Durango

CORONAVIRUS DURANGO

Duelos por Covid, dolor que no se va

Duelos por Covid, dolor que no se va

Duelos por Covid, dolor que no se va

CLAUDIA BARRIENTOS-JUAN M. CÁRDENAS

Transcurren los días pero el dolor no se acaba. Todavía parece imposible que la familia haya quedado incompleta. Hay momentos en los que se cree que el ser querido tocará la puerta para volver a abrazar y a reír juntos. A veces se prefiere la ilusión de creer que todo fue un mal sueño y que, al despertar, la vida volverá a será como antes.

Para quienes han sufrido la pérdida de un familiar a consecuencia del Covid-19 el duelo ha sido aún más complicado. Se trata de muertes inesperadas de personas que, en la mayoría de los casos, aún tenían años y hasta décadas de esperanza de vida. Se fueron repentinamente y sin despedirse, dejando un vacío en quienes se quedan para tener que afrontar la dura realidad de la pandemia.

ERA PADRE DE DOS NIÑAS

El 6 de septiembre fue un día trágico para la familia Núñez, ya que después de 21 días de agonía en el hospital que siguieron al aislamiento de una semana en casa, falleció el arquitecto Pedro Nuñez, dejando dos pequeñas sin padre, quienes ahora, junto con su mamá, han tenido que sobreponerse a esta dura realidad.

Su esposa, Eunice, comparte que pocos días antes de que le diagnosticaran Covid-19, comenzó con un fuerte dolor de oído, al grado que ya no escuchaba. Esto preocupó a la familia por lo que lo convencieron de que fuera al médico.

Por esos días le anunciaron que debido a la pandemia varios proyectos que estaban en puerta se cancelarían, por lo que sus familiares pensaron que la dolencia era por el estrés y la inquietud que le generaba tener que prescindir del servicio de varios empleados. Inclusive tuvo un conflicto con uno de ellos cuando les avisó de la suspensión de labores.

"La noche antes de despedirlo no durmió, estaba muy inquieto y preocupado. Al llegar a casa después del conflicto, me contó lo sucedido, desayunó y se fue a descansar, fue la última vez que convivimos, durmió todo el día y posteriormente me pidió que ni mis hijas ni yo entráramos a la habitación, porque creía que podía ser Covid. Yo estaba incrédula, no tenía tos, ni fiebre, pensaba que era por el oído, el estrés de lo recién vivido. Al día siguiente el personal de salud fue a casa y le hicieron la prueba, salió positivo", comparte.

A partir de ahí inició el aislamiento y una dinámica de limpieza excesiva. "Él encerrado en la habitación y mis hijas y yo en el resto de la casa. Fue una semana así, hasta que el viernes 14 de agosto su saturación cayó, pero no quiso internarse, estaba renuente a ir al hospital, tenía mucho miedo, el médico que lo trataba nos pidió fuéramos y ya en la madrugada, después de ponerse muy mal, con ayuda y convencimiento de mi cuñado, lo llevamos al hospital. Desde ahí no lo vi más. El sábado por la tarde me llamaron porque tenía que autorizar que lo intubaran, ya que estaba muy grave, lo pusieron al teléfono y logré cruzar tres palabras con él y al final aceptó. Le prometí que estaría bien que pronto estaría en casa. No fue así, no pude cumplir esa promesa", relata Eunice.

Fueron 21 días muy difíciles, entre la incertidumbre, el ir y venir de diagnósticos y opiniones médicas, pero siempre clamando a Dios por su salud, esperando un milagro.

"La mañana del 6 de septiembre, mi hija, la más pequeña, estaba muy inquieta, no encontraba su lugar, ansiosa y desesperada me pedía que la ayudara, que ya no podía más, que necesitaba ver a su papá, le expliqué que no era posible, pero que podíamos acercarnos a donde él estaba, que tal vez eso la tranquilizaría. Nos trasladamos hasta el hospital y estacionamos el carro cerquita, comenzamos a hacer oración por él y al terminar le pedí que le dirigiera unas palabras. Y ella le dijo: papá si estás sufriendo mucho, nosotras entendemos que quieras irte, vamos a estar bien, te amamos mucho, no queremos que sufras más".

Lloraron, regresaron a casa y a los pocos minutos sonó el teléfono: "era mi suegro diciéndonos que había fallecido".

