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El último chance de rectificar el rumbo

GUADALUPE GALVÁN

Durante cuatro años, el Partido Republicano desapareció, absorbido por un huracán llamado Donald Trump.

Popular como no lo eran los republicanos, Trump se volvió el partido, que en estos cuatro años cerró filas con el candidato improbable, ese del que en las primarias se burlaban y que nadie pensó llegaría a la Casa Blanca.

Pero llegó, y sirvió para impulsar un partido que parecía ir a la deriva. No dudaron en apoyarlo en sus declaraciones más explosivas, en sus políticas antiinmigrantes y al final, lo siguieron a sus posiciones de derecha más radicales. En el primer juicio político, cerraron filas en torno a él y su mayoría en el Senado evitó que el mandatario fuera destituido.

Poco importó que Trump golpeara la democracia, o que el país se mostrara cada vez más dividido, más herido. Ni siquiera dudaron en respaldarlo -o en guardar un silencio cómplice- en sus acusaciones de fraude electoral sin pruebas.

Pero el 6 de enero rebasó los límites. Pasará a la historia como el día en que, por primera vez, un presidente de Estados Unidos arengaba a una multitud ya de por sí enardecida para que fuera al Capitolio a "luchar" por él, a mostrar a los "débiles" republicanos cómo se defiende una causa o, en este caso, a él.

La violencia sin precedentes fracturó el cierre de filas. Y ahora que Trump va a un segundo juicio político, por "incitar a la insurrección", la pregunta es: ¿Qué van a hacer los republicanos?

Si dejan pasar lo ocurrido, estarán aceptando en los hechos que cualquier dirigente aproveche su poder o su popularidad para pelear por la vía violenta lo que no logre por la vía legal/electoral. Trump empoderó, pero no creó, a esos grupos radicales violentos que han organizado protestas, y que se dejaron ver en el Capitolio. Trump es sólo el síntoma, la enfermedad ya venía de tiempo atrás.

Esta puede ser la oportunidad de los republicanos para iniciar un nuevo camino, desmarcarse del Trumpismo y demostrar que, antes que a cualquier personaje, su defensa es a la democracia estadounidense.

No se trata sólo de ponerle un freno a Trump, quien todavía en estos momentos puede, si así lo desea, buscar de nueva cuenta la presidencia. La mitad del país votó por él, eso es algo que los políticos en EU no pueden olvidar. Se trata de empezar a combatir todo lo que Trump representa: todo el odio, el rechazo al diferente, el yo primero...

En este sentido, el papel del líder de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, será clave. Tras cuatro años de fe ciega en Trump, finalmente tuvo que desmarcarse y aceptar, para disgusto del mandatario saliente, que Joe Biden ganó, y que había que darle vuelta a la página.

¿Qué hará en el juicio? Como líder, lo que él haga y diga seguramente tendrá eco entre los demás legisladores en la Cámara Alta y puede, aunque parece improbable, inclinar la balanza. Esto no es sobre Trump, sino sobre hacia dónde quiere ir Estados Unidos.

Para bien o para mal, Trump marca el inicio de la administración Biden. Como si no tuviera suficientes desafíos por delante -una pandemia fuera de control, tensiones raciales al rojo vivo, demasiado rencor, odio, el rechazo de la mitad de los estadounidenses que no lo votaron-, tendrá la atención dividida de un Senado que debe decidir si convierte a Trump en el primer presidente declarado culpable en un juicio político mientras, al mismo tiempo, revisa a los nominados de un gabinete sin el cual el nuevo gobierno no podrá arrancar. Es mucho lo que está en juego. ¿Estarán los republicanos a la altura esta vez?

Escrito en: GUADALUPE GALVÁN Trump, republicanos, cuatro, juicio

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