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Nombre de Dios, religiosidad y vida cotidiana

LETRAS DURANGUEÑAS

Nombre de Dios, religiosidad y vida cotidiana

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ENRIQUE ARRIETA SILVA

Una vez más, en la pasada Semana Santa de este 2017, se manifestó la religiosidad y ánimo vacacional del pueblo mexicano, por desgracia este último no exento de algunos accidentes lamentables como el choque frontal entre un autobús rentado por una familia para viajar a la playa y un camión de doble remolque cargado con gasolina que tuvo como resultado fatal 28 víctimas, y como el joven de 23 años que en el Viacrucis de Tancítaro, Michoacán, representado a Judas, se ahorcó al tener la soga en el cuello y moverse el bote sobre el que estaba apoyado. Algunos se ahogaron en los mares y otros en los ríos, lo que es muy lamentable, eso sin dejar de lamentar también la actividad de la delincuencia organizada con su estela de muerte.

Otros prefirieron reflexionar sobre el Salvador y tomar parte en las ceremonias litúrgicas de la Semana Mayor, particularmente en la del viernes rememorando la Pasión de Cristo, en su camino hacia la cruz, que es precisamente lo que significa la palabra Viacrucis.

Considero que como decía Aristóteles: “la verdad está en el justo medio” y que bien se puede vacacionar para sacudirse el estrés que la sociedad moderna impone sobre la dolorida humanidad y cumplir también con los deberes del Altísimo.

En el país, miles de Viacrucis se escenificaron, unos vivientes, otros en imágenes, pero ambos con fe sincera, que no deja lugar a dudas. De estos sobresalen el Viacrucis viviente del Zócalo de la ciudad de México, organizado desde el 2001 en el que participan 40 actores y 40 personas tocando trompetas y tambores, los Viacrucis de Taxco, Guerrero; la procesión del Silencio de San Luis Potosí y la procesión del silencio de Sombrerete, Zacatecas, que alguna vez observé.

Es de mencionarse el Viacrucis viviente de los reclusos del penal de San José el Alto Querétaro, en el que el rezo en cada estación fue: “Señor: pequé, ten misericordia de mí. Señor: pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.” Pero sin duda el Viacrucis que gana con mucho en antigüedad y majestuosidad es el de Iztapalapa, que data del siglo XIX, en virtud de una promesa que se le hizo a Dios para que desapareciera la epidemia del cólera, promesa que han cumplido los ocho barrios de Iztapalapa, a saber: La Asunción, San Ignacio, Santa Bárbara, San Lucas, San Pablo, San Miguel, San Pedro y San José.

Por lo que hace a nuestro Estado, pueden mencionarse los Viacrucis de Canatlán (no viviente), el del Salto (viviente), el de Analco, así como los de Lerdo con treinta años de escenificarse y Gómez Palacio (ambos vivientes).

Por mi parte, este año, decidí encaminarme a la bella y refrescante población de Nombre de Dios, que como es de explorada historia Nombre de Dios tiene fama de ser el pueblo más antiguo de Durango y de todo el noroeste de la Nueva España; sobre su suelo se levantan la capilla de San Pedro Apóstol, la de la Señora de la Natividad, el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, las ruinas del templo de San Francisco, el templo de Jesús de Nazaret que guarda una verdadera riqueza en arte religioso y la capilla de San Antonio de Padua de la hacienda de Juana Guerra, que según se dice fue construida en el año de 1795 y que se encuentra como a cinco kilómetros de Nombre de Dios, y hacia Nombre de Dios me encaminé este viernes santo para disfrutar de unas sabrosas gorditas y dar testimonio de su Viacrucis, como lo he hecho con anterioridad con los Viacrucis de Menores de Arriba y la Campana, Municipio de Santiago Papasquiaro, tierra bendita de mi madre.

En Nombre de Dios, pueblo rico en arte, historia, en tradiciones y en vida popular que bulle en sus ríos y manantiales, pueblo de agua rodada, de vegetación y de bendiciones, de vinos frutales, de conservas, de cerveza artesanal y de mezcal prodigioso al que los durangueños llaman villero, que hace honor a la leyenda de que al ir pasando Dios por ese lugar se le cayó la canasta en la que cargaba diversos bienes, que allí se quedaron para beneficio de sus habitantes.

Nombre de Dios es pueblo mágico por derecho propio, pero no le vendría mal la declaración oficial, puesto que tendría apoyo económico, que buena falta hace en estos tiempos de crisis, en los que el dragón de la angustia económica, reparte sus coletazos a diestra y siniestra.

A los pocos minutos de transitar a lomos de los caballos de mi camioneta que ya vio sus mejores años, me rebasan unos motociclistas en excursión y cerca del pueblo 15 de octubre, observo unos jóvenes que solicitan cooperación a mitad de carretera sosteniendo un Judas que es el mismísimo loco Donald Trump, con traje azul y corbata roja, que espera ser tronado el sábado de gloria, tal y como él quiere tronar a la humanidad, para lo cual nada más le hace falta otro loco, y ya lo tiene en Corea del Norte.

Una vez llegado a Nombre de Dios al filo de las once de la mañana, bajo un sol bondadoso y resplandeciente, pregunto a los lugareños la hora y lugar del Viacrucis y me dicen que parte del templo de San Pedro a las dos de la tarde, por lo que con toda calma en Gorditas Rosy, le hago los honores a una de requesón con rajas, una de papas con chile y una de frijoles con queso, acompañadas con un refresco del imperialismo yanqui, que es un factor más de dominación.

Arribo al templo de San Pedro en punto de la una, con toda calma y anticipación para entrevistar a quienes me puedan proporcionar datos acerca del Viacrucis, tocándome la suerte de encontrarme con el licenciado Jesús Aguilar Flores, oriundo y vecino del lugar, quien tiene en su haber muchos Viacrucis de Nombre de Dios, y que pertenece a una organización de rescate y auxilio que se encuentra preparada para abrir camino a los feligreses y auxiliarlos en cualquier contingencia.

Es así como me entero que el recorrido empieza en el templo de San Pedro y culmina en el Templo de Jesús, tras rogatorios en las 14 estaciones.

Que el Viacrucis no sea viviente, sino con imagines, no significa que los participantes no se preparen, pues lo hacen física y espiritualmente con ahínco y con fe con quince días de anticipación, sobre todo los que van a cargar en andas la imagen del padre Jesús. Se carga también las imágenes de María y de Magdalena.

Dentro del templo de Jesús, se hace toda la ceremonia del Viacrucis, juzgándose a Jesús y crucificándole, se le baja de la cruz por la tarde y se le vela.

Se dice que la imagen de Jesús, es un Cristo español de madera de 1600, lo que lo hace una verdadera joya religiosa.

Siendo las dos en punto arriba en andas Cristo acompañado también de la imagen de Simón Sirineo, para que en la V Estación le ayude con la pesada cruz; varios hombres vestidos con túnica azul, que pertenecen a la cofradía de Los Dulces Nombres de Jesús, se forman en el atrio de San Pedro, luciendo con orgullo ferviente sus porta cirios metálicos de gran tamaño y entre cánticos en los que sobresalen las voces femeninas parten rumbo al templo de Jesús, procurando concluir a las tres de la tarde, hora en la que según la Biblia, Jesús entregó su alma a Dios, para salvarnos del pecado, lo cual está bastante difícil hasta para la divinidad, pero no hay que perder la fe, pues la fe no nada más mueve montañas, sino también corazones. Mientras tanto, cobre vigencia el “ayúdate que yo te ayudaré.”

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS Viacrucis, Nombre, templo, Dios

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