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Trump será peor de lo que se espera

JESÚS CANTÚ

 A Juzgar por su discurso inaugural y las medidas adoptadas en sus primeras horas de mandato, el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, intentará cumplir todas las promesas de campaña e impulsará su lógica de privilegiar el interés inmediato de los norteamericanos por sobre todas las cosas, con impactos impredecibles para su país y el mundo en el mediano y largo plazo.

Como señala la crónica del diario español El País, ayer se instalaron en la Casa Blanca "el populismo más agresivo y el nacionalismo más desacomplejado". Pero además, como muestran sus primeras acciones de gobierno, también el caos, las acciones viscerales y la improvisación, pues su primera orden ejecutiva Trump instruyó a las agencias federales a "desmontar todos los aspectos de la Acta de Cuidado Accesible (conocida popularmente como Obamacare) como sea posible", sin tener prevista ninguna alternativa viable.

Pero además en la página oficial de la Presidencia norteamericana de inmediato cambiaron las prioridades y dio un espacio privilegiado a sus promesas de campaña de construir el muro fronterizo para intentar frenar la inmigración ilegal y el tráfico de drogas; también destacó su decisión de acabar con las llamadas ciudades santuario (son los condados o estados, en los que los gobiernos locales se resistieron a aplicar las disposiciones federales que no son obligatorias, para ser más tolerantes con los inmigrantes ilegales) y, desde luego, abandonar el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y renegociar el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá. En el mismo portal queda claro que dará reversa a todas las disposiciones que privilegian el cuidado del medio ambiente.

Sus primeras horas como presidente norteamericano no dejan lugar a dudas: sin importar las consecuencias mediatas ni los efectos secundarios, él pondrá en marcha su irreflexivo plan de acción inmediata.

Y, desde luego, como bien señala la nota principal de la edición semanal internacional del New York Times, firmada por Steven Erlanger, "volvió a enfocar su afición para crear trastornos impredecibles en el resto del mundo". La incertidumbre se apodera del mundo, pues como indica la citada pieza: "Los alemanes están enojados. Los chinos están totalmente furiosos. Los líderes de la OTAN están nerviosos, mientras que sus contrapartes en la Unión Europea están alarmadas".

Las acciones de Trump se dirigen claramente a destruir las instituciones que recibió (tratados comerciales, programas de salud, tratados internacionales -de defensa y de cuidado del medio ambiente, entre sus principales objetivos-, etc.); pero sin saber todavía cuáles serán las alternativas que impulsará, es decir, destruye sin tener ningún cálculo de las consecuencias de ello y mucho menos como llenará los vacíos que se generan.

El caso que más plásticamente refleja esta postura es su acta ejecutiva para empezar a desmantelar el Obamacare, pues sí bien el congreso norteamericano ya tomó las primeras medidas para ello (particularmente porque hoy ambas cámaras están dominadas por los republicanos que siempre se opusieron a dicha política) es una realidad que no pueden derogarla mientras no tengan lista la ley que la suplirá y, al menos, por el momento esto parece muy lejano. Así la decisión de empezar a desmantelar el programa puede dejar a millones de norteamericanos sin ninguna protección de salud.

La misma lógica prevalece en todos los frentes y es que en el pensamiento simplista del nuevo presidente norteamericano todos los problemas tienen una sola causa y siempre es la que él considera más fácil de solucionar y de vender. Así la causa del desempleo norteamericano es el desplazamiento de muchas de las empresas del ramo automotriz a México; para él no existen los avances tecnológicos y científicos que han modificado totalmente muchas de las lógicas y procesos de producción. Por supuesto no tiene forma de detener los avances tecnológicos y científicos, pero sí intenta impedir que las plantas automotrices se instalen en México.

Tampoco se da cuenta que las barreras arancelarias con las que amenaza particularmente a las plantas automotrices, finalmente disminuirían el ritmo de crecimiento mundial y, desde luego, de Estados Unidos en primer lugar.

Lo único cierto en estos momentos es que intentará cumplir sus promesas, especialmente aquéllas que marcaron su campaña, entre las que se encuentran, tres que afectan directamente a México: construir el muro, detener la inmigración de mexicanos y renegociar el TLC. Hoy no tiene sentido pensar que no tomará las medidas encaminadas a ello, aunque no tenga un plan definido para lograrlo, simplemente se dejará guiar por esa idea genérica: "A partir de ahora, será América primero. Cada decisión que tomemos en comercio, impuestos, inmigración, asuntos exteriores se tomará en beneficio de los trabajadores americanos y de las familias americanas".

Aunque a esa promesa le falten dos elementos centrales: uno, debería decir, "lo que yo y mi equipo consideramos que es en beneficio de los trabajadores y de las familias americanas"; y dos, que para llegar a dichas decisiones únicamente tomarán en cuenta los efectos directos e inmediatos, como sí pudieran aislar el efecto de sus acciones y tomando en forma literal la expresión crítica de John M. Keynes: "en el largo plazo todos estaremos muertos".

Por lo pronto, la directora del Fondo Monetario Internacional ya advirtió de los impactos negativos que tendrían todas estas medidas para el crecimiento mundial; y, todas las estimaciones de crecimiento del PIB mexicano, ya se ajustaron a la baja. Es momento de buscar nuevas opciones que permitan fortalecer la posición negociadora, pues Trump y su equipo no se detendrán.

Escrito en: están, todas, pues, Trump

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