Aquel hombre tenía un erial lleno de ortigas y cardos espinosos, y tenía también un jardín colmado de flores y de árboles llenos de preciosos frutos.
El erial lo dio a uno de sus hijos, que era muy trabajador. El jardín lo entregó a otro de sus hijos, que era muy perezoso.
Al cabo de algún tiempo el hijo trabajador había convertido el erial en un jardín.
Y al cabo de ese mismo tiempo el holgazán había convertido el jardín en un erial.
Pensó el hombre:
-El pobre que trabaja va para rico. El rico que no sabe trabajar va para pobre.
¡Hasta mañana!...