuando, es decir, por ejemplo, una vez a la semana (pero sin abusar en su cantidad). El hecho es precisamente que no nos conformamos con una pequeña porción, sino que las engullimos en cantidades industriales, como si se fuera a acabar el mundo y tenemos que aprovechar la oportunidad para comer todas las que podamos, a pesar de que ya sabemos que más tarde nuestro estómago protestará por esa desenfrenada actitud.

El problema es que pocas veces ejercemos el control que se necesita para consumir una porción regular de ese tipo de productos (yo no les llamaría alimentos, porque siento que no contribuyen en el aspecto nutritivo), porque a los adultos difícilmente alguien nos llama la atención (a menos de que se trate de nuestra pareja responsable y de hijos conscientes, como es mi caso), por lo que terminamos abusando en la ingesta de esa clase de "chucherías" que tanto nos afectan y que desencadenan múltiples enfermedades crónico-degenerativas que acaban con la vida de muchos mexicanos todos los días.

Estamos hablando de padecimientos tales como la diabetes, la hipertensión y todo tipo de males cardiacos que podrían derivarse de los malos hábitos alimenticios que venimos arrastrando porque no hay quien nos oriente adecuadamente sobre lo que no debemos consumir con exceso, pues generalmente nos guiamos por lo que aprendemos dentro del hogar, es decir, por lo que nos inculcaron nuestros padres, desde los buenos consejos, hasta algunos malos ejemplos que absorbemos, y son precisamente estos últimos los que más practicamos porque son los que no causan cierto placer por el sabor que pueden tener esos productos.

Lamentablemente, uno de los efectos negativos de esos excesos que observamos más comúnmente en la población mexicana es la obesidad y el sobrepeso, dos aspectos en la apariencia física que van más allá de una simple imagen, pues detrás de esos dos factores se pueden esconder varias enfermedades que detonan cuando el cuerpo es afectado en órganos vitales como el corazón y los sistemas circulatorio y digestivo en general, a pesar de que constantemente recibimos señales que nos indican que algo no marcha bien a nivel del funcionamiento de partes como el hígado, los riñones, el páncreas, el corazón, entre otras que son sometidas a una sobrecarga en su labor normal.

Por supuesto que a todos nos gustaría tener un organismo que funcionara a las mil maravillas sin tener que sacrificar el consumo de ciertos alimentos y productos "chatarra". En lo personal, creo que el secreto para ello está en el equilibrio que debemos buscar y adoptar cotidianamente para que la ingesta de aquello que tanto nos gusta pero que no implica necesariamente una buena nutrición no tengamos que hacerla a un lado, sino más bien tratar de engullir cantidades más pequeñas y no abusar en la frecuencia.

Todos los padres de familia deseamos que nuestros hijos tengan un desarrollo armónico en todos los aspectos, especialmente en el relativo a la alimentación, de tal forma que no haya la necesidad de convertirnos en tiranos para prohibirles terminantemente que no consuman tal o cual alimento o "chuchería", sino que nuestro papel se debe enfocar a sensibilizarlos en función de que cualquier exceso en su ingesta, tarde o temprano, el cuerpo nos lo reclamará, así que más vale buscar el equilibrio en la alimentación cotidiana, combinada con actividad física constante, para que nos mantengamos alejados, hasta donde sea posible, de las enfermedades crónico-degenerativas.

Escrito en: Padres e hijos sino, esos, todos, cuerpo

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