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De Política y Cosas Peores

ARMANDO CAMORRA

Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, yacía en una cama de hospital vendado de pies a cabeza igual que momia egipcia. Fue a visitarlo su amigo Libidiano, y Afrodisio le dijo con voz feble: "Estoy aquí por mis creencias". Preguntó el visitante: "¿Por qué por tus creencias?". Explicó el lacerado: "Creí que el marido andaba de viaje". Don Añilio, senescente caballero, cortejaba con discreción a Himenia Camafría, madura señorita soltera. Ella lo recibía en su casa todos los jueves de 5 a 7 de la tarde, tiempo en el cual conversaban sobre diversos temas: aquella película de Pola Negri; el desastre del Hindenburg; la poesía de Nervo, etcétera. Al sonar las 6 en el reloj de la sala Himenia le ofrecía al señor una copita de rompope, vermut o rosolí y unas pastitas. (Así llamaba ella a las galletas marías o de animalitos). Una de esas tardes don Añilio incurrió en un faux pas, como dicen los franceses, o sea un desliz: extrajo de la bolsa interior de su americana una pequeña ánfora de ron de la conocida marca Caña Brava, y se la tendió a su anfitriona para que bebiera de ella. La señorita Himenia la rechazó. Dijo: "A pico de jarro nada más la china y el charro". Pidió don Añilio: "Entonces hágame el favor de traer una copa, a fin de escanciarle en ella la bebida". Otra vez la señorita Himenia denegó: "No, porque se me sube". El provecto galán se exaltó. "¡Señorita! -manifestó muy ofendido-. ¡Soy un caballero!". Cancún es uno de los sitios más bellos del planeta. En algunos aspectos, debo reconocerlo, es incluso un poco más bello que Saltillo. Mi muy querido y admirado amigo Abelardo Vara, coahuilense de nacimiento, cancunense por adopción, dice que cuando Diosito se cansa de los pecados de los hombres -y de las mujeres también, supongo- se va a pasar vacaciones en Cancún. Cada vez que mi oficio de juglar me lleva a esa hermosa ciudad encuentro un nuevo atractivo que la hace más elegante y más hospitalaria. Por desgracia a últimas fechas la criminalidad se ha aposentado ahí, y ha provocado hechos de violencia que lastiman su imagen y ponen en riesgo su economía. Es necesario poner coto de inmediato a la actividad de los delincuentes antes de que se apoderen de Cancún y le causen daño irreparable, como han hecho con otras playas de recreo. Los tres niveles de gobierno -federal, estatal y municipal- deben unir sus fuerzas para combatir a las bandas que se disputan el dominio del lugar. Cancún debe ser protegido a toda costa. Es valioso patrimonio no sólo de México, sino del mundo. Tienen razón quienes afirman que el matrimonio está en crisis porque los jóvenes de hoy no están dispuestos ya a asumir las responsabilidades que derivan del connubio. Hace unos días el padre Arsilio ofició una boda de postín. En el momento de los votos le preguntó a la novia: "¿Prometes amar y respetar a tu marido; serle fiel; acompañarlo en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad; cuidar de su persona y de sus bienes y asistirlo hasta el último día de tu vida?". Dijo la muchacha: "Son demasiadas cosas. Que escoja una". Don Chinguetas llegó a su casa y se extrañó al ver un enorme camión de mudanzas estacionado frente a su domicilio. Le preguntó a su esposa: "¿Qué hace ahí ese camión?". "No te preocupes -contestó doña Macalota-. Son las cosas de mamá, que viene a pasar unos días con nosotros". Dulcilí, muchacha ingenua, les informó a sus papás que estaba un poquitito embarazada. "Pero no se apuren -los tranquilizó-. El padre de la criatura es muy generoso: ya me dijo que puedo quedarme con el bebé". FIN.

Escrito en: De Política y Cosas Peores Himenia, señorita, Cancún, Afrodisio

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