Con motivo del reciente aniversario de la Revolución Mexicana se realizaron gran cantidad de eventos, desde presentaciones de libros, kermés, festivales y el tradicional desfile. Estos encuentros sirven para recordar la gesta heroica del 20 de noviembre de 1910 Y a quienes participaron en ella. Un acontecimiento innovador lo fue sin duda la llamada Primera Cabalgata “La Guitarra-Vencedores 2008”, encabezada por el senador Rodolfo Pérez Gavilán y organizada por las autoridades del municipio de San Dimas que conduce el ingeniero Cecilio Rodríguez. Eso no debe de asombrarnos ya que fuera del oficialismo federal, estatal o municipal, la Revolución Mexicana debe celebrase y valorarse por todos.
La razón de este artículo es compartir con los lectores la historia de un hombre emblemático de Durango de finales del siglo XIX y principios del XX. El personaje es Octaviano Meraz González, que vivió y murió precisamente en la población de La Guitarra. Octaviano Meraz nació en el mineral de gavilanes en 1852. Los dueños del mineral de Gavilanes eran los acaudalados hacendados Ramón y Juan Gurrola. Con el paso de los años Meraz se convirtió en empleado de confianza de los señores Gurrola. La zona limítrofe entre los estados de Durango y Sinaloa estaba en constante zozobra por la correrías del famoso bandido Heraclio Bernal, a tal grado que ambos gobiernos ofrecieron diez mil pesos de gratificación a quien lo atrapara. Juan Manuel Flores, gobernador de Durango, le pidió al Ramón Gurrola que a petición del gobierno federal se debía conformar una cuadrilla de hombres armados que mantuvieran el orden en la región. Por recomendación de Gurrola, Meraz fue designado jefe de un grupo armado que tenía el compromiso de atrapar al famoso “Rayo de Sinaloa”. Para ello le extendieron y le facilitaron armas y caballos, por lo que a partir de ese momento persiguió sin descanso a Bernal. Lo acosó sin descanso durante tres años hasta lograr diezmar sus fuerzas y expulsarlo del estado. La última vez que lo siguió, Bernal estaba acampando en una cueva con lo que quedaba de su gavilla en un caserío conocido como “Boca del Potrero”, situado en los límites de San Dimas y Santiago Papasquiaro. Bernal escapó de milagro dejando abandonada a su mujer Bernardina García, lIevándosela Meraz a La Guitarra como rehén, pero Heraclio no volvió por ella ya que dos meses después, el 4 de enero de 1888, fue asesinado por un regimiento federal encabezado por el teniente Enrique Fernández en complicidad con el traidor de Crispín García. Poco después de muerto Heraclio, surgió otro bandolero de la misma calaña. Se llamaba Ignacio Parra y durante un tiempo fue compañero de andanzas del Rayo de Sinaloa. El famoso “Tigre” Parra era de la Cañada, perteneciente a Canatlán y a la muerte de Bernal se convirtió en el bandolero más buscado por el gobierno de Durango, que durante cuatro años lo persiguió sin resultados. El nombre del canatlense se encuentra estrechamente ligado con el de Doroteo Arango, ya que el Centauro del Norte inició su carrera de bandido teniendo como jefe y maestro al famoso Nacho Parra. Prueba de ello son las memorias que Pancho Villa le dicta a su secretario Manuel Bauche Alcalde y después reproduce Martín Luis Guzmán.
En esas páginas Villa relata cómo lo conoció, qué le aprendió y finalmente, después de cuatro años la separación. Para capturar a un tigre era preciso alguien más fiero, más sagaz y astuto. El único capaz de lograrlo tenía que ser de mayor jerarquía, se necesitaba a un león, a un “León de la Sierra”. Nuevamente el gobierno le pidió al ya jefe de acordada, Octaviano Meraz, perseguir a Parra y a su gavilla entre la cual se encontraba Doroteo Arango. Durante cinco meses lo acosó. El 23 de noviembre de 1898 en un punto conocido con el puerto del alacrán, Meraz dio muerte a Ignacio Parra, alcanzando a huir su hermano y un primo de nombres Matías y Vicente Parra. El futuro Francisco Villa se había separado de la gavilla apenas un mes antes. Villa fue otro bandido con el que Meraz tuvo trato. Siendo Doroteo un joven de 16 años se le ordenó a Meraz trasladar unos reos de poca cuantía de la cárcel San Juan del Río a la de Canatlán; uno de los malhechores era Arango y a pesar de que Meraz tenía facultades para aplicarles la ley fuga no lo hizo por razones de piedad y compasión, entregándolos en el juzgado de Canatlán. La última vez que Francisco Villa estuvo en la ciudad de Durango en noviembre de 1921, una vez concluidos sus compromisos, mandó buscar a Octaviano Meraz, que entonces tenía 72 anos, para agradecerle que casi 30 años antes no lo hubiera matado.
Octaviano Meraz también tuvo su lado oscuro, ya que participó activamente en la masacre de Velardeña en abril de 1909, cuando el teniente coronel Jesús Garza González y las acordadas de Meraz, Manuel Valenzuela y Librado Esparza, por órdenes del gobierno, ejecutaron sin formación de causa a más de cien habitantes de la población acusados de rebelión en contra del estado. Aquel acontecimiento causó sensación en todo el país y el gobierno federal dictó algunas disposiciones para hacer justicia. Meraz fue recluido en la penitenciaría de la ciudad de Durango, pero por la noche salía a dormir a su casa para regresar muy temprano a la prisión. Con el estallido de la Revolución y al no haber gobierno organizado, todos los presos quedaron momentáneamente en libertad, incluido Meraz, que una vez más, sirviendo al gobierno, combatió a las fuerzas orozquistas por órdenes del presidente Madero. La Guitarra fue el rancho donde Meraz vivió hasta el último día de su existencia el 16 de julio de 1928. En todas las biografías de Heraclio Bernal y en algunas sobre Villa, sobre todo la de Katz, se menciona el “León de la Sierra”. Felicidades a los organizadores de la cabalgata por recordar a tan singular personaje, y aprovechando el espacio deseamos el mayor de los éxitos en su nueva encomienda para el recién designado delegado agrario José Noé Pérez Güereca, joven profesionista duranguense honesto y trabajador. [email protected]