Editoriales

SIN LUGAR A DUDAS...

Bondad y gobernanza

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE

"La elección presidencial de Estados Unidos nos deja una lección: la decencia y la empatía importan tanto como cualquier otro tema de la agenda pública".

Luis Donaldo Colosio Riojas

Con preocupante frecuencia, muchos de quienes participan en política activa obran y viven bajo el supuesto de que ser una buena persona está reñido con la praxis de dicha profesión. Según consideran, comportarse y emular la conducta del Príncipe de Maquiavelo es la única vía para ser eficiente y triunfar en la arena pública.

Además, la llegada al poder de personajes como Bolsonaro o Donald Trump fomenta y normaliza el que millones de personas justifiquen agresiones verbales de toda especie aduciendo diferencias ideológicas. Sobre el debate, la razón, los recursos diplomáticos y saber disentir con elegancia, hoy se festeja y privilegia el insulto y la denostación al oponente. Hemos extraviado las formas, el amor por las palabras y el sentido de urbanidad y decencia que deben normar las relaciones humanas.

De hecho, cuando buscamos referirnos peyorativamente a nuestros semejantes, a menudo los tildamos de buenas personas queriendo así evidenciar su aparente tibieza, fragilidad y altura de miras. "Fulanito es muy buena gente", decimos con un cierto dejo de compasión, burla o superioridad moral, como si bondad o empatía estuvieran peleadas con la grandeza.

Idealmente, quien aspire a gobernarnos debería, además de representar y defender a ultranza nuestros intereses, ser el fiel reflejo de lo mejor de la condición humana y los valores que nos rigen. Los grandes líderes están obligados a conducirse con integridad, decencia y siempre predicando con el ejemplo. Por desgracia, miles de políticos de todo el mundo obran justamente al revés pretextando que el fin justifica los medios.

A pesar de que Andrés Manuel López Obrador no ha dicho ni pío en lo que muchos interpretamos como un gravísimo error diplomático que sin duda ya dañó la relación bilateral con el siguiente gobierno, Joe Biden será el próximo presidente de Estados Unidos. Me entusiasma, además, la llegada de su compañera de fórmula Kamala Harris, a quien hemos seguido de cerca en los últimos meses. Harris posee tamaños, carisma, inteligencia y dureza cuando se precisa. No será una vicepresidenta de adorno, además rompe el techo de cristal al convertirse en la primera mujer de color y ascendencia india en ocupar dicho cargo. Con ello, también apuntala sus posibilidades de ser la primera en ocupar la Casa Blanca en un futuro cercano.

Joe Biden no es Obama, me queda claro. Contadas son las ocasiones en que un político sube al estrado y tiene la capacidad de hacernos vibrar y soñar con la promesa de un futuro mejor. En su gran mayoría, nuestros gobernantes resultan predecibles, afectos a los lugares comunes, vagos, insípidos y anodinos. Logran todo menos inspirar y generar confianza.

En lo político debemos celebrar el triunfo de Joe Biden, pero también mirarlo con las reservas y prudencia lógicas del caso. Está por verse qué tan eficaz será o no como presidente y si logrará sanar las heridas de un Estados Unidos dividido y agraviado como pocas veces en su historia. Por edad y a partir del momento al que asistimos, todo apunta a que Biden será un hombre de transición. Quizá no podremos esperar de él cualidades de excepción, pero sí el regreso a la prudencia y el sentido de urbanidad y respeto, como norma en el ejercicio del poder.

En tanto, a muchos nos preocupa el panorama no de aquí al 20 de enero cuando Joe Biden asuma el cargo, sino más bien dentro de cuatro años. Diversos analistas coinciden en la posibilidad de que Donald Trump pretenda volver a ser candidato y por ello destine gran parte de su tiempo y dinero buscando convertirse en una piedra para la administración Biden-Harris. No soslayemos el hecho de que Trump cuenta con una enorme base de simpatizantes dispuestos a seguirlo y festinar cualquier ocurrencia que devenga del hombre que degradó a la política y el servicio público al grado de convertirlo en una suerte de libro o manual sobre todo lo que no debe hacer un buen gobernante.

Sin ánimo de echar a perder la fiesta tratando de advertir posibles catástrofes a futuro, celebremos el triunfo de un hombre decente, afable y bondadoso. Ignoro si será un buen presidente, pero el hecho de que no agreda desde el púlpito a disidentes y detractores políticos llámese demócratas, la prensa, inmigrantes o ciudadanos de a pie, dice mucho de su carácter.

Twitter @patoloquasto

Escrito en: Sin lugar a dudas será, Biden, hombre, Trump

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Editoriales

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas