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OMAR ORTEGA SORIA

Hoy en día es indiscutible la relevancia que han cobrado las redes sociales. El que tengamos más formas de conectarnos a internet, dispositivos accesibles y más alfabetas digitales ha generado un salto abismal en el número de personas que usamos redes sociales. Hace tan solo 15 años eran contados los que navegaban en internet; además, era muy diferente a lo que conocemos hoy, desde la velocidad de conexión, la facilidad de uso o el tipo de información que estaba disponible.

Con las excepciones que implica vivir en un país con desigualdad, la llegada de los teléfonos inteligentes ha hecho que una gran cantidad de mexicanos tengamos acceso a redes sociales, produciéndose una nueva dinámica que va mucho más allá de compartir información cotidiana con amigos y familiares: ya no es tan solo una red intima donde compartimos la comida que nos gustó, la serie que estamos viendo, nuestra visita al gimnasio, las vacaciones o nuestros logros familiares, académicos o laborales.

Ahora también se convierte en un importante escaparate para todas las empresas (desde el emprendimiento más pequeño hasta las grandes transnacionales), una plataforma para los medios de comunicación, una forma de aglutinar personas conforme a sus intereses, una herramienta de entretenimiento, información y debate, o incluso un puente entre la ciudadanía y el Gobierno. En pocas palabras, las redes sociales son puntos de encuentro, como lo pudiera ser una plaza pública.

De ahí que las redes sociales también han sido aprovechadas con fines electorales. Si hace algunos años eran contados los políticos que contaban con perfiles en redes sociales, hoy es raro quien no aprovecha estos espacios. Quien tiene más seguidores, más comentarios y reacciones en sus publicaciones, quien gana las encuestas digitales, que publicaciones son replicadas por los medios tradicionales, que transmisiones en vivo tienen más alcance, quien le invierte más a la publicidad o incluso los personajes parodia, troles o noticas falsas ya son datos y fenómenos que nos son cotidianos y familiares.

En el contexto del Covid-19 y la proximidad de las campañas electorales, las redes sociales pueden ser los grandes campos de batalla entre las candidaturas; al mismo tiempo es una gran oportunidad para que los ciudadanos obtengan las bondades de interacción. Al tener información de primera mano y poder cuestionar y contrastar, por ejemplo cualquier ciudadano podría preguntar sus inquietudes directamente a las candidaturas. De ahí la importancia de que estas mantengan un diálogo abierto y que sea un debate propositivo que abone a nuestra democracia.

Elevando la calidad del debate, nos alejamos de conductas indeseables, como pueden ser las noticias falsas, campañas de difamación o de violencia. Es decir, que, en términos ideales, las redes sociales sean espacios propositivos, y si no es así, que la ciudadanía cuente con las herramientas necesarias para evitar dichas conductas. Al mismo tiempo, las autoridades electorales también tendremos la oportunidad de aprovechar de mejor forma las redes sociales, brindando información en tiempo real, con un lenguaje simple y, por supuesto, confiable.

Si bien es cierto no existe una regulación expresa para las redes sociales, esto no significa que sean tierra de nadie. Las autoridades electorales ya hemos dado muchos ejemplos de esto, ya sea al fiscalizar los gastos que hacen las candidaturas y partidos políticos en redes sociales, al sancionar propaganda indebida o incluso al estar en estrecha colaboración con dichas plataformas para identificar noticias falsas.

* El autor de esta colaboración es consejero del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana del Estado de Durango (IEPC).

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