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Fox y AMLO: corrupción e impunidad

El delirio de la polarización

Fox y AMLO:  corrupción e impunidad

Fox y AMLO: corrupción e impunidad

JOSÉ ANTONIO CRESPO

Al encabezar Fox y López Obrador una alternancia primeriza (del PAN y la izquierda respectivamente) despertaron grandes expectativas de cambio en diversos temas. Hay uno en especial en el que coincidieron en sus respectivas campañas: el combate a la corrupción y el fin de impunidad. Ambos lo pusieron como una meta prioritaria y esencial de su respectivo "cambio". La pregunta entonces es ¿qué tanto el gobierno de Fox, a partir de su origen electoralmente democrático y un partido tradicionalmente comprometido con la honestidad y combate a la corrupción, logró avanzar en ese terreno?

Y es que en un proceso de transición democrática, donde parte de las reglas e instituciones del pasado siguen operando y las de la democracia son incipientes, frágiles o que no existen aún, el hecho de que se haya logrado democratizar la vía de acceso al poder no se traduce automáticamente en la democratización del ejercicio del poder. De ahí la pertinencia de evaluar si en ese campo hubo avances y qué tan significativos fueron durante el primer gobierno de la alternancia en México. Fox fue, pues, insistente en su compromiso de limpiar la vida política nacional a través del llamado a cuentas de los abusos de poder del régimen priísta, así como de su propio desempeño en el gobierno a partir de la honestidad, la legalidad y la transparencia. Un compromiso moral con la nación, en otras palabras.

Siendo candidato, Fox señaló, como parte de su compromiso moral, que de ganar la Presidencia "lo primero que tendré que hacer será reconstruirla en términos de autoridad moral... Esa autoridad moral es muy sencilla de alcanzar... la dan la transparencia, la honestidad y la rendición de cuentas". Idéntico a AMLO. Una de sus ofertas electorales más importantes fue "Desarrollar un marco jurídico acorde con las condiciones actuales, para que la autoridad y los ciudadanos se conduzcan con legalidad, transparencia y honestidad... Nuestra premisa fundamental es la honestidad en el manejo de los recursos y su total transparencia" (A Los Pinos, 1999).

Dijo también: "No es posible contener la justa indignación social: los grandes corruptos del pasado, del presente y del futuro rendirán cuentas; no habrá para ellos borrón y cuenta nueva". Pero paradójicamente, el gobierno con más legitimidad democrática hasta entonces, con mayor legitimidad y respaldo ciudadano para llamar a cuentas a los corruptos del pasado y presente, se convirtió en el de mayor impunidad en los últimos años, incumpliendo su promesa.

En realidad, AMLO tampoco ha cumplido (ni probablemente lo hará) su compromiso de llamar a cuentas a los corruptos del pasado inmediato, salvo algunos casos paradigmáticos como a Emilio Lozoya y Rosario Robles cuya prisión tiene todas las características de la venganza personal (como hacía el viejo PRI). Lo que difícilmente veremos es que se llame a cuentas a cualquier aliado, subordinado o pariente de López Obrador, que quedan congelados previa defensa del propio presidente. En algo sí se parecen Fox y AMLO; en su incumplimiento de combatir seriamente la corrupción y poner fin a la impunidad. Seguiremos como siempre. Nada de cambio "real" ni "verdadero".

@JACrespo1

Dentro de los escenarios de polarización política, se crean espacios sociales proclives a la fantasía. La polarización se construye a través de narrativas que chocan y en esos choques se crean nichos de realidad que se vuelven fácilmente creíbles para sus habitantes. Repetir una mentira muchas veces no la hace verdad, pero si la vuelve creíble. Una de los fenómenos interesantes de la polarización es que lo que comienza como narrativas de pugna política acaban siendo creídas como verdaderas por sus simpatizantes e impulsores. La realidad se vuelve entonces sumamente subjetiva. Según el lado del péndulo en el que estás, se vive en el mejor o en el peor de los mundos, sin que exista en ninguno de los dos ninguna cabida para un análisis más profundo de la complejidad que involucra la realidad.

Este fenómeno ha pasado en muchos países del mundo, y en México se ha visto amplificado por la llegada de López Obrador a la presidencia. La polarización mexicana no fue inventada por AMLO, sino por una realidad social de desigualdad, corrupción y prepotencia. Sin embargo, el Presidente se ha apoyado en esta situación para crear un estilo polarizante que le ayuda políticamente. En ese contexto se han creado dos bandos que luchan por establecer su visión de la realidad. Por un lado los que creen que éste es el mejor gobierno de la historia y que se está transformando al país, y por otro los que creen que es el peor gobierno de la historia y se está replicando lo sucedido en Venezuela. Ambas visiones están sumidas en sesgos, filias y fobias y por lo tanto, la una como la otra comparten un espacio de existencia: la fantasía.

En el lado de los partidarios del Presidente, la certeza sobre la grandeza del actual régimen se traduce en varios tipos de deformaciones. Irónicamente, algunas de éstas son perjuiciosas para el propio gobierno. Una de ellas es la de los "queda bien". Existe un número importante de funcionarios y servidores públicos de Morena que buscan desesperadamente la atención y aprobación del Presidente. En las mañanas, juntan a sus allegados para pensar en ideas 'geniales' que puedan gustar al jefe máximo, ideas que puedan ir más allá de lo que incluso él hubiera imaginado. Su capacidad o sesgo a veces no les permite entender bien al Presidente y acaban haciéndole más daño que bien. En su afán por probarle algo, acaban demostrando su poca comprensión de la realidad.

Hay dos ejemplos recientes de este tipo de fantasía. El primero, es el del ex alcalde de Atlacomulco, Roberto Téllez Monroy, quien poco antes de dejar el cargo develó una estatua de Andrés Manuel López Obrador. Con su acción, el alcalde evidentemente logró atraer la atención del Presidente, pero no con los resultados que esperaba. En lugar de un aplauso acabó recibiendo una reprimenda. Algo parecido le sucedió al presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna, quién decidió escalar la pugna entre el Ejecutivo y el INE y presentó una denuncia penal contra los seis consejeros que habían votado en contra de la revocación de mandato. La ocurrencia de Gutiérrez Luna pudo haber tenido consecuencias graves. Ambos ejemplos demuestran lo nociva que puede ser la fantasía de la polarización, mezclada con un poco de poder político y una necesidad de llamar la atención o quedar bien.

Del otro del espectro, existe un sector de la élite económica mexicana que ha adoptado y se ha creído el discurso de que México se está convirtiendo en Venezuela. En lugar de asomarse a la ventana y ver la realidad han optado por observar el espejo y verse a sí mismos.

El México de unos y otros puede parecer incompatible, pero ambos lo viven como si fuera cierto. La polarización crea fantasías y esas fantasías crean nichos de realidad muy nocivos y a veces peligrosos. La realidad del país es compleja pero ciertamente está lejana de cualquiera de estas dos visiones. En todo caso, poco ha cambiado. Al contrario de lo que ambos lados piensan, este México se parece mucho al México de los últimos 20 años, para bien y para mal.

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