Textos y fotografías de Javier Guerrero Romero |
Para Mayela del Carmen
Los largos y pronunciados lomeríos del actual acceso a la ex hacienda de La Punta bordean suavemente a las faldas del Píndoro, este majestuoso cerro que divide por un lado a la agreste e inhóspita formación basáltica conocida como La Breña o Malpáis, y por otro los límites confusos de los fértiles valles del Guadiana y de las Poanas.
Aquí, justo a las faldas del antiguo cerro, a su cobijo y protección, junto al cauce del río Guadiana o Tunal, en las pródigas llanuras de los fértiles valles, se inició a fines del siglo XVI, hacia 1573, una de las propiedades más prósperas y florecientes de la Nueva Vizcaya, punto de referencia obligado en el antiguo Camino Real de Tierra Adentro.
INICIO PROMISORIO
El 28 de febrero de 1573, el español Juan Rodríguez de Espinosa, uno de los primeros habitantes de la Villa de Nombre de Dios, solicitó al Cabildo de esa población se le otorgara una merced de tierras en La Punta del Río Guadiana, justo en el remate de la sierra, junto al camino de carretas en el recodo que hace allí el afluente, en los límites de la jurisdicción de la Villa.
El 11 de diciembre de 1573, el Cabildo de Nombre de Dios otorgó a Juan Rodríguez de Espinosa la estancia de ganado mayor que había solicitado, y de inmediato trajo albañiles de Durango y Nombre de Dios y empezaron las obras de piedra y adobe para construir su casa habitación. Se hizo levantar la primera represa en el río y con ello se aseguró el riego de las amplias llanuras y las cosechas para impulsar el crecimiento de la finca.
Desde entonces se conocería a este lugar justamente como La Punta, en referencia al límite de la circunscripción de Nombre de Dios y la Nueva Vizcaya, además por ser en este lugar donde da un giro el lecho del cauce, para encontrarse en el extremo de la agreste breña del Malpáis.
PRIMEROS AÑOS
Juan Rodríguez de Espinosa murió apenas iniciadas las labores de finca, la cual estaba comprometida en una cuarta parte como garantía de una deuda con Juan García, mayor de Castilla. A la muerte de Rodríguez de Espinosa, la propiedad se dividió en cuatro partes para sus herederos hijos.
Lorenzo de Vera adquirió la parte de La Punta sobre la que pesaba el gravamen, con lo que logró ampliar sus propiedades colindantes.
Luego, la propiedad fue adquirida por otro de los vecinos de Nombre de Dios, el capitán Alonso Fernández de Lugo, quien la heredó a sus hijos Pedro, Melchor, Luis y Alonso. Entonces la hacienda tenía sus caballerías de tierra, saca de agua y molino, además de las acequias para el riego, casa de vivienda, jacales, corrales y cercas de piedra.
MECENAS GENEROSO
El 11 de enero de 1634 la propiedad fue vendida al canónigo de la Catedral juez provisor y vicario general del Obispado de la Nueva Vizcaya, don Francisco de Rojas Ayora, quien la adquirió en mil trescientos pesos de oro común.
Ese mismo mes, el propio licenciado Rojas Ayora extendió una nueva escritura sobre la propiedad a favor del Colegio de la Compañía de Jesús, al que cedió sus derechos en carácter de donación perpetua de la estancia que llaman La Punta, por lo que renunció y traspasó todo el derecho de esa propiedad, para que de allí en adelante el Colegio de la Compañía dispusiera de ella a su voluntad.
Una carta del padre Diego de Espíndola, vicerrector de la Compañía en Durango, describía en septiembre de 1634 a la propiedad como “una finca hermosa, situada a unas doscientas caras de la orilla derecha del río que llaman del Tunal, decía que la casa que levantó Rodríguez de Espinosa y que continuaron sus sucesores es bastante extensa y su construcción sólida”. Contaba entonces con cuarto de habitación, carpintería, troje y corrales. Tenía ya un pequeño oratorio y una acequia que proveía de agua a la casa.
REFRIGERADOR COLONIAL
Desde el siglo XVII tenía la casa una construcción muy peculiar, realmente muy rara, que afortunadamente sus propietarios han sabido aquilatar y conservar. Se trata de un cuarto frío, utilizado tanto para abastecer agua potable a los moradores, como para la conservación de alimentos.
Este peculiar refrigerador fue descrito por el Vicerrector de la Compañía de Jesús en 1634. Dice el padre Espíndola que “al llegar la acequia a la casa, penetra por dentro de un cuarto hecho a propósito y sus paredes son sostenidas por dos arcos por donde el agua penetra al cuarto y vuelve a salir” para las huertas. Este curioso dispositivo permitía contar por el rodamiento del agua sobre la piedra con un auténtico cuarto frío.
LA COMPAÑÍA DE JESUS
Los jesuitas mantuvieron la propiedad por 133 años, tiempo en el que le hicieron numerosas mejoras y ampliaciones. Para mediados del siglo XVIII reconstruyeron el patio central de la casa grande, el cual estuvo terminado para 1756.
La capilla aparentemente sufrió diferentes intervenciones: primero se amplió el pequeño oratorio que tenía la propiedad en el siglo XVII, para realizar una capilla más amplia en la que se pudiera recibir con comodidad a los colegiales de la Compañía. La fachada de la capilla, por los detalles barrocos que la caracterizan, es posible que sea de la primera mitad del siglo XVIII.
