Si trataron de irritar a la sociedad, sin duda lo han logrado. Si su objetivo era marcar una línea divisoria entre quiénes son los jodidos y quiénes los afortunados de la vida, los resultados están a la vista.
En medio de un país que se debate entre la crisis y el crimen, los señores del IFE impostaron la voz y gritaron orbi et urbi, que ellos merecen ganar el mismo sueldo de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y acto seguido y de manera automática se aumentaron sus sueldos y la nación, como siempre, calló. Y es que los señores consejeros del Instituto Federal Electoral resolvieron aumentarse su pobre sueldo a 325 mil pesos al mes, esto es, a 11 mil pesos diarios, o lo que es lo mismo, a tres millones 900 mil pesos al año y, además, el nuevo salario con los jugosísimos bonos y prestaciones inherentes al dichos sueldos. ¿Qué puede significar la actitud de los consejeros ciudadanos del IFE.? ¿Qué subyace tras este acto administrativo disparatado y que indudablemente es de calificarse como un acto desfasado de la realidad nacional y que viene a insultar a todos los mexicanos?
¿Cómo es posible que ese grupito de privilegiados publiciten y no tengan vergüenza ni decoro para espetar a millones de mexicanos trabajadores y a millones de pobres o desempleados, que ellos merecen ganar un sueldo aun mayor que el del Presidente de la República?
¿Cómo puede tolerar nuestra sociedad que un grupito de simples árbitros electorales gane cada uno de ellos un salario superior al de cualquier presidente o jefe de estado en cualquier país de este mundo, aun superior al que percibe el señor Barack Obama, gobernante del país más poderoso del planeta? ¿Qué le está pasando a nuestras instituciones, que a toda la sociedad en su conjunto, que se puede llegar a tragar esta rueda de molino sin siquiera chistar? ¿Cómo es posible que podamos digerir este tipo de despropósitos sin decir ni siquiera ¡ay!? Quisiéramos saber qué clase de conocimientos se necesitan para organizar unas elecciones (por cierto que son únicamente cada tres años), como para que los consejeros ciudadanos nos espeten en plena faz sin fundamento razonable alguno sus nuevos y flamantes sueldos.
Mientras los campesinos vegetan sin crédito para sus tierras y las más de ellos comiendo hierbas y raíces; mientras el lumpenproletariado se tiene que levantar antes de las cinco de la mañana para poder tomar los tres autobuses que lo llevarán a su trabajo y llegar a él después de tres horas de viaje; mientras las clases medias se debaten entre deudas por pagar, sueldos de miseria y falta de esperanza; mientras los estudiantes tratan de conseguir un salario por todo un mes equivalente de 5 horas del sueldo de un solo consejero del IFE; mientras los ancianos se debaten ignorados en las interminables colas para obtener una medicina o mala atención médica; mientras todo esto sucede y más, a los señores consejeros ciudadanos del IFE se les abona silenciosamente a su cuenta de cheques personal su jugoso sueldo.
¿Qué están haciendo o qué han hecho los miembros del Poder Legislativo para poner un límite a las insultantes y soberbias actitudes de los que se supone son nuestros empleados? ¿Qué piensan los diputados y los senadores con relación a un principio básico y elemental de congruencia política y administrativa válido en cualquier país medianamente civilizado, de que nadie en este país debe percibir un sueldo mayor que el asignado al jefe de las instituciones y el estado mexicano como lo es el Presidente de la República?
Los sueldos que se han asignado ellos mismos como consejeros ciudadanos no son únicamente inmorales, tratan de provocar al ciudadano llano común y corriente que en estos momentos está tratando simplemente de sobrevivir dentro de esta terrible crisis que nos vino del norte.
La irritación de ese pueblo que no tiene trabajo y que gana un miserable salario mensual; de ese pueblo que sí tenía un trabajo el mes pasado y ahora ya lo perdió. Y es que los sueldos auto decretados rayan en lo obsceno, en la irresponsabilidad total y lo único que lograran será encrespar a toda la población trabajadora de México.
Lo más prudente hubiera sido que si los consejeros del IFE se querían subir sus magros sueldos, lo hubieran hecho calladitos, sin hacer ruido y sin insultar públicamente a la población mexicana, igual como lo hacen los gatos al tirar su porquería: taparla de inmediato con arena.
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