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La crisis: gran #oportunidad para replantear #el modelo de desarrollo

JESÚS CANTÚ

 L A llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, y sus veleidosas posiciones en torno al Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, colocaron a México en una posición de incertidumbre e inestabilidad que cimbra la economía nacional ante cada nueva declaración de él o su equipo cercano.

La posición de extrema dependencia y debilidad frente al vecino del norte es por la nortedependencia propiciada por la política económica implementada en México, en los últimos 35 años, pero acentuada desde la entrada en vigor del TLC en 1994, es decir, hace 23 años.

En una información publicada en el periódico Excélsior, en su edición del 13 de febrero de este año, hay declaraciones de Luis Ceballos, director del Instituto Nacional de Comercio Exterior y Aduanas, que revelan claramente lo que ha sucedido a partir del 1994: "La peor estrategia de un negocio es depender de un proveedor, de un cliente o un mercado como lo hizo México, pues nuestras exportaciones han dependido más de 80% de Estados Unidos y eso es una locura", advierte.

Y más adelante destaca: "Esta dependencia comercial nació, porque México a partir del 94 diseñó otro país basado en el TLCAN. Antes no había maquila ni éramos los grandes productores de autopartes que somos hoy. Las leyes aduaneras se modificaron para favorecer al tratado. Los programas de fomento al comercio exterior se hicieron pensados en Estados Unidos. Hasta los planes de estudios de las licenciaturas de comercio exterior también se enfocaron en eso. A los empresarios mexicanos se nos educó para exportar hacia Norteamérica".

La misma nota de Claudia Solera, afirma que en 1994 el comercio exterior representaba el 27% del Producto Interno Bruto (PIB) mexicano; en el 2017, de acuerdo a los datos de ProMéxico el porcentaje llega al 63%.

De esta información se desprende que más del 40% del PIB mexicano depende directamente del comercio exterior con el vecino del norte y de ahí se desprende la preocupación del gobierno y los empresarios, así como, las sacudidas que recienten los mercados cambiarios y financieros ante cada declaración de Trump o su equipo cercano.

Pero para completar el panorama preocupante para México, el creciente proteccionismo norteamericano y las veleidades de Trump, es sólo uno de los factores que impactarán en el corto plazo el desarrollo de la economía nacional. Un estudio de la consultora internacional McKinsey&Company, señala que hay tres fuerzas disruptivas que se combinan para amenazar, el ya de por sí débil crecimiento latinoamericano: la disminución de las tasas de natalidad; el fin de la era de los altos precios de los recursos naturales; y el creciente proteccionismo.

Ya poco hay que agregar sobre los posibles efectos del creciente proteccionismo; desde el año pasado México, vive también los impactos de los bajos precios del petróleo, mismos que no se espera que superen los 40 dólares por barril en el futuro próximo; y quizá lo que todavía no se comprende en su exacta dimensión en el país es el posible impacto de la tasa de natalidad.

Pero el estudio lo muestra con mucha claridad: entre 2000 y 20015, el crecimiento del empleo aportó el 90% del incremento en el PIB y el aumento en la productividad únicamente el 10% restante, de tal manera que al caer la tasa de natalidad y, por ende, el crecimiento poblacional también se impactará la tasa de aumento de la Población Económicamente Activa (PEA) y consecuentemente la evolución del PIB.

Así que al margen de la renegociación del TLC los otros factores también incidirán negativamente en el crecimiento de la economía mexicana. La llegada de Trump al poder simplemente vino a evidenciar la debilidad de la economía nacional y a agravar la crisis, pero no es el único factor.

En esta situación lo peor que puede hacer México es concentrarse únicamente en dicha renegociación y no replantearse el modelo de desarrollo nacional, pues aunque los resultados de la renegociación sean excelentes la nortedependencia continuará acentuándose y será imposible detonar la tasa de crecimiento, pues el resto de los factores continuarán frenándolo.

Y, todo eso, sin considerar la excesiva concentración de los beneficios del pobre crecimiento económico, que en México impacta favorablemente a únicamente a un pequeñísimo grupo de multimillonarios, mientras la mayoría de los mexicanos permanece en la pobreza.

El estudio ya referido de la consultora propone cuatro caminos para tratar de acelerar el crecimiento: agregar más valor a las exportaciones, es decir, dejar de exportar materias primas y transformarlas dentro del mismo país; promover la adopción de las nuevas tecnologías y la automatización; reforzar los vínculos entre la educación y el empleo y combatir las disparidades de género; e invertir en detonadores de largo plazo de la productividad, con énfasis en la innovación.

Para traducirlo a México es dejar de exportar sudor (ya que la mano de obra barata sigue siendo la principal ventaja comparativa después de 23 años de TLC) e invertir en educación, capacitación, investigación y desarrollo y estructurar un nuevo modelo de desarrollo que permita transformar la economía mexicana en el mediano y largo plazo.

Por supuesto que representa una tarea titánica y puede ser muy costosa en el corto plazo; pero en el largo plazo será más costoso mantener el actual modelo de desarrollo que simplemente nos vuelve un apéndice de los vecinos del norte y nos condena a mantener las distorsiones y lastres actuales.

Escrito en: desarrollo, México, crecimiento, economía

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