Editoriales

El menos común de los sentidos

¿De qué trata el populismo?

El menos común de los sentidos

¿De qué trata el populismo?

¿De qué trata el populismo?

EDUARDO RODRÍGUEZ HERRERA

El populismo se alimenta de oportunismo, ignorancia, pobreza y fanatismo. No es una casualidad que sea tendencia a nivel mundial la transformación de las sociedades a esta forma de gobierno a través de la democracia, aunque una vez que llegan al poder, los populistas transforman los gobiernos liberales en dictaduras.

El populismo en el mundo tiene su razón de ser depositada en sus más fervientes seguidores: los pobres. ¿Por qué? Sencillo. Ser pobre significa ser sujeto de todas las atenciones, regalos y beneficios del clientelismo electoral. De esta manera, el populista crea su propio ejército, un batallón conformado por personas que reciben de una, dos o hasta tres entidades gubernamentales algún tipo de beneficio ya sea en efectivo o especie.

¿Cómo confían en la palabra del candidato populista sobre los demás? Fácil. Durante la campaña electoral invierte recursos para que su propaganda lo retrate como uno más de ellos, viajando en un coche "común y corriente", comiendo en la fondita de la esquina como cualquier trabajador promedio, y los más cínicos lo siguen reproduciendo en su comunicación oficialista una vez que ya ostentan el mando.

Lamentablemente, quienes votan por él ignoran que el populista no aspira a sacar a los pobres de su pobreza. Por el contrario, este quiere que el ejército de necesitados sea cada vez más grande y en ello radica su llamado a la austeridad; pretende a través del ejercicio público generar un empobrecimiento nacional. La denominada "austeridad republicana" tiene como piedra angular la sentencia: "nadie debe ganar más que el presidente"; de tal suerte que enaltece el preciado lugar del pobre y estigmatiza el ascenso social por medio del esfuerzo y el conocimiento.

Los pobres por su condición no deben preocuparse por estudiar, mejorar su empleo, aprender nuevas habilidades que se traduzcan en un mejor salario; nada de eso, para eso existe el Estado, paternalista y proveedor, para transferir becas, apoyos a fondo perdido, despensas y cualquier dádiva que mantenga esclavizado al acreedor. El populista prefiere intervenir y saquear las cuentas del erario público antes de permitir que el pueblo trabaje para conseguir algo de comer; elige regalarles dinero antes de darles herramientas para autoemplearse, porque generar riqueza es sinónimo de rapiña y los únicos rateros son los empresarios, los que abusan de la necesidad de la gente, no les pagan un sueldo por su trabajo, sólo los explotan.

El populista exacerba la sensación de desigualdad al mismo tiempo que compra calzado de más de veinte mil pesos, asigna millones de pesos en contratos a sus amistades y se apropia de empresas al borde de la quiebra.

Sin embargo, los argumentos no pretenden defender el neoliberalismo. La dinámica de la pobreza en México durante las décadas de políticas neoliberales es tan insatisfactoria como la desigualdad de ingresos. A diferencia de la tendencia mundial, la pobreza por ingresos en México hasta el año 2018 es tan alta en porcentaje (48.3 por ciento) como lo fuera hace 26 años, pero equivalente a 20 millones más de personas en esta situación según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

El debate no es entre neoliberalismo o populismo; más bien, debe estar centrado en la reducción de la pobreza a través de la creación de empleo y oportunidades para todas y todos, dejando claro que no es función del Estado generarlo directamente, sino facilitar las condiciones para que la inversión privada, en los sectores productivos de la economía, garantice la oferta de trabajo.

Voltee a donde desee y observe las conversaciones entre familiares, amigos y colaboradores de trabajo, de manera presencial o en redes sociales; la polarización orquestada por el populista conlleva al desencuentro y se materializa en violencia en todas sus presentaciones. Es necesario reflexionar y deducir que ninguna filosofía económica nos sacará adelante por sí sola; es preciso aseverar que ninguna causa ideológica es más importante que nuestro bienestar; que no necesitamos hacer largas filas o asistir a marchas para merecernos algo y que cada uno es capaz de cambiar su propia historia. Qué irónico: quien pregonaba en su campaña que "primero los pobres" está generando miles más.

Señor, la solución no está en repartir lo ajeno, sino en aumentar la creación de lo propio.

Twitter @eduardguezh

Escrito en: El menos común de los sentidos populista, pobreza, todas, través

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Editoriales

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas