Panorama político electoral en África
En muchos países y regiones, este será un año político electoral decisivo. Lo será indudablemente para África, que juega un papel esencial en los asuntos internacionales por su enorme importancia para el crecimiento económico mundial futuro y la transformación energética verde; también por la creciente importancia del notable perfil joven de su conformación demográfica, de los procesos de urbanización acelerada, como también de la diversidad y distribución de sus abundantes recursos naturales y ricas reservas en minerales y metales estratégicos, así como por la diversidad y valor de sus culturas y el extraordinario acervo de talento, creatividad e innovación.
Por ello conviene trazar algunos escenarios, empezando por destacar que habrá elecciones en dieciocho países africanos, un tercio de las naciones del continente. En Egipto el antiguo mariscal Abdel Fattahal Sissi, quien depusiera en 2013 al presidente Mohamed Mursi, miembro de la Hermandad Musulmana, electo inmediatamente después de la revolución popular que condujo a la caída de Hosni Mubarak, fue reelecto en diciembre pasado como presidente, sin oposición, para un tercer mandato-hasta 2030-en medio de una grave crisis económica y mientras continúa la desastrosa guerra de Israel contra Hamás. El gobierno egipcio acaba de suscribir un controvertido acuerdo migratorio con la Unión Europea por 7,400 millones de euros, cuyo principal objetivo es evitar y contener la inmigración ilegal de africanos a Europa. Como en Libia, preocupa el respeto de sus derechos humanos.
En Senegal, uno de los pocos regímenes con raigambre democrática, tuvieron lugar elecciones presidenciales el pasado fin de semana, a pesar del intento fallido del presidente Macky Sall de posponerlas, buscando extender su segundo periodo, lo que desembocó inmediatamente en una crisis política y social. Por primera vez la oposición gobernará con Bassirou Diomaye Faye como jefe de Estado y Ousmane Sonko como el principal líder y figura opositora, contando con amplia simpatía y apoyo del mayoritario electorado joven. Obtuvieron el triunfo en primera vuelta con un discurso panafricanista y anticolonial, marcadamente antielitista, basado en fuertes denuncias contra la corrupción gubernamental.
Aunque están en duda elecciones libres y justas en Mali y Burkina Faso, después de sendos golpes de estado ocurridos el año pasado y el regreso al poder de gobiernos militares de facto en la región del Sahel, incluido Chad, la cambiante y compleja situación de inestabilidad política, los formidables desafíos económicos y sociales y las graves amenazas a la seguridad regional provenientes de la actuación de fuerzas paramilitares y grupos yihadistas, que se extiende al norte de Nigeria, continúan evolucionando de manera rápida y determinante.
Particular interés revisten, por su innegable relevancia, los comicios parlamentarios en Sudáfrica, previstos para mayo, donde el Partido Nacional del Congreso podría perder la posición dominante que ejerce desde los años noventa en la conducción de la política sudafricana post apartheid, como protagonista en la era posterior a Nelson Mandela. El actual presidente Cyril Ramaphosa contendrá contra algunos de sus predecesores y antes correligionarios que hoy encabezan una oposición política creíble. En las elecciones presidenciales en Túnez, en noviembre próximo, donde el presidente Kais Saied gobierna actualmente por decreto, tras suspender la constitución en 2021 como secuela de una complicada transición entre fuerzas políticas islamistas surgidas en la única primavera árabe sobreviviente, habrá mucho en juego, empezando por la viabilidad y la estabilidad.
También lo estarán en las elecciones presidenciales en Argelia -recién adelantadas para septiembre, donde el presidente Abelmadjid Tebbounne, sucesor seleccionado del depuesto Abdulaziz Bouteflika buscará reelegirse a fin de mantener en la presidencia una alta concentración de poder, y en donde ejército continúa siendo el actor político preponderante y la explotación y exportación de hidrocarburos la principal actividad económica, con más del 60% de los ingresos públicos. Igualmente, en las elecciones presidenciales y legislativas en Ghana, en las que contendrán el actual vicepresidente Mahamudu Bawumia contra el expresidente John Mahama, estarán a prueba las reconocidas experiencias e instituciones democráticas ghanesas fortalecidas por el mandatario saliente NanaAkufo Addo.
En los últimos tiempos, Estados Unidos, Francia y otros países europeos se han empeñado en recalibrar, tratar de recomponer o acortar la distancia existente en el conjunto de sus relaciones con África, luego de reconocer que Rusia y China desplegaron consistentemente una intensa actividad para profundizar y extender sus lazos pasados y presentes en el continente. La indeseada retirada militar de Francia de Mali, los cuestionamientos al franco africano como moneda de curso legal en las antiguas colonias francesas, las marcadas diferencias con un país aliado de occidente y proveedor clave de uranio como Níger, incluso los esfuerzos de la administración demócrata estadounidense para reconfigurar y actualizar sus relaciones comerciales y de cooperación con África son claros indicios de las múltiples transformaciones que vienen ocurriendo, mientras se incrementó la presencia y colaboración de los mercenarios rusos del grupo Wagner con varios gobiernos africanos autoritarios y China continuó avanzando de manera firme y consistente sus intereses con el objetivo de asegurar su papel como principal inversor y socio comercial de África al amparo de la iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda.
Por ello, el reciente ingreso de la Unión Africana al G20 no es producto de la casualidad. Es en este panorama donde están fincadas las expectativas respecto de los otros procesos electorales en Mauritania, Ruanda, Mozambique, Botsuana, Namibia, Guinea, Mauricio, Guinea Bissau y Sudán del Sur. Porque también en África el deseo y la aspiración de millones de ciudadanos es conseguir una gobernabilidad democrática.