Sobre dos libros y la serendipia
La serendipia es una de esas palabras Tumblr. Los últimos años ha sido editada en infinidad de imágenes con plumas, estrellas, e incluso barquitos de papel. Pero, en resumen, por definición la serendipia es un 'hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual'.
Probablemente ya lo escribí antes en este espacio, pero soy de esas personas que cree que los libros llegan a tu vida cuando tienen que llegar. Y lo escribo de nuevo porque algo así me pasó en los últimos meses del 2020, con Bluets de Maggie Nelson y Tarantela de Abril Castillo.
Serendipia.
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Leí un fragmento de la traducción de Bluets, hecha por la maravillosa Isabel Zapata, en la revista Este País. De inmediato me sentí atraída por lo que pensé era una escritura melancólica: 'cuán a menudo he imaginado la burbuja de cuerpo y aliento que tú y yo formábamos, a pesar de que a estas alturas difícilmente recuerde como eres, apenas puedo imaginar tu cara'.
Y aunque no me equivocaba en la melancolía, el libro va mucho más allá.
En Jámpster, describieron Bluets como '[...] la escritura de una obsesión -que- desborda cualquier categoría estable y funda su propio género'. Creo que no podría existir una definición más precisa y perfecta para este libro escrito en 240 fragmentos. Maggie Nelson utiliza al color azul como una ventana a través de la cual nos asomamos al duelo por un desamor, a la soledad, al deseo, y a la memoria. Desde la vida de Nelson e, inevitablemente, desde la propia. Bluets es el regreso de un viaje en el que años atrás te enamoraste gracias a un libro, y ahora esperas que el hechizo se revierta, sintiendo como la magia de ese amor único se desprende poco a poco de tu piel: 'Porque desear olvidar cuánto amaste a alguien -y luego, de hecho, olvidarlo- puede sentirse a veces como el sacrificio de un pájaro hermoso que escogió, por pura gracia, hacer de tu corazón su casa [...]'.
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A Tarantela llegué gracias al último newsletter del 2020 de Paola Carola. Recuerdo que lo que me atrapó de la recomendación fueron las palabras 'es un libro sobre la historia familiar, pero también sobre el corazón roto de la protagonista y sobre un color azul muy particular, el azul Prusia y todo lo que carga consigo'. Pensé en Bluets y sus tonos de azul, y pensé en mi propio corazón roto porque, como muchas otras familias del país, la mía acababa de perder a alguien debido al COVID. Lo compré en Kindle inmediatamente y lo leí completo, envuelta en cobijas, mientras escuchaba a la nieve caer.
Tarantela es una de esas historias que se escriben porque hay algo que necesita sanarse. La magia ocurre cuando no sólo sana a su autora, sino a los lectores que llegan a su paso. La pregunta que detona a la novela es '¿Cuándo nuestra historia personal resulta inseparable de la historia de nuestra familia?'. La narradora trata de encontrar la respuesta a la maldición que atrapó a su familia cuando murió su tío Jano, víctima de un accidente con veneno para ratas y de una tristeza impenetrable, casi más peligrosa que la sustancia que lo originó todo. Tarantela es aprender a comprender la tristeza de los otros, y encontrar compasión para ellos, y para nosotros, en el camino: 'Para dejar de sentir algún dolor fantasma, hay que invocarlos a todos. Verlos, tocarlos, regresarlos de la muerte. Nombrarlos. Hay que hacer lo que sea necesario antes de poder reconocernos otra vez en el espejo [...] Eso hace el tiempo también. Cura o desangra. Eso hace una familia, reintegrar con lo que queda vivo para sanar el hueco que deja una ausencia'.
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Tarantela y Bluets me recordaron lo que había aprendido con Joan Didion, y en algún punto del camino, inmersa en el dolor que trae la muerte y el cansancio, olvidé: el arte sana, siempre. Quizá lo que me ocurre a mí con la literatura es lo mismo que le ocurre a los demás con la música, con la pintura, con el cine. Hay que aferrarnos a estos momentos de serendipia, hay que seguir esperándolos.