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Málaga con tequila

SORBOS DE CAFÉ

Málaga con tequila

Málaga con tequila

MARCO LUKE

El viaje había sido exhaustivo.

Aunque el avión por fin aterrizaba en el aeropuerto de Barajas, la conexión hasta Málaga le parecía tan cansado como un viaje en mula. Suele suceder después de cruzar el atlántico.

El nuevo mundo había quedado muy lejos, sobre todo su entrañable México. Si, es verdad que en España puedes encontrar Tequila, pero nunca se podrá comparar beberse un caballito frente a las olas del mediterráneo, como sentarse frente a la barra de "La fuente" y escuchar el piano, justo en el corazón del centro histórico tapatío.

Pero cuando pensaba en los ojos de su malagueña, bien valía la pena cruzar el océano nadando.

Abordó entonces, después de esperar un par de horas para la conexión, descarapelando de su mente la melancolía azteca para repintarse con un nuevo color ibero, con retoques de los besos de su "malagueñita".

Ni por un solo segundo quitó la mirada de la ventanilla. Sonreía a cada kilómetro que avanzaba hacía los brazos de Raquel. La nostalgia le hacía ver las montañas muy distintas a las de la Sierra en Mazamitla, y los recuerdos de sus noches de campamentos en la llamada "Suiza Mexicana" daba nuevos bríos a la nostalgia.

El vuelo culminó, Rubén bajó del avión y fue recibido por el aire salado y cálido del mar andaluz y lo llevó hasta la puerta del moderno edificio. Drásticamente los olores, la temperatura y el barullo cambiaron el ambiente marítimo. Él buscaba entre la gente a Raquel, con los brazos listos para abrirse y recibir en su regazo el calor de su lejano amor.

Pero nada. Caminó hacia las puertas y entre tanto abrazo, sonrisas y lágrimas, se sintió más extranjero.

Pensó en llamar, y recapacitó creyendo que sería una buena idea, aprovechando el despiste de ella, llegarle de sorpresa. Tomó un taxi y se dirigió hacia la calle Duque de la Victoria, hogar de su amada, justo en el corazón de la vieja Málaga.

El recuerdo de la Alhambra en Granada y su viaje de aventura de la mano de Raquel, vino a su memoria justo cuando vio a lo lejos el muro de la Alcazaba, aunque hermosas construcciones árabes, nunca se comparaban con la belleza de los ojos moros de su novia, quienes le esperaban a unos cuantos metros.

Bajó del coche, tomó su equipaje y pagó.

Con una sonrisa de oreja a oreja que no dejaba lugar a ningún rastro de añoranza por su patria tequilera, se acercó a la puerta y llamó.

Se balanceaba sobre sus tobillos impaciente, deseoso de hacer sentir a ella, la misma felicidad que sentía por el reencuentro después de seis largos meses.

Un hombre abrió la puerta. - ¿Sí? - cuestionó asomando apenas.

Rubén, vio a aquel hombre casi desnudo, despeinado y agitado. ¿Cuántas veces abrió él la puerta en esas condiciones? No dijo nada, volteó hacía la ventana donde se encontraba ella, hermosa, con sus rizos cayendo sobre sus hombros. Lo miró desde el balcón y con la mano dijo adiós.

Él comprendió todo. Tomó sus cosas y se fue.

Llegó caminando hasta un chiringuito sobre la playa. Se sentó y pidió un caballito de Tequila.

Lo bebió de un sorbo y sonrió

-Me encanta el tequila... pero sus ojos me vuelven loco-

Escrito en: Sorbos de café viaje, ella,, hacía, ojos

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