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País sin memoria

GABRIEL GUERRA CASTELLANOS

GABRIEL GUERRA CASTELLANOS

Les escribo desde un país, queridos lectores, que vive obsesionado. Basados tal vez en la vieja creencia azteca de los ciclos de 52 años tras de los cuales todo se destruiría, no solo no aprendemos de la historia, sino que parecemos obsesionados con negarla, con ignorarla. Y, por lo tanto, a repetirla.

Los últimos meses han sido de los más intensos de la vida reciente de México. Las campañas electorales, el periodo de transición y la todavía muy joven presidencia de Andrés Manuel López Obrador han ocupado menos de dos años, pero cualquiera podría creer que estamos hablando de décadas. En este maremoto de emociones, agitado y removido por las redes sociales, flotamos a duras penas mientras de un lado y otro, de la izquierda y derecha, surgen manos que nos quieren arrastrar al fondo.

Las precampañas y campañas fueron lo que suelen ser: codazos, empujones, retórica, propaganda y lodo. Mucho lodo. Nada que no hayamos visto antes, con dos excepciones: la ya mencionada amplificación de las redes sociales (incluyendo las cadenas de WhatsApp) y la manera en que las más obvias y ostensibles campañas de miedo fracasaron.

La jornada electoral y los días que le siguieron fueron como un oasis después de tanta confrontación. Amplia participación de los ciudadanos, mínimos incidentes, una muy correcta conducta por parte de todos los actores políticos relevantes (los candidatos perdedores, el presidente de la República, el ganador) y el alivio ante lo que parecía ser el final de la contienda.

Hoy, ocho meses después, nos encontramos de nuevo en pie de guerra. Gente enojada, discursos cada vez más duros e inflexibles, acusaciones y afirmaciones temerarias, Fake news a más no poder. Y lo más preocupante, para mí, la cada vez más honda brecha entre partidarios de uno y otro bando, ahora ya sin partidos ni candidatos de por medio. Todo se reduce, simplificando, a ser pro o anti AMLO.

Como en cualquier falso dilema, se propone el todo o la nada. No hay puntos medios. Quien critica al presidente es chayotero, quien algo le reconoce es chairo o "maromero". Personas generalmente pensantes e inteligentes caen en este juego de simplismos y descalificaciones, de manipulación de datos, de tergiversación de lo dicho o lo escrito. Vivimos en un país en el que la neutralidad, la objetividad, la crítica mesurada son especies en riesgo de extinción.

¿Quién es responsable de esta lamentable situación? Lo somos todos, queridos lectores. Cada vez que insultamos al que piensa diferente. Cada vez que compartimos "noticias" tan falsas que ofenden al que las distribuye, cada vez que caemos en el jueguito simplón de los propagandistas del blanco y negro, del bien y del mal.

Y culpa, mucha, la tienen los políticos, los que ganaron y los que perdieron. Unos parecen creer que su victoria representa un hito histórico, cuando en realidad solo señala el inicio de un ambicioso proyecto de cambio y transformación. Un muy válido y respetable intento que está apenas comenzando y que no les da patente de corso ni excusa para maltratar a quienes disienten.

Otros se comportan como si el veredicto ciudadano hubiera sido un espejismo, como si todo antes hubiera estado bien en este nuestro sufrido país, como si cada error y cada mala noticia fuera una creación del nuevo gobierno, como si México fuera tabula rasa sobre la que apenas ahora se empieza a escribir.

Ni unos ni otros tienen la razón, por supuesto. Hay muchas cosas rescatables del pasado, pero también muchas otras que tienen que cambiar. No todos los mexicanos que buscan conservar lo bueno son corruptos ni cómplices. Tampoco todos los que buscan y promueven el cambio le desean un mal a la nación.

Y es aquí donde importan tanto la historia, la memoria, el recuerdo de lo que fue. La trayectoria de las naciones no es una línea recta, ni una gráfica estadística. Es un conjunto de errores, aciertos, de actos heroicos y traiciones, de mezquindades y grandes actos de generosidad, pero sobre todo de matices, de pequeños y grandes actos y omisiones.

Como en la vida misma, las naciones se construyen de a poco. Haríamos bien en recordarlo y en dedicarnos más a eso y menos a la confrontación que todo lo destruye.

Twitter: @gabrielguerrac

Escrito en: Gabriel Guerra Castellanos cada, campañas, todos, tienen

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