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MARCO LUKE

Mi destino: tu nombre

SORBOS DE CAFÉ

Mi destino: tu nombre

Mi destino: tu nombre

MARCO LUKE

Aún no he encontrado un paisaje tan bello como aquel.

Todavía siento mariposas dentro de mi cuando estoy a punto de llegar a la cima de la colina, en ese sitio donde las afueras de la ciudad me regalan una postal única.

La adrenalina comienza a darle dosis de éxtasis a mi corazón conforme se van asomando las montañas azuladas en el horizonte.

Después, esos mismos cerros van mostrando sus faldas, y bajo de ellas, se extiende un valle de color ámbar, que, a lo lejos, pareciera un enorme pajar.

Sobre esos campos, algunos se atrevieron a construir al azar unas cuantas cabañas que invariablemente tienen sus chimeneas humeando. Se antoja una atmósfera acogedora, con una luz amarillenta proveniente del fuego envolviendo las paredes de madera.

Y es ahí donde recuerdo tu cuerpo, en el mismo instante en el que el camino queda detrás de mí, como dejamos aquella noche el último retazo de tu recato.

Cuando por fin dejamos la cinta asfáltica para desprendernos de la modernidad y escondernos en el único lugar donde las luces de la ciudad no nos persiguieran.

No hubo opción, pero tampoco mejor decisión: desnudarnos en medio de la nada para acariciarnos todo.

No tuvimos otra elección que amarnos primero antes de conocernos, aunque fuera lo mínimo indispensable. Por lo menos sabía tu nombre, y me hiciste entender, que así se llamaba mi destino.

Nos sobraba oscuridad, ya no era necesaria ahora que los riesgos de prohibirte desnudarte frente a mis ojos, se encontraban en la frontera vigilada por el vaho empañando los cristales.

Por fin, la luz de la luna dibujaba unas líneas sobre los asientos del coche, y comenzamos el protocolo, por principio de cuentas, me obligó tu cabello cayendo sobre tus hombros desnudos, a conocer antes nuestras pasiones que nuestros defectos.

Los pasos del miedo dejaron de escucharse sobre los pastizales del campo solitario, o tal vez mis odios ensordecieron con la música de tu respiración envolviendo a la improvisada habitación sobre ruedas.

Tu tierna apariencia, no correspondía a la agilidad de tus sentidos dando cátedra a mi farsante postura de macho dominante, así como también tu pasado auxilió para desprenderse absolutamente de todo, y de paso, de lo mío.

Por un momento creí que tal vez quien debía huir era yo, hasta que caímos en un armónico desahogo junto con nuestras espaldas sobre los asientos, supe que nunca hubiera podido escapar de ti.

Nunca podré, porque la fotografía de esa tarde, quedo inmortalizada en el horizonte invernal de mi ciudad.

Escrito en: MARCO LUKE Sorbos de café esos, envolviendo, dejamos, ciudad

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