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ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

¿Recuerdas, Terry, amado perro mío, cuando por causa tuya aquella señora rica dejó de dirigirme la palabra?

Nunca te reproché lo que pasó. La culpa fue de la naturaleza, si es que ella puede tener alguna culpa. Y nadie debe resistirse a la naturaleza. Quien se le opone sufre daños graves tanto de cuerpo como de alma. Tú no le hiciste resistencia. Percibiste en el aire los aromas de la linda perrita poodle que aquella señora dejaba salir a su jardín; saltaste bonitamente el seto y cumpliste tu deber hacia la vida. Cualquier perro con el alma en su almario habría hecho lo mismo.

A consecuencia de eso la perrita, finísimo ejemplar de su raza, quedó preñada -digamos- en forma morganática. Y la mujer vino a reclamarme tu acción hecha una furia. Recordé entonces la frase que mi mamá le espetó a una vecina en ocasión de que le pedí a su hija, una niña preciosa de mi misma edad -7años-, que fuera mi novia. Al reclamo encendido de la madre respondió la mía, que era actriz de teatro: "Cuide sus pollas, señora, porque mis gavilanes andan sueltos". La misma frase le enderecé yo a la ricachona. Ella se retiró, confusa, sin saber qué contestar.

¡Ay, Terry! ¡Las que me hacías hacer con las que hacías!

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador frase, perro, misma, aquella

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