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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

En las noches sin luna, dice la gente de mi antiguo barrio, el fantasma de Lupita Mora pasa por la calle de Santiago.

No se encamina al templo de la Compañía, donde en vida rezaba cada tarde un rosario de 15 misterios. Sus pasos van hacia la huerta de Altamira. Ahí la trató de amores Enrique Portugal, actor de teatro que llegó a Saltillo con una compañía itinerante y se quedó a vivir aquí. Murió una madrugada en la Alameda, de un pistoletazo, en un lance de honor.

Lupita le guardó luto hasta el último día de su vida. Jamás volvió a vestir más que de negro. Llevaba al cuello un pendentif en cuyo interior guardaba un rizo del cabello del amado. En el aniversario de su muerte hacía decir una misa en San Juan Nepomuceno. Los fieles se conmovían al verle los ojos llenos de lágrimas. En una de esas fechas el sacerdote la quiso consolar.

-Ya no llore, Lupita. Seguramente Dios lo perdonó.

Dijo ella:

-No le pido perdón a Dios. Le pido perdón a él, porque en la víspera de su muerte me pidió un beso y no se lo quise dar. Si alguna vez llego a ver el espectro de Lupita Mora le diré que vaya en paz: el amor siempre perdona.

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador pido, Lupita, Mora, perdón

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