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La rebelión de los huachicoleros

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CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

La escena nos remonta a otras rebeliones, a otros disturbios. Agreguen ustedes los motivos. La opresión de un pueblo; la injusticia; el hartazgo de la inseguridad que lleva a linchar a unos ladrones; hambrunas; o sencillamente, organizarse para robar combustible. Motivos para rebelarse no faltan. A partir de ahí vienen la toma de las calles, el rechazo violento de la autoridad, la protesta con niños y mujeres por delante. Todo cabe para las alzados, incluyendo el asesinato. En nuestra historia tenemos un buen número de rebeliones que se remontan a la conquista desde el siglo XVI. Algunas fueron notablemente heroicas, por tratarse de pueblos luchando por la dignidad. Otras rayaron casi exclusivamente en el bandidaje, eso sí, con cierto tintes sociales. Es la turba justiciera o el ladrón que roba a los ricos para repartir a los pobres. Nuestra historia tiene varias versiones mexicanas de Robin Hood. Sin embargo, la otra cara de las rebeliones es la violencia. La mayoría terminaron en un final trágico. Sangriento.

Con razón, el gran historiador británico, Eric Hobsbawm, recomendó estudiar las rebeliones. "La asonada, si es que quiere entendérsela, porque hace mucho que ha dejado de ser fenómeno corriente en diversos países y ya no es el método reconocido de acción popular que en su tiempo llegó a encarnar".

En pleno siglo XXI, surge la rebelión huachicolera. ¡Viva el combustible robado! Por supuesto, el movimiento no surge de la nada. Ante todo, imita el entorno, pero también refleja la decadencia del Estado mexicano que no termina de encontrar su lugar. Desde los cargos públicos -presidente, gobernador, alcalde, diputado-, se saquean los fondos públicos, se endeuda, se roba abiertamente. Todo en nombre del Estado y el bienestar de los ciudadanos. Otros en cambio, se "rebelan" porque no quieren quedarse atrás en la carrera de atracos. Si unos atracan Pemex con tomas clandestinas y ordeñas de ductos que suman miles de millones de pesos, otros en cambio, no se asolean ni se exponen a enfrentamientos con el ejército, como sucedió recientemente en Puebla. Ladrones de cuello blanco les dicen. ¿Se acuerdan del ex director de Pemex, Emilio Lozoya, quien está implicado en la red de corrupción de Odebrecht? Mientras en Brasil el estado ha llamado a cuentas a los implicados, e incluso, ha encarcelado a políticos y empresarios, en México, se ratifica la impunidad. ¿En verdad nos sorprende que un pequeño pueblo se organice para saquear ductos de Pemex? Los huachicoleros son poca cosa a lado de la organización de Carlos Romero Deschamps. Unos roban arriba, otros roban abajo.

Por supuesto indignan los robos, y sobre todo, las muertes en medio de una disputa por el saqueo de combustible. Pero el conflicto revela lo que desde hace muchos años no funciona del Estado mexicano: el sistema de justicia y las instituciones encargadas de hacer valer la ley. Tras la alternancia en el año 2000 había la esperanza de alentar justicia y rendición de cuentas, pero pasada la década, impunidad y corrupción sólo se agravaron. Hoy nos parece tan normal, que hasta un poblado ejerce su derecho a robar combustible. ¿De dónde proviene la costumbre? La justificación tiene como lógica un simple argumento: "si los políticos roban, por qué nosotros no". Más que sorprendernos, la rebelión huachicolera que defiende a punta de bloqueos y violencia las tomas clandestinas, refleja esa imitación que va de la sociedad al gobierno, y del gobierno a la sociedad. Dicho en otras palabras: corrupción en estado puro.

Tras el enfrentamiento en la "zona" de huachicoleros en Puebla, once personas perdieron la vida, entre ellos cuatro militares. ¿Qué dijo la principal autoridad? Propuso, y no es broma, una estrategia. "He dado indicaciones para instrumentar una estrategia integral para combatir este ilícito en toda la geografía nacional". ¿Cómo, no había estrategia para combatir esos delitos? Así, a la ligera, el mismo gobierno se hace de la vista gorda, o cuando el problema crece, sólo sale a patear el bote con eso de instrumentar una "estrategia". Es irónico que en medio de las elecciones estatales del Estado de México, Coahuila y Nayarit, donde varios candidatos priistas alardean que se ellos sí saben encargarse de la seguridad con carácter o mano dura, el presidente mismo corrobora el tremendo vacío del Estado mexicano. Sólo faltan mañana defiendan "usos y costumbres".

Nos vemos en Twitter, @uncuadros

Escrito en: Civitas Estado, combustible., corrupción, rebelión

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