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YAMIL DARWICH

El mundo de la posmodernidad nos presenta retos formidables; más allá de combatir el hambre, las enfermedades y hasta terminar con las guerras - que a decir de algunos desaparecerán para dejar su lugar a injusticias mayores - habrá que enfrentar la reorganización social y, quizá, la amenaza de nuestra desaparición como especie, al menos como somos ahora.

Piense en la computación aplicada a la salud y la vida humana. De hecho, existe una nueva especialidad llamada Ingeniería Biomédica, dedicada la aplicación de la mecánica, la electrónica y la computación en crear prótesis que suplan a partes y órganos humanos.

De nuevo le hago referencia a la denuncia de los filósofos, que advierten el desarrollo desigual de la ciencia y la técnica ante la filosofía.

Seguimos cometiendo el error de actuar antes de medir consecuencias y, así, descubrimos y aplicamos la píldora anticonceptiva sin analizar el cambio del comportamiento sexual y sus consecuencias sociales y ahora discutimos sobre la legalización de la eutanasia y el aborto sin medir consecuencias por su aplicación.

En el campo de la sociología observamos cambios en el comportamiento que refleja las dificultades de mantenerse en comunidad y, cada vez más frecuente, la actuación individual anómala o francamente patológica.

Personas que en momentos de crisis mentales cometen magnicidios, como los frecuentes asesinatos masivos en escuelas y universidades norteamericanas, que demuestran la no coincidencia entre desarrollo de civilidad con la felicidad o los suicidios en protesta por las formas en que se ven obligados a vivir los afectados. Recuerdo que en mis tiempos de estudiante, depresión y suicidio se relacionaban, entre otras particularidades con edades mayores a la infancia. ¡"Cosas del pasado"!

Ahora se recrudece la presencia de manifestaciones de inconformidad social, que incluyen violencia, ira y desesperanza.

En días pasados, corrió, la noticia de la agresión a una jovencita, por un grupo de mujeres que aparentemente la atacaron sin motivo. El suceso solamente llamó la atención, lo que en tiempos pasados hubiera causado asombro y grave indignación de los laguneros.

Considere que esa débil respuesta comunitaria representa un signo claro de enfermedad -de indiferencia- social. En el caso de "la ley", no perdamos de vista el delito de "los Porkys" y el colmo: el otorgamiento del amparo a uno de los agresores, otorgado por el Juez Tercero de Distrito de Veracruz. "Se atienden las formas, sin cuidar el fondo".

Coincide con noticias llegadas de la Ciudad de México, donde denuncian a grupos de jóvenes que se autonombran "Centinelas" y que agreden injustificadamente a otros que se cruzan a su paso. La policía cibernética habla de al menos veinte de esas pandillas, que pertenecen a clases socioeconómicas altas.

Tampoco es nada nuevo en la relación humana y le recuerdo el caso acontecido en los setenta del siglo anterior, cuando un grupo de juniors laguneros acosaron y violaron mujeres, sorprendiendo, indignando y generando temor en La Laguna. El más sonado de ellos fue el de una bella muchachita con necesidades especiales, que fue atacada por la horda salvaje.

Habrá que estudiar el nuevo fenómeno social que amenaza a las comunidades mexicana y lagunera; quedará en manos de sociólogos y psicólogos identificar las particularidades de los casos, aunque de antemano sabemos que tienen un perfil que les es común: pertenecer a clases socioeconómicas media-altas -robar no es motivo - manifestar con su actuar una enorme ira, más allá del temor a las leyes y seguramente la desesperanza, que les hace cometer los ilícitos y abusos sin temer por las consecuencias.

Parte de las consideraciones que deberemos incluir en el estudio del fenómeno están las encuestas y estadísticas que han realizado diferentes organizaciones sociales.

Ya se había denunciado la inconformidad por las condiciones de vida que tienen los jóvenes laguneros; declaraciones de ellos mismos hacen saber su interés por abandonar la región ante la falta de oportunidades y la violencia del pobre desarrollo en la civilidad de la región. Bástenos reconocer el atraso en las tres ciudades conurbadas, que ya han sido rebasadas en la calidad de servicios y seguridad de ciudades circunvecinas, realidad que las administraciones públicas tratan de apagar pidiendo "hablar bien de tu ciudad".

En el caso, piense en la realidad del vivir -por los jóvenes- sin la atención, afecto y cariño de sus padres y familiares, justificados por la necesidad de trabajar "para ellos", dejándoles sensaciones de soledad y desamor que les generan dolor psíquico y hasta llegar a la agresión por la ira contenida, mayormente alimentada cuando se reúnen con sus pares en dolor.

Atendamos la enfermedad social a tiempo: ocupándonos de dar tiempo en calidad y cantidad a los muchachos; interesándonos en sus formas de pensar, sueños y esperanzas; cumpliendo nuestra función de padres y mayores y -muy importante- exigiendo acción a las autoridades municipales. ¿Atiende?

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Escrito en: Diálogo consecuencias, social, nuevo, mayores

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