Editoriales

Mirador

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Doña Idelfonsa -no Ildefonsa- era la echacuervos del Potrero. Quiero decir que era la alcahueta. Concertaba matrimonios con arreglo a las leyes humanas y divinas, pero su especialidad eran los amores turbios. Que al añoso dueño del rancho del Encino se le antojaba una muchacha, allá va doña Idelfonsa a ofrecerle a la moza lo que el vejancón estaba dispuesto a darle si lo visitaba en su casa alguna noche. Que una señora casada le insinuaba su deseo de tener un oculto protector, allá va doña Idelfonsa a conseguirle esa recargadera.

La gente veía a la echacuervos con muy malos ojos, pero se murmuraba que casi todos habían solicitado sus servicios alguna vez. Cuando el juez del ejido la quiso echar de la comunidad don Abundio le aconsejó: "Déjala, no sea que un día la necesites. O que la necesite tu mujer".

Doña Idelfonsa murió hace un par de años. Yo pensé que nadie iba a ir a su sepelio. El cementerio se llenó. El cura roció con agua bendita su ataúd. Dijo: "Bendigo el bien que hizo. El mal que por ustedes hizo ya Dios se lo perdonó. Quizá también a ustedes se los perdonará".

¡Hasta mañana!.

Escrito en: Mirador Idelfonsa, allá, alguna, echacuervos

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Editoriales

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas