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El menos común de los sentidos

Les debemos todo

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EDUARDO RODR?GUEZ

La protesta social ha sido uno de los principales instrumentos de las mujeres y otros grupos vulnerables para conseguir, en distintos momentos y escenarios, mayores espacios políticos, sociales, económicos y jurídicos en la sociedad.

Hace un año vimos un movimiento sin precedentes en nuestro país, la marcha del 8 de marzo del 2020 sacudió a mujeres y hombres en todo México, la finalidad era muy clara: crear conciencia sobre el valor de las mujeres de todos los orígenes en la sociedad y en la economía al tiempo de llamar la atención sobre los bajos salarios que reciben ellas por tareas similares a las de ellos, las desigualdades que experimentan, además de su sobre exposición al acoso sexual, discriminación y a la inseguridad laboral.

Después de un año, una conclusión pudiera ser que la pandemia frustró la oportunidad de que las cosas cambiarán más rápida y contundentemente. Desde hace mucho tiempo las mujeres han estado encargadas del funcionamiento de los hogares, del crecimiento de las familias, de la crianza, de la educación y de la salud mental y física de los hijos. Es decir, ellas están a cargo de todo lo que sostiene la economía y a las sociedades de todos los países, realizan los trabajos más complicados pero que suelen ser menospreciados, invisibilizados y muchas veces no remunerados... la titánica tarea de ser mujer, madre y jefa de familia pocas veces es reconocida y prácticamente nunca se monetiza.

Y es que este no es un problema tan sencillo de resolver, la desigualdad de género es tan cambiante y multifactorial que bastaría con cambiar de ciudad o de municipio dentro de Durango para tener dos escenarios distintos. Lo mismo pasa a nivel nacional y mundial.

Lo que sí es constante es eso que Mosqueda denomina "el simple hecho de ser mujer". A las mujeres desde que son niñas les dicen que para salir adelante hay que esforzarse el doble que los hombres, que tienen que "echarle ganas para verse bien y lucir bonitas" y que, a los papás, hermanos o cualquier figura masculina que vaya de paso, hay que servirle y atenderle. ¿Realmente ha rendido frutos esforzarse el doble que los hombres? ¿Por qué encasillar los objetivos de una mujer a "verse bien o lucir bonita"? ¿Servir y atender es la única forma de cumplir el "mandato" que significa haber nacido mujer?

Es difícil enunciar el total de complicaciones que enfrentan las mujeres para salir adelante cuando vivimos en una época donde los espacios laborales están garantizados para 9 de cada 10 hombres que buscan un empleo, pero solamente 4 de cada 10 mujeres pueden encontrar oportunidades. Desde el Congreso se regodean al hablar de paridad, pero en el día a día es inexistente.

En pleno 2021 aún se espera que las mujeres cumplan un rol secundario en el mercado laboral y uno principal de cuidados en las familias; aún se asume que su lugar primordial está en las casas. Las estadísticas indican que el sistema de género ha cambiado sólo parcialmente: las mujeres han ingresado en mayor medida al "mundo masculino", que los hombres al "mundo femenino". Y para aquellas que han encontrado empleo, les ha generado jornadas dobles de trabajo: la remunerada y la doméstica.

Las mujeres son quienes garantizan los cuidados del hogar y de la familia, al dedicar más del triple del tiempo a estas labores que los hombres, y generalmente lo hacen sin remuneración y en condiciones inseguras. Esto se refuerza con la falta de legislación y políticas públicas que ayuden a modificar estos patrones, por ejemplo, la duración de las licencias por maternidad frente a las licencias por paternidad.

Más allá del efecto económico y sanitario que esta pandemia está teniendo sobre la población, en México y en el mundo el resultado sobre la equidad de género desde la perspectiva laboral es preocupante. La lucha por la equidad, bienestar y erradicación de la violencia contra las mujeres es una batalla continua que debe interesarnos e involucrarnos a todos.

Este próximo 8 de marzo tenemos el escenario puesto para que esa protesta social se materialice en espacios que permitan e incentiven la participación ciudadana no sólo de las mujeres. México es un país de desigualdades sociales, no solo entre clases, sino entre géneros; aún nos falta mucho por hacer, pero hoy es un gran momento para reflexionar y actuar; al cambiar nosotros, cambia nuestro entorno. ¿En que México queremos vivir? ¿En qué México queremos que crezcan nuestras hijas e hijos?

@eduardguezh

Escrito en: El menos común de los sentidos mujeres, México, género, espacios

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