"Jamás te preparas para algo así, todos dicen: debes ser fuerte, tienes dos hijas, ellas deben verte bien, no puedes derrumbarte. Nunca imaginé estar en esta situación. El hecho es que no sé de dónde salen las fuerzas, pero nos levantamos a diario y hacemos nuestras obligaciones, los días son grises, pero el recordar lo vivido, los buenos momentos y las anécdotas nos mantienen a flote. Mis hijas toman terapia cada semana y yo estoy en grupos de tanatología. No es fácil manejar esto sin ayuda, es muy traumático. Pero mucho depende de la actitud con la que tome uno las adversidades y entender que el aprender a despedirse, te enseña a crecer. Así es el duelo, no queda más que aceptar la ausencia y pensar que hay que seguir adelante, dando la cara, no escondiéndose, siendo empáticos ante el dolor que aqueja a aquellos que pasan por la misma situación y dando gracias por lo que la vida nos regala a diario", reflexiona.

 CUATRO MUERTES

Las oraciones que diariamente le dedicaban a Katia, así como su propia fortaleza y sobre todo la capacidad de los médicos que la atendían, la volvieron a la vida tres veces. Pero quien sí falleció fue su abuelita.

Joven y de carácter fuerte, no pudo eludir el Covid-19 que se propagó entre su familia y destrozó los nervios de su mamá y su hermana mayor, quien tuvo que asumirse como el pilar principal para tomar las decisiones que implicaban la atención médica de Katia durante los 25 días que estuvo hospitalizada.

"Nuestro temor desde que llegó aquí el Covid fue que alguno de los nietos, hijos o familia en sí contagiara a mi abuelita. Y no, quien vino a contagiarnos fue ella. Las personas mayores así como abuelita, a sus 89 años, suelen ser imprudentes y no dejarse convencer. "El contagio de mi abue vino por causa de querer ir a ver a su hermana que ya tenía bastantes meses en cama y el día que la llevaron pues su hermana tenía bastante tos (...) Nos dicen al siguiente día que en la familia de con su hermana hay contagiados y creen ella igual", cuenta Alondra, hermana mayor de Katia.

El Covid fue despiadado. A los días, "Doña Chata", como le decía su familia de cariño, empezó a manifestar los síntomas y la prueba confirmó que tenía el coronavirus. La visita a su hermana había sido un lunes y entró en crisis el viernes; el sábado falleció. Para entonces, el resto de la familia ya estaba en cuarentena.

"Cuando falleció, Katia ya se sentía mal y de hecho el mismo sábado inició con el oxígeno. Piensas que vas a poder estar de duelo y pues de pronto Katia se puso bastante mal y vámonos al hospital, vas con mucho miedo pues en cuanto mi abuelita se puso mal y llegamos al hospital falleció. Así que el miedo, dolor y demás estaba ahí".

"El día de su intubación me hablaron inmediatamente para decirme que el Doctor necesitaba hablar conmigo y piensas lo peor. Cuando hay un familiar así y toda la familia prácticamente contagiada pues, ¿a quién puedes pedirle el favor de ir al hospital? Mi mamá, cuando le dije de la intubación (de Katia) se vino para abajo porque no veía que fuera una esperanza de vida; lo vio como lo peor por la mala información de todos lados. Y de una inició a hablarme de que si muere ella qué tenía que hacer con algunas cosas y pues, yo no pude. Le dije: 'mamá, pasa lo de mi abue, Katia acaba de ser intubada y usted hablándome así. Tiene que estar fuerte para lo que viene'", relata Alondra.

"En cuanto a Katia, siempre fue tener un hueco en el estómago y saber cómo decirle a mi mamá las complicaciones que tenía el día a día, y a veces solo mejor no decírselas. Katia se les fue tres veces y obvio pudieron recuperarla pero jamás se lo dije a mi mamá, pues no tenía caso. Ella estaba delicada pero estable, se lo comenté ya hasta tener a Katia en casa".

Después de 25 días hospitalizada, 18 de ellos intubada, Katia fue dada de alta y lleva su recuperación en casa, al lado de su familia que la abraza y la cuida.

Alondra llevó el duelo por el fallecimiento de su abuelita al mismo tiempo que debía estar el pendiente de la evolución de Katia, además de llevar su propia recuperación; a la par, sus tres hijas seguían en clases con sus tareas y dinámicas; la menor todavía en edad preescolar. Cada una requería su atención y fue su compañía la que, como siempre, la sacó adelante.

Escrito en: coronavirus durango muertes por Covid familia, tenía, estaba, Katia

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Durango

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas