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La inflación y el aumento inexorable de las tasas de interés

Los cinco del 68

La inflación y el aumento inexorable de las tasas de interés

La inflación y el aumento inexorable de las tasas de interés

SERGIO AGUAYO

 C Onmemoremos los 100 años de Luis Echeverría Álvarez recordando que él representa al México de la opacidad y la impunidad al cual se ha enfrentado una sociedad que se empeñó y logró esclarecer quién había ordenado la masacre de estudiantes, soldados y civiles del 2 de octubre de 1968.

Las principales decisiones sobre la política de represión y cerrazón al diálogo con los estudiantes de 1968 las tomaron cinco varones, tres generales y dos licenciados. En las Memorias inéditas de Gustavo Díaz Ordaz nos enteramos -gracias a Enrique Krauze- de su pensar y sentir sobre los estudiantes: "hijos de la chingada", "parásitos chupasangre", "pedigüeños", "cínicos", "¡Carroña!". El presidente ordenó difundir la versión de que los estudiantes habían iniciado los disparos para provocar el caos y luego añadiría que deseaban hacer "suya la plaza de las Tres Culturas con el objetivo de tomar la Secretaría de Relaciones Exteriores".

El entonces Jefe del Estado Mayor Presidencial, el general Luis Gutiérrez Oropeza, redondeó la acusación diciendo en uno de sus dos paranoicos textos que cuando se apoderaran de la Cancillería los líderes del Movimiento formarían una "Junta de Gobierno, misma que en la primera oportunidad se pediría que fuera reconocida por países socialistas y comunistas".

El secretario de la Defensa, el general de división Marcelino García Barragán, estaba furioso porque se afianzó la versión de que el ejército había asesinado a sangre fría a civiles desarmados. Se desquitó escribiendo un largo texto que uno de sus nietos entregó en 1999 a Julio Scherer, director de Proceso. Entonces supimos la verdad sobre la masacre de Tlatelolco: por órdenes del presidente, el general Gutiérrez Oropeza envió "diez oficiales armados [a] los diferentes edificios que daban a la Plaza de las Tres Culturas [...] con órdenes de disparar sobre la multitud ahí reunida".

Se desconoce si el capitán Fernando Gutiérrez Barrios, director de la Federal de Seguridad, escribió memorias, pero contamos con los miles de informes que firmó. En ellos está la evidencia de que distorsionaba los hechos para culpar a los jóvenes y alimentar la paranoia presidencial.

El secretario de Gobernación de Díaz Ordaz es un caso aparte. Poco después de iniciada su campaña a la presidencia, Echeverría se desmarcó en noviembre de 1969 guardando un "minuto de silencio por los estudiantes y los soldados muertos en Tlatelolco". Cuando llegó a la presidencia decretó la creación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, que trajo consecuencias no buscadas para él. El Conacyt ha formado a miles de investigadores, algunos de los cuales contribuyeron al esclarecimiento de lo acontecido durante el 68 y la Guerra Sucia. Uno a uno, se fueron desgarrando los sudarios de silencio sobre el 68.

Echeverría es el único superviviente de los cinco varones del 68. Es, además, abanderado del hermetismo y la impunidad. Su actitud y métodos quedaron demostrados en 1998 cuando una comisión de diputados se presentó en su domicilio para interrogarlo sobre esos temas. El reportero de Reforma, Jorge Camargo, escribió una crónica memorable al respecto (4 de febrero de 1998).

Instalado en uno de sus equipales, relató a la multitud apiñada en un salón de su residencia los "antecedentes del 68, de la Guerra Fría, de sus viajes a China y Canadá, de las tendencias económicas mundiales, y se fue de largo... se pasó de largo. Divagó". Cuando terminó con su alocución, los representantes del poder legislativo pidieron que "salieran los periodistas e invitados para iniciar la sesión [formal] de preguntas". En ese momento Echeverría se levantó y dirigiéndose a los representantes del legislativo les propuso verse "otro día. Desayunamos mañana, cuando quieran, con la cabeza fresca... ahí me avisan." Nunca llegó ese día.

