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Ineficiencia

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YAMIL DARWICH

Hace tiempo, apareció un texto del campo de la administración llamado "Principio de Peter", escrito por Laurence Peter, que definía el punto en que se llega a la ineficiencia. Ese principio puede ser aplicado a todas las actividades de la vida, lo mismo en lo social que en lo político; en lo religioso o lo legal.

Sabemos que las leyes son dictadas como resultado de los usos y costumbres, con el fin de que exista un orden social que permita la convivencia en paz. Al respecto, un profesor universitario me explicaba sobre la aplicación de las penas en relación a la realidad social: más estrictas y severas, en la medida de que debían contener actividades ilícitas en particular; menores, cuando la injuria a la sociedad no sea ni trascendente o frecuente.

Tal parece que nuestras leyes han quedado fuera del contexto social del presente, aunque también habrá que reconocer que su aplicación es altamente ineficiente e injusta.

Ni que decir de la falta de probidad de los profesionales y su ejercicio profesional con temor; para ejemplificar, baste escribir que el derecho penal como especialidad es ejercido por muy pocos abogados, incluso éstos limitan la aceptación de casos por amenazas de las contrapartes criminales, descartándose algunos por el temor a las amenazas de agresión física y hasta de muerte.

Así, la ley mal aplicada -reconociendo la otrora valiosa acción de constituyentes y legisladores- hace que vivamos un país de impunidad. Si Usted tiene recursos económicos encontrará formas de evadirla; caso contrario, sentirá el peso de sus culpas con mayor rigor y, quizá, hasta la indefensión de su inocencia.

Valiéndose de esas argucias podemos encontrar casos que generan repulsión, como los defraudadores de la Lotería Nacional, que a través del juego "Melate" robaron a la empresa y luego del arresto salieron libres por considerarse su delito como ¡menor!

Ese no es único caso y mucho menos excepción, es, más bien, generalidad que nos sofoca.

Frecuentemente leemos sobre ilícitos de algunos banqueros, llamados "ladrones de cuello blanco" que "lavan dinero" y no son castigados. Ni que decir de sus inmorales ganancias por las comisiones elevadas que nos imponen. La deshumanización del medio es clara; si necesita no le prestan y si tiene recursos le ofrecen crédito, porque uno de sus principios es: "negocio que no deja... dejarlo".

Los politiqueros -distintos a los políticos de profesión- injurian, acusan, mienten y roban sin poder demostrarles sus ilícitos por la falta de acceso a la información y, caso dado, el uso del tráfico de influencias que les permite burlar la ley. ¿Le suena conocido?

Si de elecciones se trata, difunden falsedades y hasta declaran mentiras públicamente, al saber que nada les sucederá, ni aún pasados los años; además, no muestran documentos comprobatorios de sus aseveraciones. Pareciera ser parte de un plan bien trazado para extender un telón que oculta la realidad: carencia de calidad profesional y humana por medio de morbosas "telenovelas políticas" que nos distraen de la realidad vivida, siempre a su conveniencia.

Así se transforman en muy grave la delincuencia padecida, recayendo la ley severamente sobre los más indefensos, por pobres y mal preparados para enfrentar injusticias.

La impunidad genera la mala aplicación de las leyes, con penas inadecuadas y atemporales; permite que se propague el mal transformándonos en un país injusto.

Así, los índices de criminalidad están a la alza; el robo de autos y los secuestros son ya el pan de cada día y los asesinatos han llegado a rebasar hasta las posibilidades de los médicos legistas de la Laguna.

Las autoridades, de ineficientes han pasado a negligentes o corruptas, con la actitud que pudiera considerarse cínica, pretendiendo ignorar la realidad; en resumen: nada hacen, porque no hay nadie que los obligue ni existe queja que les afecte. Impunes.

Los servicios públicos están abandonados: asfalto destruido, luminarias fundidas, supuestas mejoras de calidad inconclusas, el agua de uso corriente escaseando en los hogares sin que se haya establecido ningún plan de servicio o al futuro; en contraparte, los impuestos han subido escandalosamente y las protestas de los ciudadanos, a través de los organismos no gubernamentales, son desactivadas con eficiencia política, politiquería, corrupción o chantaje.

Es evidente que la criminalidad ha rebasado a la ley y ésta se encuentra redactada para épocas pasadas, pensando en un México con otra problemática, al dictaminar una realidad diferente, tal vez de hace cincuenta años o aplicable en otras latitudes del mundo.

Ante eso tampoco podemos actuar, porque hay obstáculos de conveniencia impuestos por grupos de poder que dejan fuera toda negociación para el bien común.

Estamos secuestrados y sometidos a los intereses de unos pocos y así permaneceremos en tanto no nos dediquemos a participar en la vida política nacional y atacar al mal desde adentro. ¿Va a votar? [email protected]

Escrito en: Diálogo caso, realidad, social, aplicación

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