Las empresarias en la pandemia
El pasado 17 de noviembre se cumplió un año del primer caso declarado de coronavirus en el mundo y aunque a muchos la efeméride les pasó de noche, registro la fecha, con la única intención de tener presente el día en que comenzamos a vivir una realidad distinta a lo hasta entonces conocido.
Lo que sucedió en México unos meses después todos lo sabemos y a casi nueve meses del primer contagio en nuestro país, la educación, la vida social, los servicios de salud y la economía han vivido sus horas más oscuras.
Como en otros episodios de la historia, las mujeres han mostrado su fortaleza y templanza. Muchas se encargaron de hacer una fortaleza en sus hogares siendo maestras, guardianas y sanadoras. En el frente de la salud 9 de cada 10 profesionales de la enfermería y un 57 por ciento de los médicos son mujeres lo que ha contribuido enormemente a la contención de la pandemia.
Y aunque los aplausos a estas heroínas en el hogar y en los hospitales no se regatean, poco nos hemos detenido a pensar sobre el rol que están jugando los empresarios y entre ellos, las mujeres empresarias para amortiguar los efectos económicos de la pandemia.
De acuerdo con cifras oficiales, el 40% de la población económicamente activa, algo así como 22 millones son mujeres y el 80% de ellas son las encargadas de proveernos algún servicio; muchas de estas empresas son dirigidas o pertenecen a mujeres y una gran mayoría de estas actividades han tenido que parar por no ser "esenciales".
A pesar del cierre, en estos nueve meses de una economía llena de colapsos muchas mujeres han logrado la proeza de mantener la cortina abierta y continuar sosteniendo a través de sus empleados a cientos de miles de familias. Sin embargo, la exacerbación de un discurso polarizante y hasta contrario a los dueños de los medios de producción ha impedido que el aporte que las pequeñas y medianas empresas han hecho a la mitigación de la pandemia tengan una justa retribución social; es triste ver un día sí y otro también el cierre definitivo de negocios familiares y pequeñas empresas de mucha tradición en nuestros entornos sin que haya la mínima muestra de simpatía hacia ellos.
A pesar de lo anterior y ante la falta de apoyos gubernamentales, la organización extrema, la férrea disciplina, la visión femenina, los ahorros de la familia, el instinto maternal, el sexto sentido o todo junto han hecho que las empresas y negocios de las mujeres sigan a flote. Muchas han soportado estoicamente el riguroso cierre de actividades y siguen pagando las nóminas, otras diversificaron el negocio o incursionaron en una actividad distinta con tal de no dejar sin empleo a sus colaboradores, algunas desafortunadamente cerraron y buscan los medios para volver a tener sus negocios. Solamente muy pocas se han dado por vencidas o han perdido los ánimos.
Vaya pues nuestra solidaridad para aquellas mujeres que a pesar de la adversidad, la inequidad, el desdén y hasta la discriminación, siguen dando la lucha diaria para sostener con responsabilidad y amor fraternal nuestra maltrecha economía.
Hagamos un esfuerzo por consumir local, sin duda esa será la mejor forma de ser empáticos con este sector.