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De Política y Cosas Peores

De Política y Cosas Peores

ARMANDO CAMORRA

En el dormitorio de una universidad americana la linda estudiante se desvistió para pasar la noche. Su compañera de cuarto le dijo: "¿Ya notaste que traes pintada en el abdomen una gran letra M?". "Ah sí -respondió la muchacha-. Mi novio vino a la ciudad y tuvimos sexo. A él le gusta hacerlo con el suéter de su universidad puesto. Seguramente se me pintó ahí la letra". Preguntó su compañera: "¿En qué universidad estudia tu novio? ¿Michigan? ¿Montana? ¿Mississippi? ¿Maryland? ¿Missouri? ¿Massachusetts? ¿Minnesota? ¿Maine?". "No -precisó la chica-. Wisconsin". Un ebrio se plantó en medio de la atestada cantina y mostrando en alto un grueso fajo de billetes gritó con destemplada voz: "¡Traigo dinero para comprar a toda la bola de cabrones que están aquí!". Un hombrón se levantó de su mesa. Medía dos metro de estatura, tenía los brazos como postes y los puños como mazos de herrador. "Oiga usted -le dijo al lenguaraz beodo al tiempo que lo tomaba por las solapas-. Yo no soy ningún cabrón". Respondió el temulento sin turbarse: "Entonces a ti no te compro". Don Rugardo y doña Pasita cumplieron 50 años de casados. Eso fue lo único que cumplió el señor, pues la noche del aniversario no pudo cumplirle a su mujer. Le preguntó ella: "¿Me engañaste alguna vez?". Contestó don Rugardo: "Sólo una". "¡Vaya desperdicio! -exclamó doña Pasita-. ¡Que útil nos habrían sido hoy los materiales que usaste aquella vez!". Una joven esposa comentaba: "Mi matrimonio no es nada aburrido, pues mi marido y yo salimos dos veces por semana. Él sale los viernes; yo los sábados". En el momento del amor el consorte de doña Frigidia le dijo: "Me casé contigo para toda la vida, pero de vez en cuando debes mostrar alguna". La mujer de don Cucoldo viajó a Europa. A su regreso le preguntó el señor: "¿Qué trajiste de París?". "No sé -respondió ella-. Aún no he ido con el ginecólogo". Una señora le contó a su vecina: "Anoche hacía tanto frío que tardé 5 minutos en lograr que arrancara mi automóvil". "Eso no es nada -replicó la otra-. Yo tardé media hora en lograr que arrancara mi marido". En el centro comercial doña Macalota le reclamó a su esposo: "Cada vez que pasa una mujer guapa te olvidas de que eres casado". "Al contrario -suspiró el señor-. Entonces es cuando me acuerdo más". El joven Timoracio venció su timidez y se inscribió en un club nudista. El primer día que estuvo ahí vio venir a una pareja y sintió pena de que vieran sus vergüenzas, de modo que abrió ante ellas el periódico que llevaba. Le dijo la mujer al hombre: "¡Mira! ¡La tuya nunca aprendió a leer!". Una cierta actriz de Hollywood era muy casera. Cada vez que se divorciaba se quedaba con la casa. Don Avaricio Cenaoscuras, el hombre más cicatero del condado, casó con mujer viuda. Le preguntó un amigo: "¿A dónde fueron de luna de miel?". Respondió el cutre: "Me fui yo solo. Ella ya había pasado por todo eso". El papá de Pepito era hombre muy metódico, tanto que redactó un instructivo para su pequeño hijo en el cual le enumeraba los pasos que debía seguir cuando quisiera hacer pipí: "1-. Baja el zipper de tu pantalón. 2-. Saca tu cosita. 3-. Haz la pipí. 4-. Sacude tu cosita. 5-. Vuélvela a su lugar. 6-. Sube el zipper de tu pantalón. 7-. Lávate las manitas". Pocos días después el señor recibió una llamada telefónica urgente del director de la escuela a la que asistía Pepito. El maestro le informó lleno de preocupación: "Su hijo está encerrado en el baño y se niega a salir". Preguntó con alarma el padre del chiquillo: "¿Qué está haciendo ahí?". "No lo sabemos -respondió el director-. Sólo oímos que repite una y otra vez: 'Cuatro, cuatro, cuatro'.". FIN.

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