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La eliminación de Prospera

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JESÚS MENA VÁZQUEZ

La eliminación del programa social Prospera, dirigido a elevar el bienestar de las familias en situación de pobreza y pobreza extrema en el país, marca un cambio muy fuerte en el diseño e implementación de políticas sociales contra la pobreza que se había venido llevando en México desde el sexenio de Ernesto Zedillo.

En el sexenio del Dr. Zedillo el programa se llamó Progresa y tuvo cambios de nombre y diseño a lo largo de los tres sexenios siguientes, hasta que en el periodo de gobierno de Enrique Peña Nieto se denominó Prospera. A lo largo de estas dos décadas, el programa guardó sus características esenciales: ofrecía transferencias condicionadas para los beneficiarios, quienes a cambio mantenían a sus hijos en la escuela por más tiempo, especialmente a las niñas; además, los beneficiarios tenían acceso a un componente de salud que daba seguimiento en salud a los miembros de la familia y también ofrecía pláticas preventivas para mejorar las condiciones de salud en las familias beneficiadas. El diseño original del programa incluía un componente de alimentación, que significaba la entrega de dinero a las familias para mejorar su ingesta de alimentos.

El programa tenía como ancla conceptual el enfoque de capacidades, concepto desarrollado desde la década de los ochenta y noventa por Amartya Sen y por el cual se hizo merecedor al premio Nobel de Economía, y también por Martha Nussbaum. El enfoque de capacidades, expuesto de manera muy simplificada, argumenta que los individuos tienen más libertad si cuentan con la capacidad de elegir entre más opciones de vida efectivas; precisamente el desarrollo de "capacidades" es lo que ofrece a los individuos la posibilidad real de escoger entre más opciones de vida.

Así, las transferencias condicionadas se volvían un medio para lograr que las niñas y niños de familias en condiciones de pobreza y pobreza extrema tuvieran más educación y salud, con lo que, se argumentaba, podrían incorporarse al mercado laboral en mejores condiciones para obtener mayores ingresos y con eso lograr salir de su condición de pobreza. La principal crítica a este tipo de programas es que dependían de que el crecimiento económico creara los trabajos para incorporar a los beneficiarios, ahora con mejores credenciales académicas. Lamentablemente, la economía de nuestro país ha tenido un desempeño muy por debajo de lo deseado en las últimas tres décadas y, por lo tanto, las oportunidades laborales que esperaban los beneficiarios de este tipo de programas, nunca se cristalizaron.

Aún con todas las críticas que se le puedan hacer a este tipo de programas, cumplían una función muy importante para las familias, sobre todo para aquellas en pobreza extrema, que era apoyar en la estabilización del consumo en el hogar con los apoyos que entregaban y también ayudaban a que las niñas y niños de estas familias se mantuvieran en la escuela por más tiempo. A lo largo de sus dos décadas de existencia, el programa se replicó en muchos países y obtuvo premios a nivel internacional por su diseño y rigurosa evaluación. Es posible afirmar, a reserva de verificarlo, que ha sido el programa más evaluado en la historia de la política social de México.

Ahora, todo este esfuerzo de décadas se ha borrado sin más y en lugar de poner en contexto el programa y sus logros y debilidades, el nuevo gobierno ha optado por cortarlo de tajo, como muchos otros programas e instituciones, para redirigir sus recursos a los nuevos programas sociales del gobierno federal y al mismo tiempo dejando a muchas familias beneficiarias de Prospera en una situación de vulnerabilidad. Espero que los nuevos programas sociales sean tan rigurosos en su diseño y evaluación como lo fue en su momento Progresa.

Twitter: @jesusmenav

Escrito en: Vida pública programa, pobreza, familias, diseño

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