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... Y retiemble el sistema

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RENÉ DELGADO

Cuando intempestiva o artificialmente un asunto, algún problema, desafío o enredo desplaza a otro sin concluir o resolverse ninguno, se puede pensar que se vive un cambio de época y, en el accidentado tránsito, el vértigo domina. Se puede pensar eso o que, más allá de buenas y malas intenciones, talla, fuerza, peso e inteligencia de los actores políticos no dan para replantear los pilares del régimen político y el modelo económico y se corre el peligro no de zurcir, sino de deshilvanar el tejido nacional.

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El repaso de la semana deja un regusto inquietante. Durante ella se abordaron cuestiones sustanciales y accesorias sin el menor orden, prioridad ni jerarquía, como si todas fueran igualmente importantes. Y ese nutrido índice del temario nacional no habla de heterogeneidad y riqueza del debate, sino de homogeneidad y pobreza de la discusión.

¿Cuáles fueron los temas? La postura aldeana ante un fenómeno global como el de las redes sociales. El error de "Sí por México" al encargar su idea de país a una oposición irremediable. La postulación de candidatos a la cartelera del Blanquita, al cártel de Almoloya o a la rancia nomenclatura que controla los partidos. La manifiesta reafirmación del Presidente en sus convicciones, sin reparar en las razones. El uso o no de cubrebocas como absurda postura política. El ánimo de consultar la reforma a la industria eléctrica, sin disposición a moverle una sola coma. El pago en abonos de lo robado. Los depósitos en Andorra de los más grandes y voraces becarios del sistema. La campaña de vacunación sin vacunas. El aterrizaje en el nuevo aeropuerto como prueba de una hazaña o de la pérdida de piso y pista. El relevo de embajador ante el socio estratégico a la mitad del río Bravo. La inquietante amenaza inflacionaria.

Todos y cada uno de esos temas aparecieron y desaparecieron a lo largo de la semana sin concluir ninguno. Es posible desde luego que, en la lucha por impulsar y por frenar el cambio pretendido por el gobierno, la tensión neutralice los esfuerzos y, por consecuencia, los asuntos en juego queden a medias, suspendidos o empantanados, dejando a la nación en vilo.

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En el marasmo, la administración lopezobradorista no acaba de definir qué quiere y qué puede.

Si quiere, en verdad, poner a debate la regulación de las redes sociales, bajo propiedad y control de grandes corporativos extranjeros, no puede encarar un fenómeno global con el recurso aldeano de parchar una ley nacional. ¿Quiere entrarle al asunto, ganar presencia internacional y abanderar esa causa? Tendría entonces que definir y alinear su postura a fin de articular su actuación y convocar con la Unesco a un foro mundial sobre el asunto, llamando a especialistas, propietarios, usuarios y gobiernos. Ahí sí se podría dilucidar qué hacer con un asunto global con efecto local y, eventualmente, llegar a una convención internacional que diera marco a las legislaciones nacionales. Si no es así y todo se reduce a un fuego de artificio, a un engatillar el revólver sin disparar, ni sentido perder el tiempo y avivar la polarización.

Si la administración quiere reivindicar y reposicionar las empresas del Estado en el campo de la energía petrolera y eléctrica a como dé lugar, debe entonces renunciar a la idea de atraer inversión nacional y extranjera. El precio es ese. Cambiar las reglas del juego, a sabiendas de la incertidumbre jurídica que genera en la inversión, puede repercutir nocivamente en la frágil estabilidad financiera y dilatar aún más el rescate de la economía que, en el ámbito social, ya deja ver el efecto devastador de la epidemia. Si, aun así, la decisión está tomada, la administración debe asumir los costos, pero no jugar a imponer su parecer al sector privado, al tiempo de pedirle apoyo.

En todo esto, está claro que el mandatario no iba ni va a hacer a un lado sus convicciones. Difícil pensar que, a raíz de su enfermedad y convalecencia, se apartará de ellas. El problema no son sus convicciones, sino sus razones, la capacidad de entender las circunstancias y ajustar el proyecto para llevarlo sólo hasta donde se puede, sin hacerles pagar a quienes quiere beneficiar la terquedad de ir más allá de lo posible.

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Del lado de la resistencia es evidente el error cometido por "Sí por México" al entregar su plataforma a una oposición incapaz de entender el momento y ansiosa por sobrevivir a su extinción.

El documento "Van 10 soluciones por México: principios básicos de candidaturas de la alianza" presume algo que no tiene, no resuelve problemas y ni siquiera los replantea. Propone regresar al anterior esquema y retomar la ruta, como si aquellas fórmulas rezumaran tino y sabiduría.

Si a ello se añaden las candidaturas plurinominales del PRI y el PAN, es claro que el interés principal de la dirección de esos partidos es asegurarse un asiento en el Congreso y preservar la hegemonía, así como el control de su organización, si así se le puede llamar.

Si el medio es el mensaje, "Sí por México" se equivocó de medio y de mensaje. Nada más. Si, en verdad, los grupos aglutinados en esa organización quieren proponer una opción política, mejor armar su propio partido que tomar carros de alquiler. Ora que, si la idea sólo es oponer sin proponer, a ver cómo les va.

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El tiempo corre, se ha consumido más de un tercio del sexenio sin configurar el marco jurídico requerido, sin asegurar los cimientos del proyecto y, aun cuando hay algunos resultados (poco destacados), la administración no logra garantizar la viabilidad de los programas y las obras que tiene por emblema.

De seguir así las cosas, quizá, retiemble en su centro el sistema... pero no cambie.

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