Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que creyó tener coronavirus, dio un sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y declaró:
-Algunos malos clérigos me infundieron desde niño el miedo a la muerte y el temor a Dios. Crecí con esos terrores en el alma, y fueron para mí constante pesadilla en mis primeros años.
Dio un nuevo sorbo a su martini y continuó:
-El miedo a morir me lo quitaron los libros: su lectura nos libra de muchos malos miedos. Y el temor a Dios me lo quitó la esperanza en su infinita bondad, en el inmenso amor que a sus criaturas tiene. Ahora pienso en la muerte como en un nuevo nacimiento, y veo en Dios no a un juez severo, sino a un amoroso padre que pone su misericordia por encima de su justicia. Ese pensamiento y esa fe me han permitido llegar al final de mi vida sin temores, en paz con Dios, con mi prójimo y conmigo mismo.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...