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De Política y Cosas Peores

ARMANDO CAMORRA

Por encima de todo, por encima de todos, debe respetarse la voluntad de los ciudadanos según se manifestó en las urnas. Las elecciones de gobernador habidas el pasado domingo en el Estado de México y en Coahuila han dado lugar a muestras de inconformidad. En el primer caso, el del proceso mexiquense, parece claro que el triunfo lo obtuvo Alfredo del Mazo, el candidato priista. De poco o nada servirá el acostumbrado pataleo de López Obrador, quien suele aceptar incontinenti los resultados electorales que le favorecen y rechaza siempre en forma sistemática aquéllos que le son adversos. Cualquier denuncia de ilegalidad deberá llevarse a los órganos correspondientes, no a la calle. Así lo ha dicho la propia candidata de Morena. La victoria del PRI, empero, tuvo en el Estado de México un amargo regusto de derrota. Jamás había estado el prigobierno tan cerca de perder una elección ahí donde tiene su bastión más poderoso y emblemático. Lo ajustado de las cifras finales no es buen augurio para los priistas de cara a la elección presidencial del próximo año. Por lo que hace a Coahuila, los errores y omisiones del órgano electoral local dieron pábulo a sospechas razonables que se han traducido -quizá prematuramente- en manifestaciones en las cuales se juntaron de modo sorpresivo personajes políticos opuestos y contrarios. El resultado definitivo del conteo deberá poner en su lugar las cosas y clarificar cualquier aspecto que ahora se vea oscuro. Cuando eso suceda el voto mayoritario de la ciudadanía, tome la dirección que tome, tendrá que ser objeto de reconocimiento general. Si ha habido violaciones a la ley denúnciense, pero nadie pretenda beneficiarse con negociaciones bajo cuerda tramadas en el centro del país con Coahuila como moneda de cambio. La elección aquí fue pacífica, ordenada, y con un alto porcentaje de participación. Resulta inexplicable, eso sí, que el árbitro electoral coahuilense haya tardado más que el del Estado de México en entregar sus resultados finales, siendo que en esta última entidad el número de casillas y electores es considerablemente mayor que el del estado norteño. De ahí que hayan surgido tantas suspicacias en la oposición. El organismo coahuilense debe remediar de inmediato las irregularidades, reales o ficticias, que le han sido imputadas, y presentar ya cuentas finales firmes y bien documentadas. En cuanto a los dos principales contendientes en Coahuila, tanto el excandidato priista como el del PAN han incurrido en falta; el primero por haber proclamado su triunfo antes de que se conocieran las cifras oficiales de la votación; el segundo por convocar a manifestaciones de protesta en forma igualmente anticipada. Tampoco en Coahuila tiene el PRI razones para el triunfalismo. Perdió la elección de alcalde en municipios tan importantes como Torreón, Monclova y Acuña, y la oposición le arrebató también nueve de los 16 distritos electorales en que el Estado se divide, con lo cual los priistas dejan de tener mayoría en el Congreso local. Lo dicho: el Instituto Electoral de Coahuila debe presentar ya sus cifras finales. Retrasar más esa entrega equivaldría a seguir alimentando la inconformidad de los partidos opositores y de los candidatos que participaron como independientes. Sea cual fuere el resultado definitivo de la elección los coahuilenses deberemos defenderlo ante todo injerencia exterior o acuerdo de cúpulas por abajo de la mesa. El voto de los ciudadanos, sea quien sea la persona a quien finalmente favorezca, ha de estar al margen de manipuleos. En eso consiste la democracia: en respetar la voluntad de la mayoría aun cuando no coincida con nuestra voluntad, y en hacerla respetar frente a cualquier poder. FIN.

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