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Peña Nieto, peor imposible

JESÚS CANTÚ

JESÚS CANTÚ

Imposible superar las malas decisiones de inicio de año del gobierno mexicano: el alza en las gasolinas y el diésel; el cambio en la Secretaría de Relaciones Exteriores; y, por si las decisiones no fueran lo suficientemente mal tomadas, la pésima comunicación de las mismas. En política tan importante como las decisiones mismas es el momento de su aplicación y la comunicación de las mismas y ambos son fatales.

El momento de incertidumbre que vive el país, particularmente en el parte económica, es el peor en muchos años por la próxima llegada al poder en los Estados Unidos y las amenazas que con ello se ciernen sobre México. Particularmente el tipo de cambio ha sufrido las consecuencias de ello y, desde el anuncio del triunfo de Trump hasta estos momentos la devaluación del peso frente al dólar llega al 20%.

Más allá de las promesas de campaña, el ahora presidente electo norteamericano ha dado varias señales de que pretende cumplirlas: renegociar el Tratado de Libre Comercio; detener o, al menos disminuir, los flujos de inversión directa hacia México (ya no únicamente con las empresas norteamericanas, sino inclusive con las asiáticas, como es el caso de la Toyota) y construir su muro y, además, hacer que lo paguemos los mexicanos.

En ese escenario era fundamental que el gobierno mexicano inyectara confianza y estabilidad, sin embargo, Peña Nieto y su equipo cercano parecen empeñados en hacer exactamente lo contrario, pues un incremento tan pronunciado en el precio de las gasolinas y el diésel inevitablemente impactaría sobre la inflación (ni siquiera hay que voltear a las repercusiones políticas y sociales, simplemente económicas) y, por ende, era un elemento de incertidumbre adicional, que puede conducir a una espiral que provoque una crisis mayor.

La devaluación del peso frente al dólar ya era un elemento que impactaba directamente sobre la inflación y aunque en términos generales se había logrado contener, las posibilidades de sostenerlo en el mediano y largo plazo eran mínimas; pero introducir el factor del incremento en los combustibles inevitablemente las reduce todavía más.

Así en estos momentos lo único cierto es que entre la devaluación del peso frente al dólar y el aumento en los combustibles es una realidad que se acelerará la inflación y diluirá totalmente el impacto positivo del tan cacareado incremento de 9.6% al salario mínimo general, de los cuales más de la mitad del mismo pretendía restituir, aunque fuese parcialmente, la pérdida de poder adquisitivo acumulado en las últimas décadas.

Aunque las autoridades mexicanas todavía estiman que la inflación en el 2017 será ligeramente superior al 4%, lo cierto es que será muy difícil de cumplir y la mayor preocupación debe ser evitar una espiral, como las que vivimos de los 70's a los 90's.

La reforma energética, contrario a lo que señala el presidente Enrique Peña Nieto, inevitablemente conduciría a un incremento importante en las gasolinas, precisamente porque incluía entre sus disposiciones la liberalización del comercio de éstas y para ello es indispensable alinear los precios con el mercado internacional, pero sí se podía administrar los tiempos y graduar los incrementos. Incluso en estos momentos hay márgenes de maniobra, pues hoy el precio promedio de litro de gasolina en México es 15 centavos de dólar más caro que en el vecino país del norte, es decir, poco más de 3 pesos por litro, que en estos momentos (para parodiar a la publicidad oficial) "cuentan mucho".

El primer gran error fue anunciar y aplicar el incremento en el momento de mayor incertidumbre; pero la comunicación fue pésima. Primero la hicieron mediante un comunicado; luego, aparece un nervioso y titubeante Peña Nieto, que pronuncia un mensaje sin datos ni argumentos, simplemente apelando a la comprensión; y, posteriormente, repite la dosis (ahora sí con más datos) con un mensaje lleno de falsedades y manipulaciones, pero que además comete el gran error de hacer la pregunta: ¿Qué hubieran hecho ustedes?, transmitiendo así su inseguridad.

Imaginemos al general que antes de entrar una de las batallas cruciales para su causa le pregunta a sus soldados: ¿ustedes que harían?, por más valiente que fuera su tropa seguramente en esos momentos se echan a correr, pues es evidente que el comandante no tiene la menor idea de qué debe hacer.

Y, para completar el cuadro, decide cambiar a la titular de Relaciones Exteriores; sin duda Claudia Ruiz Massieu no tenía nada que hacer en la SRE, pero la debía sustituir por alguien conocedor de las prácticas diplomáticas, gran negociador y que diera confianza a los mexicanos, no a Trump.

Nombrar como nuevo titular a Luis Videgaray es la mayor muestra de debilidad que podía dar y, por si fuera poco, el nuevo titular en otro gran error de comunicación (o quizá muestra de cinismo) dice que llega a dicho puesto a aprender, cuyo único mérito es ser amigo del yerno de Trump, es decir, para efectos prácticos deja que el próximo presidente norteamericano designe al funcionario mexicano que desempeñará el rol principal en el proceso de renegociación del TLC. En concreto: Trump escogió con quien negociar.

Difícil encontrar algún elemento positivo en toda esta cadena de errores; pero lo peor es la sensación de indefensión que trasmite a los mexicanos con sus apariciones en público, pues ni siquiera se vislumbra una señal (por mínima que sea) de que el gobierno sabe que está haciendo. Por supuesto la confianza en el presidente y su gobierno está en los peores niveles de su historia en porcentajes de un dígito y eso se manifiesta en la creciente indignación ciudadana.

Escrito en: JESÚS CANTÚ incremento, momentos, pues, comunicación

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