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Las entrevistas de Julio Scherer

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ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

Este libro, "Entrevistas para la Historia" (Ediciones Proceso, 2015), se publicó el mismo año del fallecimiento de su autor, don Julio Scherer García. Se trata, entonces, de un homenaje al emblemático periodista que marcó la trayectoria de la comunicación en México, fundamentalmente en la prensa escrita, con el énfasis puesto en el devenir político, sin dejar de lado otros ámbitos como el intelectual o, en otro extremo, el del crimen organizado. Por la calidad e intensidad de sus páginas, no ha faltado quien afirme que don Julio es al siglo XX lo que Francisco Zarco representó para el XIX. En todo caso, más allá de las comparaciones, fue una figura imprescindible en nuestros días recientes. Muchos sucesos por los que actualmente atravesamos, su trasfondo histórico y sus razones de ser, tienen casi siempre su nota referencial en la mirada del entrañable maestro. ¡Cuántas lecciones y lecturas provechosas le debemos!

Entre tanto que escribió, la selección de esta obra es una buena muestra de su tarea cotidiana. Personajes de la política (Salvador Allende, Fidel Castro, Edward Kennedy, Willy Brandt, Augusto Pinochet, Olof Palme...) comparten el libro con hombres de pensamiento y de letras (Pablo Neruda, André Malraux, Octavio Paz, Sergio Ramírez...), para llegar a ese mundo tal vez más recóndito y oscuro que le ocupó muchas horas en la última etapa de su vida, acerca de Ismael "EL Mayo" Zambada o Sandra Ávila Beltrán, "La reina del Pacífico". Unos y otros despertaron en el autor un interés propio de su intensa pasión por el reportaje, el artículo, la crónica, ahora integrados con fortuna en esta serie de entrevistas que son verdaderas cátedras periodísticas. Piezas maestras del mejor oficio del mundo, para usar la inolvidable frase de su amigo Gabriel García Márquez.

¿En dónde radica la atracción que suscita este conjunto de textos? En principio en la credibilidad de esa voz sostenida en una férrea voluntad hacia la verdad, en escenas recuperadas del que sabe la trascendencia de su tarea. Hay en el fundador de la revista "Proceso" siempre la observación estudiada, amplificada por una amplia cultura y, al final, resuelta en una magnífica escritura, que va recobrando los perfiles -elocuentes, sensibles, opacos- de sus entrevistados. Lo dice con precisión y rechazo, a propósito de un trabajo aparecido en "El Universal" sobre "La reina del Pacífico": "No retuve algún dato interesante, una descripción viva, algún diálogo que valiera la pena". Es una declaración de partes. Ahí está una de las claves de sus entregas periodísticas. Y así las recibimos los lectores. Del compromiso amistoso de Pablo Neruda: "Haré todo cuando sea posible para que sea liberado Siqueiros. Es un pintor extraordinariamente admirado en nuestra América. Su pintura es soporte de la mexicana, que es la primera de América"; a la lucidez de Malraux: "Lo esencial es el conocimiento, pero no el conocimiento científico, sino el conocimiento del significado del mundo. Quiero decir que no por el hecho de que usted tenga un conocimiento profundo acerca del átomo puede resolver el problema de la muerte. (...) Siempre volvemos a la afirmación de Einstein: "Lo más extraordinario es que el mundo tenga un sentido".", para situarnos luego ante una mujer demasiado humana: "Los ojos de Sandra Ávila se encierran a veces en una tristeza fúnebre o en un hastío profundo, estados de ánimo que coinciden y se hacen uno en la desesperanza. Así me parece. Pero más allá de la depresión, al final sus ojos son como son: oscuros, simplemente negros.", para llegar a una reveladora síntesis de ese inframundo que de alguna manera también define la biografía de ella: " -La sociedad narca es dura, cruel y en su propio espacio es una sociedad en sí misma. No hay código que valga en la disputa por el poder. Tampoco hay leyes que resuelvan las disputas y no se ve autoridad que pudiera imponerse al caos que va y viene, siempre presente y haciéndose sentir". La entrevista con "El Mayo" Zambada se cuece aparte. Es uno de los testimonios del mejor periodismo mexicano, por el alto riesgo que implicó llevarlo a cabo. Desde la preparación, y después al concretar el encuentro entre el legendario periodista y el famoso narcotraficante. Para Ripley, como se decía antes. Ir a meterse a la cueva del lobo, conversar acerca de la condición y los puntos de vista de uno de los hombres más buscados por la justicia. Recuerdo aquí que cuando se publicó este insólito cara a cara en "Proceso" (más atractivo que el sostenido con el subcomandante Marcos), literalmente voló la revista de los puestos de periódicos. No concibo, por lo tanto, que a esta pieza extraordinaria, no se le preste la debida atención en las carreras de comunicación. La frase del autor resume una vocación a toda prueba: "Si el Diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos...". Irrefutable.

Nadie ha llenado, por lo visto, el vacío que dejó don Julio Scherer García. Y aunque sea un lugar común, hay que volver a repetirlo: nos quedan sus libros. Un legado de valentía y un ejercicio incomparable que ha dejado sus huellas duraderas.

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