En una colaboración anterior defendí la idea de que en las elecciones intermedias del próximo año la prioridad debe ser quitarle la mayoría a MORENA y sus aliados en la Cámara de Diputados. Sigo sosteniendo esta postura. Sin embargo, en los días recientes han emergido distintos argumentos en contra de lo que pienso, a su vez de que ya podemos ver cómo se empiezan a fraguar las alianzas. Esto nos permite reflexionar más a fondo sobre el tema.
Los que defendemos las alianzas tenemos una prioridad: quitarle poder al Presidente. En los últimos dos años hemos visto como el Congreso se ha convertido en una oficialía de partes de las terquedades presidenciales.
Desde la militarización del país, la desaparición de los fideicomisos, hasta lo que se discute hoy que pretende criminalizar el outsoursing. Todas estas iniciativas presidenciales han pasado -y posiblemente pasarán- sin matiz alguno porque el partido del Presidente sólo obedece a su amo y señor.
Por eso, varios hemos argumentado que los partidos de oposición -PAN, PRI, MC, PRD- deben ir todos juntos y colocar a los mejores candidatos en distritos clave. La razón es simple: si cada uno postula a un candidato el voto se dispersa y se cancelan unos a otros; lo que fortalece a MORENA y a sus aliados.
Pero hay otra postura, con la cual no estoy de acuerdo, pero que reconozco tiene algunos aciertos. Los que están en contra de las alianzas -por ejemplo, Movimiento Ciudadano- dicen que éstas, simplemente, no funcionan. Y como prueba ponen el caso del 2018 donde se aliaron con el PRD y el PAN.
En esa elección, además de que perdieron la elección, los partidos integrantes de la alianza perdieron identidad y credibilidad con la militancia. ¿Qué podían compartir el PAN -el partido de centro derecha- y el PRD, de izquierda tradicional? No mucho, casi nada. Ante esto, lo que ellos dicen es que si se alían, le darían la razón a AMLO quien en cada mañanera repite que todos son lo mismo: una mafia en el poder que vela por instaurar los privilegios del pasado. Lo que confirmaría las colaciones es la existencia, efectivamente, del PRIAN, lo que le mandaría una señal inequívoca al elector: todos los malos se juntaron para defender sus intereses.
Hoy ya tenemos algunos ejemplos en varios estados de cómo se están dando las alianzas. Pero me quiero concentrar en Durango, porque parece que aquí sí va a haber una gran coalición en contra de MORENA. Lo primero es que celebro que así sea, por lo que dicho anteriormente: la prioridad debe ser quitarle el poder imperial a AMLO.
Sin embargo, hay que tener mucho cuidado en la manera en que se comunica la alianza y luego se opera. Si aquí va el PAN con el PRD y el PRI -como todo parece indicar- entonces se debe tener una campaña de comunicación muy efectiva que le haga saber al ciudadano las razones de esta coalición. Las razones no pueden ser argumentadas en negativo: "todos en contra AMLO", sino en positivo, "todos nosotros estamos a favor de algo".
Además, el PAN debe tener muchísimo cuidado de no desdibujar su base social por ir junto al PRI. Hoy más que nunca el PAN debe distanciarse de ese pasado de corrupción que vemos todos los días en los periódicos y que involucran al PRI. Aquí es donde entra la buena operación política.
Se debe tener una radiografía precisa de cada uno de los distritos federales y locales y postular a candidatos que puedan enarbolar lo mejor de cada partido. Si pretenden que la alianza gane en automático estarán cometiendo un error. La política electoral es mucho más compleja y debe tejerse con mucho cálculo.
En conclusión, qué bueno que vaya a haber alianza, pero no hay que confiarnos porque el reto no acaba aquí. Al contrario, apenas comienza y su éxito depende de la altura de miras de todos los participantes; de postular a candidatos que comuniquen lo mejor de cada partido y que, a su vez, tengan posibilidad de conectar con un electorado que cada vez desconfía más de los partidos tradicionales.