La enorme era y las grandes bodegas que se conservan recuerdan a las construcciones similares que realizaran los propios jesuitas en Malpaso, Zacatecas. La hacienda realizó su encomienda y permitió a los padres jesuitas poseer de tierras agrícolas y ganaderas suficientes para refaccionar al Colegio de Durango y sus misiones en la Nueva Vizcaya; los productos de esta tierra cumplieron con creces su cometido de propagar la fe. Desde entonces, se le denominó a la propiedad como San Isidro de La Punta de los Padres.
PROPIEDAD DE ALCURNIA
El 25 de junio de 1767, los padres jesuitas fueron expulsados de todos los dominios españoles, siendo rematada la mayoría de sus propiedades, incluyendo La Punta, que fue subastada en 1780 y adquirida por Pedro de Erauso y Somocurso, comerciante radicado en Durango, cuñado del primer Conde del Valle de Súchil, quien luego la vendió a Juan José Yandiola, caballero de la Orden de Santiago, yerno del mismo Conde.
A su muerte, en 1796, heredó la propiedad a su única hija Guadalupe Yandiola del Campo, quien luego de la muerte de su madre, a principios del año 1800, trasladó su residencia a la hacienda de La Punta, donde vivió hasta su muerte en 1860.
Al fallecer sin herederos directos, quedó encargado de la hacienda don José Ignacio Lurenzana, quien durante breve tiempo la perdió a favor de Gumersindo Goiri. En mayo de 1866, la propiedad fue vendida a Francisco Gómez Palacio y Bravo, quien a su vez la heredó a su hijo Francisco Gómez Palacio y Tébar.
El 27 de enero de 1903, la propiedad junto con grandes extensiones de tierra fue comprada por la Sociedad Agrícola Gurza Hermanos-González Saravia Hermanos. Esta sociedad administró la propiedad durante sólo tres años. Al disolverse la empresa agrícola, en 1906 la adquirieron los hermanos Alberto, Ricardo y Buenaventura G. Saravia. Desde entonces la finca ha continuado siendo una próspera empresa ganadera, a cargo ahora de la familia G. Saravia, quien ha sabido conservar y mantener la propiedad con dignidad y orgullo.
RECORRIDO
Qué ver
-Capilla de San Isidro. La capilla de la hacienda de La Punta está dedicada a San Isidro Labrador. Aquí podrá conocer una preciosa imagen de bulto del santo, posiblemente de mediados del siglo XIX. El altar, del más puro estilo neoclásico, presenta unas curiosas y bien logradas columnas esbeltas que, levantadas en pares, sostienen el pesado remate del monumento.
-Casa Grande. La Casa Grande de la ex hacienda es en la actualidad una residencia particular, por lo que no es posible su visita, sin embargo, al recorrer sus alrededores podrá reconocer la magnífica construcción que aún se conserva. Sus propietarios han sabido preservar el inmueble y lo han conservado, respetando, atendiendo cuidadosamente su arquitectura, protegiéndolo del paso inexorable del tiempo. Hoy es una de las haciendas mejor protegidas en Durango.
-Accesorias. Junto a la capilla, calle de por medio, el visitante podrá descubrir algunas de las antiguas construcciones de la finca. La era, lugar donde se limpiaban los granos, característica por su construcción de arcos en forma circular, es una estructura que no debe dejar de conocer. Junto se levanta una de las antiguas trojes, con sus sólidos, impresionantes y bien fortalecidos muros.
-Gran cruz. El actual tanque elevado para el agua de la finca ha servido para realizar una bella y bien lograda cruz de grandísimas proporciones, que se ha convertido en punto de referencia.
ELEMENTOS
Para muy observadores
En la clave o piedra del centro, del arco de acceso de la puerta de la capilla, observe el monograma utilizado por los jesuitas; lo podrá identificar por las letras “IHS”.
En la cruz, que se ubica sobre la fachada principal, se encuentra una inscripción que da testimonio del inicio de los arreglos de la hacienda, que realizara la familia Saravia.
En la base del altar al fondo podrá descubrir la fecha de terminación de las obras de remodelación de la capilla: 25 de enero de 1911.
En la ventana del coro, en el pequeño arco al centro, verá una figura emblemática realizada en cantera. ¿Se trata de un león, símbolo de vigilancia, guardando el acceso al templo, o es una calavera, símbolo de la sabiduría?
En el altar podrá identificar el anagrama de la Virgen María, formado entre los bellos follajes del escudo de cantera.
Observe los pisos de la capilla, es una de las pocas iglesias en Durango que aún conservan los recios y maravillosos pisos de madera.
Si tiene oportunidad de entrar a la casa grande, en uno de los arcos podrá descubrir la fecha de 1756, año en que fue remodelada la finca por los padres de la Compañía de Jesús.
Si observa con detalle, podrá descubrir que las columnas del patio son muy similares a las del antiguo Colegio de la Compañía construido en Durango, ahora Edificio Central de la UJED.
CÓMO LLEGAR
-Saliendo de Durango (unos 30.6 kilómetros). Siga por la carretera federal número 45 con destino a la ciudad de Zacatecas. Aproximadamente a unos 24.8 kilómetros, encontrará el entronque de una pequeña carretera a La Punta. Continúe por este camino alrededor de 5.3 kilómetros; siga luego a su derecha por una pequeña desviación de medio kilómetro, por terracería en muy buen estado.
¿SABÍAS QUE...?
... Don Atanasio G. Saravia, el más importante historiador de Durango, presidente de la Academia Mexicana de la Historia, vivió en la ex hacienda de La Punta y escribió una bella novela histórica sobre este lugar.