Echeverría cumplió 100 años creyendo salirse con la suya. Una y otra vez ha repetido que él no sabía nada sobre Tlatelolco, la masacre del 10 de junio de 1971 y la Guerra Sucia. Su versión es ignorada porque los gobernantes dan su versión de los hechos, pero la historia que termina prevaleciendo es la de los historiadores. En México hemos conquistado la verdad, pero falta justicia. Hacia Echeverría y los otros ex presidentes sigue la amnistía de facto.

@sergioaguayo

Colaboró Anuar Israel Ortega Galindo

En la siguiente Junta de Gobierno del Banco de México, que tendrá lugar el próximo 10 de febrero, es seguro que la llamada tasa de interés objetivo será incrementada del 5.5% a un porcentaje entre el 5.75% y el 6.25%, siendo el 6% lo más probable (a nuestro juicio). Dicha tasa objetivo es muy importante porque una vez que sea anunciada por el banco central se convertirá en la tasa de interés de referencia (el piso) para muchas variables financieras de la economía mexicana: desde las tasas correspondientes que privarán entonces para los diversos Certificados de la Tesorería del Gobierno Federal (CETES), hasta las tasas hipotecarias y de préstamos en general.

Pero es que el horno ya no está para bolillos, para decirlo en mexicano. La tasa anual de inflación de los precios de bienes y servicios en nuestro país es ya del orden del 7.4%, un porcentaje muy alto de acuerdo con los estándares a los que nos habíamos acostumbrado durante los últimos veinte años. Algo parecido sucede en Estados Unidos, pues su actual tasa de inflación (rayando el 7%) es la mayor que han enfrentado nuestros vecinos durante las últimas cuatro décadas. Desde 1982, cuando algunos de los lectores de esta columna quizás todavía no habían nacido, nunca habían registrado los estadounidenses una inflación de precios mayor a la que tienen ahora.

Así pues, las altas tasas de interés, con las que se pretenderá enfriar el ritmo de crecimiento de muchas de las economías del mundo, llegaron para quedarse por un buen rato. Con el agravante para el caso de las economías emergentes de cierta importancia, como la mexicana (o la brasileña, la rusa y la turca), que el incremento de sus tasas de interés deberá ser aún mayor a lo que debería corresponder, en principio, a sus propias tasas de inflación.

La razón de lo anterior es que el valor de las monedas de esas economías es altamente dependiente de los flujos financieros que se dan de un microsegundo al otro, literalmente, entre ellas y el resto del mundo. Por ejemplo, probablemente el banco central estadounidense (el Federal Reserve Board) incrementará paulatinamente su tasa de referencia en alrededor de un punto porcentual a lo largo de este año. Esto acarreará una presión adicional sobre el peso, la divisa mexicana; una presión que solo podrá ser enfrentada con una alza en nuestra propia tasa de interés, aun si se diera el improbable caso de que la inflación nacional ya estuviera disminuyendo en los siguientes meses. Para bien o para mal, la economía mexicana es una de las más abiertas del mundo, lo que obligará a nuestras autoridades monetarias a poner un ojo al gato y otro al garabato.

Al riesgo mencionado se deben agregar otros factores también probables que, de darse, serían aún más preocupantes. Este año, 2022, la economía mexicana tendrá un crecimiento de alrededor del 2%, la mitad del porcentaje que el gobierno sigue insistiendo que se tendrá. Además, la inversión, tanto privada como pública, seguirá cayendo, en línea con lo que ha sucedido desde principios de este sexenio. Y si prospera la absurda contrarreforma eléctrica que este gobierno pretende hacer, más nos valdrá a todos abrocharnos los cinturones de seguridad.

Escrito en: tasa, tasas, inflación, Echeverría

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