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Codependencia la llevó al borde del homicidio

Codependencia la llevó al borde del homicidio

Codependencia la llevó al borde del homicidio

JUAN M. CÁRDENAS

En la mente de Mary no deja de rondar la idea de asesinar a su esposo, por eso duerme con un cuchillo cebollero debajo del colchón. Es ya de madrugada pero no sabe qué hora; tal vez no sepa ni qué día es. Lleva noches enteras sin dormir, sin soñar, sin paz. Fue desde que descubrió la infidelidad de su esposo, quien aceptó tener una amante y estar contento.

Por eso le duelen los oídos de escuchar la respiración de su esposo, que está acostada a su lado. Le hierve la sangre de ira al imaginarlo con la otra mujer, le duele la calma de sufrimiento la sola idea de perderlo para siempre y le nublan la razón los recuerdos de las golpizas que le dio en los primeros años de matrimonio, incluyendo aquella en la que le provocó el aborto de su primogénito.

Su mente repite una y otra vez lo que tendría que hacer: sacar el cuchillo de abajo del colchón y encajárselo a su esposo; pero también sabe lo que pasaría después: la cárcel y dejar solos a sus tres hijos. Por eso Mary no lo mató.

HISTORIAL

Mary conoció a su pareja desde que tenía 12 años de edad. Él, Mario, era una persona muy conocida en el barrio, pero solo porque provenía de una familia conflictiva en la que el padre era alcohólico y golpeador, mientras que su madre siempre fue sumisa y abnegada. Esta fue una de las causas por las que la familia de Mary se oponía a su noviazgo, esa y que él era diez años mayor que ella.

Mientras Mario ya era un joven que iba a emborracharse con sus amigos, Mary estaba por terminar la secundaria. Pero asegura que siempre hubo respeto, palabras dulces y tiernas; pero también los primeros avisos de violencia con los que Mario se volvió controlador e impedía que ella saliera sin su permiso, ni siquiera con sus padres.

A pesar de que era consciente de eso, a Mary lo que le interesaba era sentirse amada y atendida por alguien, alejarse de todas las responsabilidades que implicaron ser la segunda de nueve hermanos. Fue algo así como "la segunda mamá", papel que no quería desempeñar. Muy en el fondo, creía que ella podría cambiar las actitudes de su pareja.

Se casaron cuatro años después. Mary era una adolescente, Mario un hombre trabajador, con casa propia y alcohólico. Así se detonó la primer golpiza. Ella recuerda que tenían apenas una semana de casados cuando la golpeó por primera vez. Fue una tarde en que Mario llegó por ella a casa de su mamá y ya iba alcoholizado; iban en motocicleta a la casa cuando él le avisó que solo iba a dejarla y se volvería a salir a la parranda. Ella se fue encajándole las uñas todo el camino. Al llegar a la casa, él le dio una bofetada y varios empujones.

Meses después Mary supo que estaba embarazada. No lo esperaba; es más, ni siquiera quería. A él tampoco le entusiasmó. Fueron meses en los que los insultos, burlas, humillaciones, gritos y golpes fueron constantes. Una noche, Mario le tundió a golpes y patadas. Ella se tiró al piso suplicándole que se detuviera, que parara y pensara en su hijo. "Me vale madre", gritó él. Luego el llanto, los sollozos, el dolor del cuerpo y de la dignidad. Al día siguiente Mary perdió al bebé.

La pérdida vino a trastornar más su vida conyugal. Mary se volvió más agresiva. Acusaba de asesino a su esposo quien respondía con golpes cuando estaba ebrio; eso le ocasionó cicatrices en el cuerpo y en la memoria.

Año y medio después nació el primer hijo, a quien Mary comenzó a agredir desde que tenía ocho meses; la desesperaba con su llanto y con el simple hecho de tener que dedicarle tiempo. Año y medio después llegó el segundo y el tercer hijo, con quienes fue la misma historia.

Mary solo pensaba en su esposo: dónde estará, a qué hora llegará, estará bien. Pero, a pesar de todo, nunca dudó de su lealtad ni le pasó por la mente que le fuera infiel. Casi dos décadas después su hijo menor la sorprendió con una pregunta que la llevó a un fondo emocional: ¿te haces que no sabes?

El hijo menor se refería a que sabía que su padre tenía una amante. Para entonces, Mario duraba días sin llegar a la casa y cuando se aparecía por ahí lo hacía cantando y sonriente, pero le cambiaba el semblante en cuanto veía a Mary y se encolerizaba.

EL INFIERNO

Mary le preguntó a Mario si tenía una amante. Así, directo. Y así, también, él le contestó que sí; sin remordimiento. Es aquí donde todo se nubla para Mary, solo recuerda días enteros de llanto, de no comer, de confesiones de sus amigas y familiares que le platican que ven a Mario en centros comerciales y en la calle del brazo de otra mujer.

Entonces Mary siente la locura y le esculca las bolsas del pantalón, lo sueña con esa mujer a quien nunca conoció, le huele la ropa interior y le ganan las ansias cada vez que se sale. Pasa el día dormida y las noches en vela, le falta el aire y cada inhalación es un dolor más para su corazón destrozado por quien siempre fue su Dios.

Así llegó a esa idea de asesinar a su esposo, buscó el cuchillo y lo convirtió en cómplice de su locura, esa que le llega en la madrugada al ver a su esposo en la cama, dormido, a su lado, tan tranquilo, a pesar de tener a otra mujer.

Alguien le sugirió que buscara ayuda y comenzó un recorrido que la llevó a los grupos de Cuarto y Quinto Paso, luego a Al-Anon y a Neuróticos Anónimos. Todos le sirvieron de algo, pero fue hasta que encontró el grupo Aprendiendo a Vivir de Codependientes Anónimos, donde pudo lograr la tranquilidad con la que vive ahora.

Vive en pareja y lleva 32 años casada con Manuel con quien dice, ahora sí, lleva una relación como le hubiera gustado tener desde un principio. El grupo Aprendiendo a Vivir celebrará este sábado su tercer aniversario con una junta pública en el audiovisual de la Facultad de Trabajo Social, a las 16:30 horas.

Escrito en: homicidio Mary, Mario, quien, siempre

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