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VANESSA BARDÁN PUENTE

Dicen que antes de nacer, cada ser decide venir a la tierra a vivir sus experiencias, y elige a las personas que lo van a ayudar a lograr su evolución. Algunas de esas almas se encuentran desde nuestro nacimiento y se llaman hermanos. Son viajeros de un mismo coche, unos van conduciendo, otros de copiloto y otros en el asiento trasero, pero todos viajan en el mismo auto.

Karmicamente en su mayoría, la familia son personas con las que no resolviste trabajos pendientes en vidas anteriores y te los vuelves a encontrar, por eso hay familias disfuncionales y el trabajo debería ser encontrar el modo de solucionar o terminar esas relaciones destructivas, para no tenerlos en la siguiente como padre, madre o hermanos, dejar mejor cada relación para que en la que sigue no vuelvan a ser relaciones punitivas de terror.

Encontrar nuestro lugar en la vida tiene que ver con, si fuiste el primer hijo, el segundo, el tercero o el número diez, hay igualdad y jerarquía, cada uno de los hermanos es igual al otro, ninguno es más importante ni especial, porque cada uno viene a cumplir su rol dentro de la familia, para sanar lo que deba ser sanado, cada uno tiene su propia tarea para llevarle al clan la información que necesita ser trascendida y debemos respetar su proceso, porque fue su elección para trabajar por y para el clan, ellos se limitan a cumplir al pie de la letra el guion que elegiste para que puedas evolucionar tal y como tu alma necesita.

Los hermanos, se trata de una relación curiosa que se mueve entre la complicidad y la competitividad, lo común y lo diferente, el amor y el odio, son una de nuestras relaciones más largas y significativas en nuestra vida. La relación que sostengo que mis hermanos y hermanas es la forma en cómo me relaciono con compañeros y amigos, cuando tengo un vínculo sano con mis hermanos, mis relaciones laborales y amistades son sanas.

Los hermanos son una bendición y aprendizaje, los mayores abren espacio para los menores, nos enseñan a compartir y a establecer la primera relación de igual a igual, nos enseñan que no somos el centro del universo y con ellos hacemos alianzas y travesuras inolvidables. Los celos entre hermanos son inevitables, especialmente cuando el hijo mayor ha estado solo mucho tiempo y se anuncia la llegada de un hermanito.

Como todo en la vida, los celos entre hermanos generan consecuencias negativas, pero también positivas. La rivalidad con los hermanos es normal y necesaria; es casi una condición inherente. ¿Cuál es el origen de esa competencia? La respuesta es elemental: la lucha por el amor de los padres.

Un hermano (y es obvio para cualquiera que no sea hijo único) resta momentos de encuentros afectivos con la madre y el padre. La envidia es un sentimiento que dentro lleva un componente de odio, frustración y enojo, porque el otro tiene justo lo que yo quería, ¿porque él y yo no? es la sonada pregunta que suele tener su origen cuando los padres comparaban a hermanos. Si te preguntas quién era el hijo preferido de tu papá o tu mamá cuando eras niño, ¿puedes identificarlo? seguramente sí, aunque tus padres respondan que siempre los quisieron por igual y no manifestaban predilección por alguno en especial.

Aspectos tan profundos como la personalidad o los gustos, o tan externos como los rasgos físicos o la ubicación entre sus hermanos, puede ser la razón por la cual los padres se sienten más apegados o tienen más afinidad por un hijo en especial, lo inapropiado es demostrar esa predilección sin cautela, haciendo una clara diferencia entre los demás. Lo importante no es luchar contra un sentimiento innato y difícil de modificar, ni tratar de justificarlo, porque se empeora la situación, ya que los hijos que no se sienten preferidos pueden percibirlo como falta de amor y eso afectar su autoestima y las relaciones con sus hermanos y sus padres.

Comparar a los hijos es una forma de abrir brechas y fomentar odio en la propia familia. Los excesos de amor por uno de los hijos no generan problema de por sí, el problema es el descuidar a los otros o hacer un trato marcadamente diferencial y negativo. Lo que se necesita es tomar conciencia de esta situación y admitirla para poder equilibrar las conductas y evitar las injusticias, un buen padre se puede medir por la calidad de vínculo que establece con cada uno de sus hijos.

Cada hijo es distinto, cada uno trae un regalo especial a la familia, uno a lo mejor su alegría y su disfrute de la vida, otro su sensibilidad y humanismo, otro su inteligencia y creatividad, otro su determinación y optimismo, otro su serenidad y su paz. Culturalmente se exige a los padres ecuanimidad, justicia, madurez y, en resumidas cuentas, ser padres perfectos. Pero esto es teoría.

En la práctica se trata de seres humanos imperfectos, intentando hacer las cosas lo mejor posible, enfrentándose a la complejidad de una relación parental confrontada con toda la complejidad personal. Nuestra chamba como padres debería ser: conocer su temperamento y personalidad, descubrirlos (nadie ama lo que no conoce) favorecer la armonía, el compañerismo y amor entre los hermanos ya que es una inversión emocional a futuro.

Evitar comparaciones es indispensable para no agudizar las diferencias y así no fomentar las rivalidades entre ellos. Resulta importante que los padres sean conscientes de su comportamiento con sus hijos, un trato igualitario es el punto de partida de la armonía en casa, eso por parte de los padres, nosotros como hermanos si queremos llevar una buena y sana relación nuestro trabajo es ocupar cada quien el lugar que nos corresponde, comprendiendo que cada quien tiene su lugar, aceptar el trato de nuestros padres hacia ellos, soltar el deseo de asumir el rol de padre, expresar las diferencias sin agresiones, sanar la rivalidad fraterna, amarlos como son, compartiendo como cómplices y amigos, mostrar afecto y solidaridad.

Tener un hermano o hermana es una amistad que dura para siempre son lazos de amor eterno y en nosotros esta que esto suceda.

Escrito en: CARIÑOTERAPIA cada, hermanos, padres, amor

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