Donald Trump probó este viernes por primera vez el sabor de la derrota legislativa, un duro revés para su joven administración que deja tocada su Casa Blanca. El batacazo a su plan de reforma de salud, que incluía la tan deseada derogación de la Ley de Salud Asequible de su predecesor (mejor conocida como Obamacare), fue un fracaso estrepitoso, una humillación que deja en evidencia las carencias no sólo del magnate, sino también del liderazgo republicano en el Congreso.
No sirvió de nada aplazar un día la votación, ni el ultimátum de la Casa Blanca a los legisladores de que o aprobaban la reforma de Trump o se mantenía la Obamacare, ni las ofertas y concesiones que estaban dispuestos a ceder. Cerca de 40 congresistas republicanos se negaron a votar a favor de la iniciativa presidencial.
A pocos minutos de que se hiciera la votación en la Cámara Baja, y a sabiendas de que no tenía los votos necesarios, el presidente de la cámara, Paul Ryan, fue al Despacho Oval a entregar las malas noticias a Trump. Acordaron retirar la ley de inmediato, bajar la cabeza y aceptar la derrota.
El propio Trump fue el encargado de anunciar la rendición. Lo hizo cuando todos los congresistas estaban sentados en sus curules dispuestos a votar respecto de lo que el mandatario ha llamado "desastroso" Obamacare.