Soy una hija de mi madre
Cuéntame ¿cómo es tu relación con tu madre? ¿cómo ha sido la relación de tu madre con su propia madre? ¿Cómo eres tú con tu hija? Sin duda son condiciones que marcaran tendencias, búsquedas consientes e inconscientes por igualar modelos o diferenciarse de ellos. No existen dos relaciones madre e hija iguales, ni si quiera dentro de la misma familia. Lo cierto es que la personalidad de la madre tiene un peso importante sobre el modo en que construye el vínculo con su hija, incluso desde la panza. Desde el útero fuimos aprendiendo de nuestras madres el arte de ser mujer. Sentir, pensar, relacionarnos con otros y con nosotras mismas. Por generaciones guardamos en nosotras el código genético de lo femenino.
Cada hija contiene a su madre y a todas las mujeres que la precedieron, los sueños no realizados, las penas no lloradas, la inseguridad y los miedos se heredan y forman parte de nuestro legado. Para tener salud y felicidad optimas, cada una de nosotras debe tener claro de qué modo la historia de nuestra madre influyo en nuestra historia de vida y continúa haciéndolo, pues muchas siguen imitando y calcando la misma historia de la madre o la abuela. Tenemos ese bagaje de emociones, experiencias, expectativas, sufrimientos, del que no somos conscientes.
El sufrimiento no resuelto del pasado lo transmites sin querer a tu hija a tu nieta y más generaciones tuyas. Y es así como vamos dejando tesoros o trampas de una generación a otra. Nuestro linaje nos va dejando trabajo que hacer. Si la Madre no se cuestiona estos temas y no los sana en su vida como mujer, los trasmite. Dejándole así trabajo que hacer a la siguiente generación.
El trabajo ahora consiste en leer este ADN. Y encarrilar tu vida en la dirección que tú quieras. Cada mujer que sana a si misma contribuye a sanar a todas las mujeres que la precedieron y a todas aquellas que vendrán después de ella. La madre nos da la impronta de lo que significa ser mujer, es el primer y más potente modelo, por eso, no es de extrañar que la salud mental, física, emocional de una mujer se vea afectada más, por una madre indiferente, negligente, enferma, víctima o abusiva, que por un padre con esos mismos defectos o discapacidades. Ten presente que tu hija te eligió como madre, y una parte de su viaje de alma es trabajar con el material heredado.
Ser madre significa que tenemos la responsabilidad de acompañar a nuestros hijos en su proceso de su individualización o sea convertirse en individuos o personas, a través de nuestra conducta les enseñamos cómo funciona el mundo, los criterios con los que se resuelve la vida y el amor entre adultos, por eso, es nuestra tarea proporcionales guía y apoyo sólido y fuerte, porque les estamos entregando un mundo difícil.
Mantente en tu rol de madre, es decir de la persona que le ha dado la vida, que la acompaña y que le puede explicar y transmitir su experiencia como mujer, porque tu hija muchas veces sin cuestionarlo sale al mundo a imitarte. La mejor herencia de una madre a una hija es haberse sanado como mujer.
Una madre solo puede dar lo que ha recibido, es decir solo puede enseñar a sus hijos a cuidarse tan bien como se cuida ella misma. Cuanto más se valora y se cuida a sí misma una mujer, mejor madre puede ser. Sanar la herida con la madre no solo es sanarnos a nosotras mismas. Creo que todas las madres e hijas han sido viejas amigas en el plano del alma y que estamos aquí para ayudarnos mutuamente. Dado que cada una nació con diferentes dones y retos, ninguna de las dos va a tener exactamente la misma idea de lo que es correcto o lo que es mejor.
El trabajo consiste en crear una relación de toda la vida en la que cada una apoye la plena evolución de la otra, al margen de su vida o su edad. La meta siempre será superar con amor las pruebas que se presenten, madurar y mejorar los vínculos.
Deseo que las relaciones madre e hija sean tan firmes y sustentadoras que cuando una mujer diga: me estoy volviendo como mi madre lo diga sonriendo y con orgullo y que sus amistades y familiares proclamen ¡bien hecho!