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IGNACIO ESPINOZA GODOY

El llamado "síndrome del emperador" o del "hijo tirano" es un fenómeno que ha cobrado fuerza en las décadas recientes y que se caracteriza por conductas agresivas de los pequeños cuyas edades van desde los 11 hasta los 17 años, aunque también suele generarse en infantes de menor edad, debido a múltiples factores que, de manera lamentable, son provocados por nosotros los padres debido a elementos como la falta de límites, la carencia de afecto y la poca o nula comunicación con estos vástagos cuyo comportamiento puede degenerar hasta caer en acciones violentas, de tipo físico y verbal, contra sus propios progenitores.

A todos los padres -o al menos en su mayoría- nos ha tocado conocer de cerca algunos de esos casos en los que presenciamos cómo los niños -en ocasiones, desde los dos o tres años de edad- manipulan de tal forma a sus padres con sus berrinches y caprichos, sobre todo, cuando acuden al centro comercial, que hasta se tiran al suelo y arman un escándalo con tal de salirse con la suya para que se les compre cualquier juguete o artículo que en ese momento observaron en algún anaquel o exhibidor, aunque sólo sea para ratificar que tienen el poder de hacer lo que les venga en gana a la hora que se les antoje.

Muchas personas se preguntan el origen de este problema, por lo que, de acuerdo con la opinión de especialistas en el tema, estas conductas se deben a varios factores, entre los que destacan el abandono de las funciones familiares, la sobreprotección, hábitos familiares determinados por la escasez del tiempo, ausencia de autoridad, permisividad y, sobre todo, falta de elementos afectivos, como la calidez en la relación con los hijos. Si uno o varios de estos elementos se conjugan, ya sabemos cuál va a ser el resultado: el "síndrome del emperador" o del "hijo tirano".

Conforme a lo que señalan los expertos, el perfil del "pequeño tirano" suele ser el de un varón de 11 a 17 años, hijo único y de clase media alta, aunque este fenómeno no excluye a las mujercitas, que también pueden encajar perfectamente en estas características que, aunque no son exclusivas del género masculino, sí son más recurrentes entre los hombres de ese rango de edad, que es la etapa en la que la referida conducta se puede agudizar hasta degenerar en una crisis difícil de controlar si no se toman las medidas adecuadas y de manera oportuna y tajante.

Según los especialistas, este problema se caracteriza por un comportamiento agresivo (en sus modalidades de violencia verbal y física) y conductas desafiantes o provocadoras de ira en los padres y de violación de las normas y límites familiares; de la misma manera, también suelen presentar un alto nivel de egocentrismo, junto con una baja tolerancia a la frustración, empatía y autoestima.

A pesar de que se considera que los factores que con mayor frecuencia provocan la aparición de dicho síndrome es la ausencia de límites y en un estilo educativo basado en atender todas las peticiones de los hijos, se hace especial énfasis en que se debe corregir la idea errónea de que la culpa es de los propios padres, no sólo porque puede generar obstáculos en su tratamiento, sino porque este tipo de violencia puede ser selectiva, y no una constante de la personalidad, es decir, los menores pueden tener este comportamiento dentro del hogar y, en contraste, una conducta impecable en el ámbito escolar, sin aparentes conflictos, que sólo suelen manifestarse contra los progenitores cuando se busca un propósito específico, lograr una concesión sólo por demostrar quién manda en casa.

Para algunos especialistas, la influencia de los diversos medios de comunicación es determinante, en especial el internet y la televisión, ya que los niños y adolescentes observan escenas que luego tienden a imitar porque coinciden con sus ideales, tales como pasarla bien y hacer lo que quieran sin que nadie les ponga peros u obstáculos.

Y no obstante que para muchos padres este problema de falta de disciplina se podría solucionar con una nalgada oportuna, cuando todavía son pequeños, lo cierto es que, según los expertos, se trata de un problema más profundo que exige ayudar a que el niño desarrolle una conciencia sólida.

Lo anterior se logra, dicen, con la aplicación de castigos razonables, pero firmes, y explicando las razones morales y prácticas que supone su mala acción, lo que debe hacerse desde una edad muy temprana, cuando los pequeños van adquiriendo la noción para discernir entre lo que es bueno y lo que es malo.

Para concluir, estimado lector, sólo bastaría enunciar que el "síndrome del emperador" o del "hijo tirano" se puede detectar cuando se perciben conductas agresivas ante la negativa de algo que solicitan, lo que se traduce en una escasa o nula tolerancia, además de que poseen una baja autoestima.

Por supuesto que no es fácil lidiar con un problema de este tipo; sin embargo, cuando éste rebasa la capacidad de los padres para controlarlo o corregirlo, lo más recomendable es recurrir al auxilio de un especialista, quien seguramente les ayudará a sobrellevarlo y, en su momento, a solucionarlo, por el bien de toda la familia.

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