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Ley Anticorrupción, primer avance

Pura Intuición

RAFAEL ALARCÓN

Es discutible hasta dónde los seres humanos hemos avanzado en elaborar teóricamente una ética universal, compatible con la pluralidad de concepciones del hombre y credos religiosos que coexisten hoy en el planeta; mucho más discutible aun hasta donde esa ética tiene validez práctica y regula eficazmente las relaciones internacionales.

Sin minimizar los avances logrados en lo científico tecnológico (sobre todo en la identificación de los problemas y en la toma de conciencia de su gravedad), está claro que el desarrollo de la humanidad en los próximos años no se ajustará a los postulados de esa naciente ética planetaria.

La razón es doble. Hay una brecha entre los principios abstractos y sus aplicaciones a las complejas realidades económicas, y hay también otra brecha, más profunda, entre la aceptación de los enunciados y las dinámicas del poder. Por esto, aunque se expresan valores y objetivos comunes para las políticas de desarrollo social , sus logros inmediatos serán bastante limitados. El mundo está, en conclusión, lejos de guiarse por principios éticos.

Nuestro sistema político tiene como base fundamental su legitimidad. Esta legitimidad se alimenta diariamente cuando el pueblo cree y así lo acepta, que el Gobierno se interesa y trata de solucionar sus problemas y que en esa tarea utiliza adecuadamente los recursos públicos, actuando con transparencia y objetividad en el ejercicio de la función pública, en pro del bien común.

La ausencia de ética en la función pública se traduce en corrupción de los funcionarios y con ello se deslegitima el sistema político. La erradicación de la corrupción tiene que darse desde diversos ángulos y por medio de diversas acciones. Una de ellas es la promoción de los valores sociales que fundamentan y orientan la acción pública.

También es necesaria la actuación legislativa para producir normas y cuerpos de leyes que permitan la fiscalización de la actividad de la Administración Publica y se regule debidamente la responsabilidad de los funcionarios públicos y las garantías procesales de los ciudadanos para requerirla.

Cuando se señala la importancia de debatir los problemas de nuestra ética pública, la gente piensa sólo en los comportamientos de los políticos, en la corrupción, las manipulaciones de los medios de comunicación, pero hay otras cuestiones más profundas y elementales que condicionan la salud moral de una sociedad, me refiero en concreto, a la aceptación en la llamada cultura nacional, de principios éticos básicos como el de la igualdad fundamental de todos los seres humanos.

Las turbulencias políticas y económicas de los últimos años y el desarrollo científico cada vez más acelerado han provocado sacudimientos de valores sociales y morales que cuestionan la validez de las éticas tradicionales, tanto religiosas como seculares. Han surgido numerosas situaciones de alto riesgo ante las cuales se evidencian como inadecuados los anteriores criterios de decisión moral y como cuestionables sus fundamentos.

El Servidor Público es una persona orientada, principalmente por el deseo de servir y atender las necesidades de las ciudadanas y ciudadanos, poniendo a disposición de la nación sus capacidades, con el fin de contribuir al desarrollo de ésta y anteponiendo los máximos fines del Estado a cualquier propósito o interés particular.

Algunos de los deberes del servidor público son el observar buena conducta dentro y fuera de los horarios de trabajo, practicar en forma constante el respeto a quienes les brindan atención, guardar reserva de los asuntos que lleguen a su conocimiento, guardar respeto y motivar a sus compañeros de trabajo al mejoramiento continuo y al trabajo colectivo.

Un servidor público debe actuar sobre las bases de la justicia, la razón y la argumentación por encima de cualquier interés individual, su rol se orienta a la generación del bien colectivo.

También debe tener creatividad e innovación, que se traduce en la búsqueda constante de nuevas formas de trabajo que resuelvan con eficiencia los problemas que en forma cotidiana se van presentando, con una visión de reto frente a cada problema que se le presente y enfocándose en su resolución.

Es mi intuición que si fincamos está ley anticorrupción en estos principios será el nacimiento de una nueva cultura de servicio y no ver este servicio como una cueva de recomendados, bolsa de trabajo o sin vocación la cual los ciudadanos esperamos con muchas ansias.

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Escrito en: Pura Intuición ética, problemas, desarrollo, principios

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