En esta historia, como en los clásicos de Disney, en las telenovelas y en las películas, el amor triunfó. "Porque el amor es una enfermedad lamentable, fortuita y dolorosa": Diego.
'Divorciémonos mi amor', la comedia romática que dirige Benny Ibarra llenó de caracajadas el Teatro Ricardo Castro.
El escabroso tema del divorcio fue, como lo anticiparon los protagonistas, solo el pretexto, porque en realidad la obra transcurre en una maraña de confusiones en la que no se sabe bien quién es el marido, el amante, el hermano o el novio.
La historia se desarrolla en una moderna cabaña, el nido de amor de Daniela (Mariana Seoane) y Alejandro (Sebastián Rulli).
Es en este lugar alejado de la ciudad, donde no llega la señal de teléfono, donde los carros se descomponen y el universo se alía para que sucedan cosas extrañas; es ahí a donde van a parar Manuel Beny (Manuel Landeta), Linda (Adriana Fonseca), Diego y Melitón (Alexis Ayala).
Enredos
Daniela, novia de Alejandro, quien finge ser su hermana Dionisia para no meterlo en problemas con Linda, su novia, y que al final resulta siendo la hermana de Diego, novio ficticio de Linda, quien realmente se enamora de ella.
¿Usted entendió?, pues el público sí lo hizo y se rió hasta cansarse de estos enredos. Pero como dirían las abuelas "siempre hay un roto para un desconocido" y esta historia no es la excepción.
Después de 7 años de casados, Daniela y Alejandro se reconcilian en este lugar en el que compartieron tantas peleas, pero también tantas otras cosas...
Linda se compromete con Diego -el nerd de la historia- y Melitón, el hermano macho, vaquero, bien 'fajao' y matón de la historia descubre nunca haber conocido una mujer como Beny (un hombre disfrazado de mujer), pero gay en realidad. Al descubrir esta terrible verdad, Melitón se confiesa 'puto' y entonces sí, todos vivieron felices para siempre.
Hay que hablar de la destacada actuación de Manuel Landeta y Alexis Ayala quienes ponen el mayor toque de picardía a la historia con sus notables dotes histriónicos.
Y vale la pena destacar el buen físico de todos los actores que integran el elenco de la obra, pues hubo para todos los gustos y los suspiros se hicieron sentir cada vez que se abría la puerta. Con excepción de aquellas que esperaban la llegada de José Ron, quien no se presentó en esta puesta en escena por motivos de trabajo.
En definitiva una obra de teatro para no parar de reírse. Y un mensaje para romper con las altas estadísticas de divorcio en México: la próxima vez que quiera divorciarse, piénselo dos veces, cuente hasta diez, ríase un poco si después de todo esto no se arrepiente recuerde esta historia que más que 'Divorciémonos mi amor' debería llamarse simplemente amor.