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La victoria de Víctor

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SORBOS DE CAFÉ

La victoria de Víctor

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MARCO LUKE

Una ventisca de aire helado le hizo despertar.

Sin abrir los ojos y al sentir el cuerpo de uno de su docena de compañeros durmiendo en una misma cama, casi desnudos, lo devolvió bruscamente a la realidad.

Escuchó, casi de inmediato, la corneta militar aunada al grito de uno de los Capos entrando a la barraca, imponente, amplificando con sus botas negras y bien lustradas, el sonido del hielo sobre el piso.

Un abrigo de paño le cubría del inclemente frío, y sin miramientos azotaba su fuete sobre la poca piel que colgaba de los huesos de los prisioneros.

Víctor, fue de los afortunados que sólo tuvo que soportar el castigo del helado invierno sobre sus huesos, se acomodó su uniforme de rayas viejo y roto, como él.

El capo gritaba las instrucciones del día y seleccionaba a los más débiles para las tareas más arduas; detectaba a los enfermos, difícil tarea cuando todos estaban muertos en vida, para enviarlos a enfermería, que más parecía una morgue.

Víctor aún conservaba la estela de su sueño.

Sonrió al recordar a Raquel, sonriéndole a su vez, mientras caminaban tomados de la mano a través de un prado lleno de flores y el sol calentando sus cuerpos.

Volvió a soñar, pero esta vez despierto. Un privilegio que pocos podían presumir dentro de un campo de concentración.

-¿Cuál es la gracia, estúpido?- Nuevamente lo despertó la voz del capo pero esta vez salpicando saliva sobre su rostro.

Víctor no contestó, sólo apagó la sonrisa.

El capo, apodado el diablo, famoso por ser el más sanguinario en Auschwitz, lo tomó del brazo para llevarlo fuera de la barraca donde sin esfuerzo, lo puso de rodillas y azotó su fuete una veintena de veces sobre la espalda lacerada por las llagas del frío.

Víctor no lloró. Nadie lo hacía ya en Auschwitz. Ningún ser humano podría desahogar con lágrimas el sufrimiento infernal del yugo nazi.

No satisfecho con el castigo, el diablo lo despojó de sus viejos y rotos zapatos. Todos suspiraron en silencio, sabían lo que significaba tal escarmiento.

Caminaría el resto del día descalzo, y si lograba llegar a la noche, le devolverían el calzado, si no, que era lo más probable, lo trasladarían a la enfermería donde arrancarían con pinzas sus dedos gangrenados; lo que precedía a su invalidez, sería la muerte.

Víctor, cerró nuevamente sus ojos, le sonrió nuevamente a Raquel y jamás volvió a sentirse preso... a pesar de su destino.

Escrito en: La victoria de Víctor casi, nuevamente, helado, capo

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