@@ADSSCRIPTS@@

La odisea de recibir trasplantes en Japón

AP

Tokio.- Los sueños que tenía Miki Taira de convertirse en enfermera se le acabaron a los 19 años, cuando le diagnosticaron leucemia. Años de quimioterapia la dejaron con un corazón muy débil. Por ello, sus amigos tratan de recaudar ahora 800.000 dólares para un transplante de corazón en Estados Unidos.

"La situación es desesperanzadora", dijo Taira por correo electrónico desde un hospital en Osaka, donde la mantienen viva con un dispositivo de asistencia ventricular y sin poder recibir visitas. "Cuando me aceptaron como candidata a un trasplante en un hospital estadounidense, me sentí como si me lanzaran una cuerda desde el cielo", señaló la paciente, que tiene 37 años.

En Japón, unos 80 pacientes aguardan por un nuevo corazón. El año pasado ninguno de ellos encontró un donante en el país_ una situación descorazonadora que ha avivado el debate sobre si una ley que busca regular los trasplantes de órganos los está previniendo.

Con el apoyo de pacientes y algunos médicos, un grupo de legisladores japoneses está tratando de enmendar una ley _ instaurada hace seis años _ que estipula que para que un paciente que esté en coma pueda donar sus órganos, han de declararlo de muerto cerebral. De lo contrario, está prohibida la donación.

No hay ley que impida que una persona en su sano juicio tome la decisión de donar un órgano.

La propuesta ha hecho plantear a los japoneses sobre cómo equilibrar los derechos de los donantes con las necesidades de los receptores, un tema difícil puesto que Japón es una nación en la que la definición de muerte sigue siendo muy polémica y muchos ciudadanos son escépticos de darle a los médicos la última palabra.

Años de deliberaciones sobre estos temas culminaron en 1997 con una ley que aceptaba por primera vez la muerte cerebral como causa suficiente para donar los órganos de un enfermos.

Hasta entonces, un paciente sólo era declarado muerto cuando se detenía su corazón, lo que significaba que sólo órganos como las corneas o riñones podían ser trasplantados.

El tema ahora es si las condiciones para ser un donante son muy estrictas.

Contrariamente a otros países del mundo, donde es rutinaria la donación de órganos de pacientes muertos cerebralmente, Japón no le permite a las familias dar el visto bueno a un trasplante si el paciente no lo dejó antes por escrito.

Los críticos de la ley dicen que es poco realista y la culpan de la falta de donantes en el país.

Desde 1997, sólo 29 japoneses diagnosticados con muerte cerebral han donado sus órganos, aunque se estima que anualmente 3.000 personas sufren de muerte cerebral.

El resultado del sistema japonés es una excesiva demanda y poca la oferta: Desde 1997, 171 pacientes han firmado para obtener un corazón, según la Red de Transplante de Organos de Japón. Pero sólo ha habido 20 donantes.

De los potenciales receptores han muerto 55, mientras que otros 75 siguen esperando.

Es por ello que japoneses como Taira están explorando la posibilidad de irse a otros países, como Alemania, Canadá y Estados Unidos. Para los niños el problema es más grave y su única salvación es un donante extranjero, ya que la ley japonesa prohibe las donaciones de los menores de 15.

"Mucha gente ni siquiera llega a considerar la posibilidad de muerte cerebral", dijo Taro Kono, un legislador del partido gobernante. "Las familias organizan las exequias fúnebres de sus amados porque saben que es lo que le hubiera gustado a sus seres queridos _ debería ser igual para la donación de órganos".

Kono apuntó a que los números son irrefutables.

En las encuestas, más de un tercio de los japoneses dicen que estarían dispuestos a ser donantes tras ser declarados muertos cerebralmente. Sin embargo, sólo un 5% han firmado los documentos de donación.

Kono argumenta que la falta de donantes que están muertos cerebrales pone en peligro innecesariamente a donantes vivos.

El año pasado, Japón registró su primera muerte de un donante vivo. Una madre le dio parte de su hígado a su hija, quien entró en coma y falleció poco después por malfuncionamiento de ese órgano.

El incidente fue muy aleccionador para Kono, de 41 años, que encabezó la plana de los diarios del país hace dos años, cuando se sometió a la misma operación para salvar a su padre, un importante político.

"Es demente estar rajando a personas saludables cuando, siempre con el consentimiento de los familiares, se podrían estar utilizando órganos de pacientes cerebralmente muertos", dijo Kono.

Sin embargo, los que se oponen a las donaciones dicen que el número es tan bajo por una simple razón: muchos japoneses no están convencidos de que la muerte cerebral marque el fin de la vida.

Las encuestas revelan que los japoneses se muestran divididos tras el reconocimiento de la ley hace seis años. Eiji Tsunakawa, uno de los principales opositores a un cambio de la ley, señaló que usurpar la decisión de los pacientes es violar su derecho individual.

"Es un tanto emocional y un tanto sentido común", dijo Tsunakawa. "¿Cómo puedes decir que una persona a la que le late el corazón y que emite calor y sudor está muerto?".

Además de esta división también están los prejuicios culturales; en Japón se considera irrespetuoso desfigurar el cuerpo. Algunas personas temen que los médicos no hagan todo lo que puedan para salvar al paciente y presionen a los familiares para que acepten trasplantes.

El primer trasplante de corazón en Japón, en 1968, concluyó en controversia. El médico que realizó la operación fue investigado al supuestamente haber utilizado el corazón de un paciente que no estaba muerto y transplantárselo a uno que no lo necesitaba. Nunca lo acusaron, pero no hubo más trasplantes de corazón hasta que se aprobó la ley de 1997.

Tomoko Abe, una legisladora socialista, y también neuróloga, es categórica y señala que la ley no debe cambiarse hasta que no haya un consenso social sobre los muertos cerebrales.

Escrito en: japoneses, pacientes, corazón, donantes

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas