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De Política y Cosas Peores

ARMANDO CAMORRA

Meñico Maldotado, infeliz joven con quien natura se mostró avara en la parte correspondiente a la entrepierna, iba en su coche por un camino rural. Hacía un calor de infierno, y Meñico sintió ganas de refrescarse en un arroyo de aguas claras que vio cerca de ahí. Se despojó de su ropa y entró en la invitadora linfa. No se percató de la presencia de un jayán que aprovechando la ocasión se llevó toda su ropa. Salió del regato el pobre Maldotado y se encontró sin nada encima, como dice la oración que el pueblo llama la Magnífica. Su coche estaba lejos, y por el camino venía un hombre. Meñico, a quien su cortedad avergonzaba, vio tirada en el suelo una hoja de periódico y con ambas manos se la puso delante de su parte de varón, para cubrirla. En eso llegó el tipo y se asombró al ver así a Meñico. Le preguntó, admirado: "¿Cómo hiciste para enseñarla a leer?". Rosibel le contó a Susiflor: "Mi novio rompió ayer su récord de altura". Preguntó la amiga: "¿Es aviador, o practica la ascensión en globos aerostáticos?". Contestó Rosibel: "No. Pero hasta anoche nada más me ponía la mano en la rodilla". Aquel señor regresó de un viaje antes de lo esperado y subió a su departamento del noveno piso. En la puerta lo recibió su pequeño hijo con una extraña pregunta: "¿Verdad, papi, que el Hombre Araña lleva un uniforme color rojo y azul, con una telaraña dibujada en la espalda?". Respondió el señor: "Así es, hijito". El chiquillo se vuelve hacia su nerviosa mamá y le dice: "¿Lo ves, mami? Te digo que el tipo ese en calzones que está colgado de la ventana de tu cuarto no es el Hombre Araña". No sé si el señor Miguel Mancera tenga algo que hacer en Timbuctú. No sé si tenga algo que hacer en el desierto de Atacama. No sé si tenga algo que hacer en el Círculo Polar Antártico. No sé si tenga algo que hacer en la península de Kamchatka. No sé si tenga algo que hacer en Kurdistán. Lo que sí sé es que el señor Miguel Mancera no tiene nada que hacer en la carrera por la Presidencia. Doña Tiricia se la pasaba todo el día tejiendo con agujas. En eso estaba cuando su hija Tiricita se dispuso a salir. Le preguntó la señora: "¿A dónde vas?". Cansada de esa pregunta que su mamá le hacía siempre en automático respondió la muchacha: "A una orgía". Le dijo doña Tiricia sin levantar la vista del tejido: "Llévate el suéter". Dos compadres bebían en el bar. Las copiosas copas los llevaron al peligroso instante en que los hombres que beben se sinceran. Dijo uno de pronto: "Quiero que sepa, compadre, que desde hace tiempo lo odio". El otro se inquietó. Le preguntó: "¿Por qué, compadre?". Respondió el primero: "Me enteré de que iba usted a fugarse con mi esposa". El tipo adujo: "Pero no lo hice". "¡Por eso lo odio!" -estalló el compadre. Un viajante de comercio se aburría en su cuarto de hotel. Harto ya de jugar en el iPad y de ver la tele tomó la Biblia que estaba en el cajón del buró. La abrió y leyó en la primera página: "Hermano: si estás cansado de pecar ven a la Iglesia de la Verdad Eterna (Reformada)". Junto a esa inscripción leyó lo que alguien había escrito a mano: "Y si todavía no te cansas llama a Lasda en el 1675-68-9000-32". En la fiesta de bodas comentó una señora perteneciente al tiempo en que se bailaba de cachetito: "Qué rara forma de bailar tienen los jóvenes de hoy. No se tocan; no se miran; no se hablan. Parece que tienen 20 años de casados". Pepito se las arregló para tener su propio correo electrónico, cuya dirección empezaba con las letras PHH. Su abuelo le pidió que se las deletreara. Le dictó el precoz chamaco: "Pe de pito; hache de huevo; hache del otro.". FIN.

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